jueves, 16 de febrero de 2017

INVASIÓN EN CURSO


Cuando la primera nave aterrizó, ellos comenzaron a sembrar  extrañas enfermedades para atacar a los humanos, sin embargo, los terrígenas después de varias epidemias catastróficas lograron  por fin encontrar poco a poco los tratamientos y erradicar dichas pestes.
La invasión se hizo lenta a medida de que ya no era una amenaza para la humanidad, necesitaban apurar su cometido. Desde la nave nodriza recibieron la orden de probar otro inusual método que acabara con el humano, sin la  intervención directa de los invasores,  “el tratado  universal” prohibía la intromisión de alienígenas en  mundos menos preparados y con tecnologías insipientes. Por lo tanto, les era imposible salirse de las reglas, pero sí podían producir caos para que el mismo hombre causara para su propia destrucción, de ahí las guerras, obviamente esto tampoco apuraba la  desaparición total el  humanoides.
Había que emplear un nuevo plan que acelerara la desaparición de los terrestres sin la participación de ellos. Algo que los terrícolas no pudieran resistir y se auto destruyeran alegremente, es decir, sin dolor o sin conciencia; una palabra fue la clave: adicción. Adicción a múltiples cosas, ya sea a drogas, a ambicionar ser los amos del mundo, a acumular dinero en forma desorbitada, en fin, a todo lo que pudiera nombrarse como una adicción y que produjera a corto plazo  la muerte.  Esta manera de  provocar que el planeta Tierra quedara vacío de seres y pudiera ser ocupado por aquellos que esperaban en las inmediaciones del espacio, esa era la ideal. Una adicción que llevara al humano a su eliminación total.
 Dentro de todas las adicciones que generaron,  se les ocurrió introducir la tecnología avanzada y crearon la “generación Millennials” que serían los encargados de esta tarea suicida para la  humanidad. Lo más fácil era crear una generación de niños adictos a la tecnología a quieres llamaron “niños Millennials”, y a quienes no le importaran las cosas materiales sino todo lo que fuera tecnología.    Fue un acierto, los terrestres no sabían cómo controlar a estos niños que si no provocaban peleas u otras alteraciones en los hogares vivían ajenos a todo, indiferentes al acontecer diario, sólo salían de sus cuartos para alimentarse. Su pereza era aborrecible,  una falta de sentido común, seres que vivían en otra dimensión, que despertaban por breves lapsos, porque necesitaban nutrirse  si no, hubiera estado viviendo en su mundo virtual para siempre. Los invasores esperaban, tenían la eternidad en sus manos, aunque deseaban que la desaparición del hombre fuese más rápido. Y para apurar el desenlace decidieron enviar a la tierra virus tremendamente eficaces como los virus de la violencia, discordia, frialdad, engaño, fraude, odio,  envidia. Claro que algunos de esto virus ya estaban desde hace rato en la Tierra, pero su proporción era medida, por lo tanto,  al exagerar  un poco, esto se convertía en un verdadero peligro para la raza terrestre.
En poco tiempo ya se veía el desastre, las guerras aumentaron por nada, la hambruna andaba suelta por el mundo, y  acababa con multitudes de seres incluidos  los animales en forma catastrófica. A muy pocos les importaba esta exterminación masiva, existían yacimientos de metales preciosos  en el continente  africano y éste era un buen augurio para  los más inescrupulosos, ambiciosos y asesinos de sus  hermanos de raza, pensaban que en una catástrofe ellos de seguro  se salvarían,  dándoles así el pauteo para que los invasores sonrieran de gusto. Mientras más discordia, mucho más rápido el desenlace. Las nuevas generaciones de humanos no estaban ni ahí con lo que sucedía a su alrededor. Ni les importaba nada, salvo sus jueguitos que los invasores mantenían controlados desde sus mismas naves.
Había un sufrimiento generalizado en los más pobres que sucumbían como las moscas a tanta desgracia y con los más horrendos padecimientos.
Mientras tanto, los poderosos acumulaban riquezas y se escondía en sus  bunkers bajo tierra, a esperar el desenlace fatal de una parte de la humanidad, claro que no sabían que los invasores querían la Tierra sola para ellos, o simplemente usarían a algunos de esclavos., o en su defecto, de alimento para  sus bestias, algo así como primitivos dinosaurios.
Teniendo a su favor a los niños y juventud  enviciados en la computación, sobre todo en los famosos juegos, a los humildes muriendo de formas horrorosas con los estragos de la violencia y a los poderosos acumulando las materias primas que necesitaban los invasores, estaban muy satisfechos de no haber intervenido directamente en la Tierra y así no  quebrar las reglas universales, cosa que les costaría mucho permanecer en la posición que ahora tenían. Se quedaron tranquilos esperando y se sentaron como se dice en sus laureles ,sin preocupaciones.
Sin embargo, un día inesperado apareció un inmenso aerolito que ninguno de los invasores se dio cuenta por estar  tan entretenidos mirando lo que sucedía en la Tierra y no observaron mas allá en el espacio. Y cuando lo vieron era demasiado tarde y  sucumbieron con el impacto,  desviando su nave nodriza y el peligro hacia otro planeta.
Una vez más las fuerzas universales, salvaron a la Tierra y  destruyeron a sus invasores. Los virus también fueron aplacados y el humano despertó de su letargo. Con el impacto, hubo sin embargo una gran sacudida al planeta que por justicia o no,  libró al mundo de esos malvados aprovechadores que vivían como ratas en sus bunkers y que  y no  resistieron al remezón.
La Tierra de nuevo tuvo otra oportunidad, sobreviviendo una población pacifica de humanos, quienes comenzaron a reconstruir desde las ruinas un mundo mejor para sus descendientes.



miércoles, 1 de febrero de 2017

LLAMARADAS



Llamaradas surcan los  prados y  las montañas de Chile,
abarcan los sembrados y las aldeas.
No tienen límites, sus lenguas voraces
llegan sigilosas hasta los poblados, destruyen,
dejan  ruinas a su paso.
                   
Llamaradas, malditos los que les dieron la existencia,
los que las liberaron de su sumisión y ahora
deambulan libres produciendo la muerte,
desamparo de todo ser viviente,  del bosque,
las cosechas.
Malditos los que las crearon, por algún motivo
egoísta y siniestro.

Chile se retuerce bajo las llamaradas de un infierno
producido por las manos del hombre,
seres despreciables, iracundos, deshumanizados,
 a su paso sólo producen dolor, mucho dolor y lágrimas,
mientras las llamas cubren la tierra,
y  sus poblaciones arrasadas,
son consumidas por la ferocidad de  inadaptados.

No hay consuelo, no hay perdón ante la ignominia de unos
y la negligencia de otros.
Cerca se escucha el bramido de las llamas,
avanzan atizadas por pirómanos indolentes.
El humo, la niebla, no dejan respirar y los árboles caen
consumidos por la devastación,
desaparecen  con un grito del bosque, de los animales
y los humanos bajo tanta catástrofe.

Mañana  quién sabe, los malditos, si siguen sueltos,
producirán más muerte y ruina
en un país donde han sembrado llamaradas
de tristeza y desolación.