miércoles, 15 de marzo de 2023

EFERVESCENCIA


 

La vimos cruzar el abismo que nos separaba,

bajó junto a los helechos que se hundían en las aguas

desde los altos sabinos.

Mientras la hiedra  juntaba sus manos  de telaraña,

éstas se humedecían sin deshacer su genuina forma,

y el río las penetró tiempo tras tiempo.

 

Llegó aquí con una cortina de lágrimas,

oblicuas gotas rodaron por mi rostro

como una caricia, un beso líquido y traslúcido

cerró momentáneamente  mis labios en calma.

 

La niebla fluyó lenta y parsimoniosa, 

envolviendo nuestros cuerpos en su blanca sábana

y se deslizó por los surcos del río.

Fuimos sólo dos libélulas enamoradas

dibujando corazones sobre la cubierta del agua,

embriagadas de complicidad por el encuentro.

La transparencia de la niebla, en momentos

fue absorbida por las fisuras de las piedras,

llegando a confundir todo con su manto de bruma.

 

La noche, de pronto,  nos liberó de su húmedo abrazo,

abriendo el tejado del   cielo,  se asomó el universo

con ojos de brillante complacencia.

La neblina taciturna, deslizándose como una gacela

por entre la sedienta boca del humedal, 

fue dejando sus hebras de plata

sobre los verdes helechos,

y pudimos contemplar la  redonda luna

salir de la tierra en  llamarada de pálida fosforescencia,

quien nos miró con placentera  excitación.

 

Tomados de la mano nos dijimos tantas palabras

que se fueron río abajo, deshojadas

en ondas silentes, sueños de espuma,

navegando por las riberas del amor.

 

 

 

 

 

 

jueves, 2 de marzo de 2023

HISTORIA DEL CAMINO


 

El camino, se alza, desciende, se esconde tras una roca, zigzaguea en busca de la sombra, se va colina abajo.

El camino es imprevisible, se pierde en la distancia, se distorsiona en la lejanía. Tiene años  serpiente, tan antiguos como las piedras. Ha sentido los azotes del destino, las ruedas de las carretas, las pisadas de los bueyes, el bramido del viento que pasa alborotando sus pasos y el polvo de las estrellas.

El camino  siempre amanece mostrando  su cinturón perdido, indicando algo, mientras se bifurca en otras sendas. Sube y baja los cerros, se pierde y aparece como si nada. Es tan antiguo que ha extraviado el rastro de su origen, los recuerdos  quedan esparcidos a la orilla  de la memoria. No se hace problema, siempre habrá alguien que lo cruce o le pida  que lo lleve hasta el punto del olvido, hacia más allá de la indolencia.

El camino cada cierto tiempo se renueva, las huellas lo liberan de malos momentos, cuando un hombre lo destruye otros lo reparan de sus grietas y continúa, no puede detenerse en sus andadas y hace caminos en las desoladas praderas, en los desiertos sedientos, en las soledades y los bullicios, en las riberas atormentadas de ríos, abrazadas de mar y en las altas montañas vestidas de nieve encaramándose en las nubes, siempre estará allí entre los juncos de la selva, en los senderos del hambre y  en los de la abundancia.

El camino viene y va sin mortificaciones, con su voz de tierra señala una ruta, canta en las noches estrelladas con voces de batracios y grillos, guía a la blanca luna y la encamina hacia el espejo de aguas para que contemple su cara de harina, o llevarla por un sendero de noctilucas a contemplar las medusas.

No tiene final, es infinito, sube las cuestas de los cerros y  baja ondulando como una serpiente, se interna en los campos tras la huella de las bestias para lucir como nuevo en las  asfálticas carreteras uniendo pueblos y países en una larga y moderna huella que  enlaza con brazos amorosos a todo el planeta.

Es imprescindible, cuando el fuego llama con urgencia a los bomberos  y las ambulancias ululan su paso hacia los hospitales en una carrera de vida  o muerte. Siempre el camino estará allí en todos las etapas,  en  las cuatro estaciones y en los meses del calendario de todos los tiempos.

Guarda entre la arena y el polvo acumulado  la descendencia del hombre, sus  pasos cansados y sus brincos. Es ancestral, posee en sus   páginas las pisadas del humano y los animales que transitaron por sus senderos y marcaron las piedras para orientarse.

La lluvia le lava la cara con insistencia y le  deja profundas cicatrices que el tiempo luego cubre con sus manos de arcilla, no es rencoroso, deja que los implementos naturales pasen por sus múltiples avenidas, desojando flores, arboles, frutos y revolviendo las arenas resecas de los desiertos.

Hay caminos que se internan en cavernas transitadas solo por los hombres primitivos marcando una estadía primordial, única y misteriosa que se pierden en las entrañas de la tierra, en donde muestra  pinturas rupestres que dan crédito a su  presencia  en aquellas soledades.

El  canta con voces de guijarros, alegre como sonaja de arrieros, cruza  los cerros en el ulular del viento, va sin parar hasta perderse en la lejanía con su  canto de chicharras.

Guía a los peregrinos en sus  andanzas de fieles indicando los descansos en las cuentas de sus rosarios de plata. No tiene límites en acompañar a viajeros que recorren sus trazos. El camino no tiene apuro a que  lo transites en cualquier edad que tengas, allí estará como un fiel amigo, esperando que te atrevas hasta el final de tus días.