martes, 15 de abril de 2014

SORTILEGIO




Apareces en el umbral del pensamiento
como un presagio, al salir la luna menguante.
Traspasas las fronteras de la certidumbre
y allí estoy atada a un momento,
un segundo que se alarga sin que pueda detenerlo.
Te deslizas siempre sobre  el lomo del viento
y galopas  en aras de la esencia de un beso.

Ya no sé  cuando apareces,
mis ojos te aguardan sumidos en un sueño,
hechizados por la osada  luminosidad de tu presencia.
Un perfume avanza  las barreras de la realidad
y la imaginación sucumbe ante tanto goce.

El sortilegio de tus  palabras en mi mente
borra las barreras tiempo, distancia, sueño,
lo intencional de lo circunstancial,
lo misterioso de lo seguro,
el temor de la valentía, todo eso llega a mí
cuando te asomas con el  embrujo que posees
y transformas mis inseguridades con el roce leve
de tu encanto.

El hechizo no desaparece, aun cuando estoy despierta,
el aroma de tu ensueño envuelve mis pensamientos
llevándome al mundo imaginario,
en donde tengo la certeza,
habitas eternamente.

martes, 1 de abril de 2014

DIJO QUE VOLVERÍA…



Dijo que volvería cuando cerró la puerta de  calle. Afuera, una breve llovizna  envolvía la tarde con su tenue color gris nostálgico que llenó sus ojos de tristeza, hasta dejar libres un par de lágrimas salobres.
Se sentó junto a la ventana  y esperó. Tal vez fue demasiado temprano desear que  él volviera, si apenas se había alejado algunos pasos, pero era así, su espíritu presintió algo inexplicable que invadía su ser con un pensamiento pesimista.
 Y fue contando los minutos mientras el reloj pausadamente bostezó y de vez en cuando se lamentaba por una voraz artritis que invadía su esqueleto metálico. Y mientras pasaban los minutos y las horas, una estrella se deslizó furtivamente en el cielo, la luna asomó la cabeza con una melena despeinada, le faltaban algunos días para lucir su cara llena. Un gato  armó una pelea en el tejado, primero retando a un contendor y luego con voz chillona, dijo todo lo que su corazón gatuno  tenía guardado por la gata de la esquina. Más tarde, ella continuaba con los ojos fijos en el cielo, tratando de descubrir alguna constelación, al tiempo que el planeta Venus le  guiñó su brillante ojo.
Las sombras invadieron la pieza y más pronto su alma. A cada ruido que escuchaba  cerca de su puerta, señal de pasos titubeantes, daba un salto de alegría, para luego, volver a sumirse en la más profunda tristeza que le pudiera caber en su corazón. Más allá, las horas continuaron su rutina sin detener su acompasado tic tac, tic tac. Inesperadamente, dos grillos noctívagos se trenzaron en un duelo de violín, desde un rincón a otro se oía el monótono lamento, o tal vez era un romántico concierto, eso sólo lo sabían los grillos que por largo rato no dejaron de tocar.
Ella languideció adormecida por la espera, los grillos se cansaron y guardando sus preciados instrumentos, misteriosamente desaparecieron de la pieza,  el dúo de gatos tenores después de una batahola en que se dijeron hasta fuertes improperios, callaron cuando una nube oscura y maliciosa cubrió  la cara de la luna ahuyentando a los mininos.
 Sus ojos se fueron cerrando lentamente, acunada por los brazos mullidos del sillón que la  abrazaba y  el tibio sopor del sueño.
Fueron muchos días y sus noches de espera. Se sucedieron las estaciones, ya no le importó que  algunas hojas del invierno la saludaran en su caída o  algunas flores de primavera gentilmente le regalaran una sonrisa, los años y  sus designios tampoco hicieron mella en su esperanza.  Sus cabellos se blanquearon de tanto silencio, el rictus de sus labios no perseveró, por el contrario, se agrietó aún más, pareciendo una mueca dibujada por un triste payaso. Sus ojos se marchitaron por mirar tanto  la calle desierta, el deseo de verlo llegar era más poderoso que la realidad que vivía, de ese modo se abandonó en los brazos de la demencia.  Pero él nunca  llegó.

Dice la gente  que una bala perdida le acertó al corazón, apagando su promesa de volver. Fue esa misma tarde en que  cruzó el espacio prudente de varias cuadras a la redonda. Un desconocido, anunció la policía.  Nadie reclamó su cuerpo.
Ahora él ha vuelto, pero en su estado astral. Falta poco para que  ella reciba el abrazo amoroso de la ansiada muerte, será un encuentro  eterno. Nada más que eso. Un viaje sin vuelta... para dos...