jueves, 15 de octubre de 2020

NOCHE DE NIEBLA


 

La niebla dormía profundamente sobre la periferia de la ciudad. Callejones estrechos y malolientes se descolgaban por cualquier parte como pasillos laberínticos que, el viento penetraba desapareciendo tras una retorcida escalera.

La niebla, de pronto lanzó volutas al aire, soñaba una danza magistral por entre los árboles y cubriendo los tejados con su lengua fantasmal. Los suspiros se elevaban más allá de las chimeneas, juntándose con el aliento tibio que escapaba de las fogatas.

La niebla despierta de su mullida almohada y sale de su letargo a curiosear, entra en cada rendija que se le ofrece, enfriando el ambiente con su halo gélido. Luego se esfuma por las chimeneas como un espectro y  va deslizando su cuerpo gaseoso por el pavimento, cual precoz danzarina. De vez en cuando, la niebla llega hasta un callejón sin salida que entorpece su frágil baile, eso no le gusta y vocifera con palabras inentendibles que sólo el viento traduce y lleva lejos de las colinas circundantes para que nadie las escuche.

Deja una huella húmeda a su paso, pareciera llorar por algo que no recuerda. La noche llega a su punto final, un coro de pájaros anuncia la madrugada que irremediable abre los párpados del día. La niebla bosteza entristecida, hunde su cara en el río más cercano y se aleja sollozando en busca de consuelo hasta la noche siguiente.

 

jueves, 1 de octubre de 2020

UNA MUJER SOLA


 

Una mujer sola, en una habitación deshabitada,

llora lágrimas que se evaporan sin caer,

desapareciendo  de su rostro al sentirse abandonada.

La mujer se enjuga con el borde de su vestido

la humedad de  la garúa que se desliza por  el cielo abierto

y se disuelve en un solo suspiro.

 

No hay lugar para un abrazo, ni silencio para el olvido,

no se sabe si extraña al hijo,  a la madre, al amor,

sólo lloriquea  asomada a su desconsuelo,

a través del tiempo sucede la oscuridad y la luz,

los rayos golpean la soledad inaudita en que se encuentra,

los parámetros de la  música han desaparecido,

es un repiquetear que yace adherido a las paredes

de un  pretérito feliz.

 

Las nubes asoman sus grises cabellos

augurando otro desenlace,

otro anhelante final de una escena.

No hay cabida para manuscritos hechos a medias

ni guiones  de pantomimas.

La mujer tapa su rostro y lanza un quejido,

no hay nada qué decir a una habitación en agonía,

llena de lágrimas oblicuas

que caen empañando la ventana,

y sobre  flores marchitas en algún rincón.

 

Una mujer sola en una pieza deshabitada,

camina de un lado a otro irreverente,

gesticula como si se hallara rodeada de personas,

les ofrece asiento, muestra butacas imaginarias

y una leve sonrisa aparece en su rostro.

La garúa ha cesado, el cielo se asoma en lo alto

con un florido arcoíris, las palomas se arrullan

y hay un susurro que atraviesa la habitación

venido de tiempos mejores.

 

Una mujer sola se siente acompañada,

los recuerdos la asedian, la hacen reír o llorar,

mientras se asoma a la ventana,

un beso invisible le roza los labios.