miércoles, 15 de julio de 2020

SOÑAR



La ciudad del sueño en donde el silencio se desliza suave como una pluma e invade los caminos de mis ansias. Sus callejuelas de espuma acarician mis temores y desatan un suspiro. Voy lenta, no necesito la prisa, la ciudad me recibe con una pequeña somnolencia. Cruzo ensimismada puentes y  espesos bosques, siempre liviana como una gota de rocío, o una hoja llevada suave por la corriente de un cauce. Mis pies nunca tocan los pensamientos, van alados surcando la ciudad del sueño. Soy  una nota musical deslizándose por el pentagrama de una melodía. Una golondrina abrazada por el deseo de encontrar su nido.
La ciudad abre sus brazos de concreto, de negro asfalto húmedo por el agua y me llama,  me abraza con olores  perdidos en los recónditos pasillos del sueño, me hace recordar, un sitio, un rostro desvanecido, la página de un libro llevada por el Siroco, que se eleva en el aire como una paloma y no alcanzo a recogerlo.
Sé que es un poema escrito en los surcos de una noche inolvidable,  lleva mi nombre zigzagueando  en una línea que se aleja impulsada por la mano del destino. No puedo detenerme, sigo en este viaje translúcido como el ala de una mariposa, liviano y profundo a la vez, que sumerge mi espíritu en un letargo aventurero. Un sopor me abraza más y más y me introduce con ligereza en los suburbios  de la parsimonia. De pronto,  aparecen espectros del ayer, figuras iridiscentes que desfilan empáticas ante mi presencia y pasan por mi lado, atravesando mis sueños perdidos con un dejo de nostalgia.
La ciudad  se sume tácitamente en un recuerdo efímero, las tinieblas  invaden los últimos vestigios  del atardecer, cancelado por un manto oscuro que camina en aras de la tierra y deja en penumbras mis sueños. Voy bajando adormecida los peldaños de la somnolencia, hasta penetrar  profundamente en ese mundo irreal y placentero.



miércoles, 1 de julio de 2020

NADA MÁS QUE AQUELLO




Somos más que luz en el espacio celeste,
más que partículas vivientes.
Somos polvo de estrellas
en su eterno llanto sobre los planetas.
Somos entes navegando constelaciones
en busca del lugar de la existencia.

El espacio se desliza  entre  sueños
y realidades.
Vamos surcando  el universo
por el camino que el destino ha trazado.
La humanidad se desarrolla en busca de la armonía,
y solo encuentra una senda hosca impidiendo
el paso a la inocencia.

Nada más que aquello nos conmueve,
el avance del implacable asestando su descargas
sobre el humillado, desvalido,
ignora y no le preocupa las consecuencia
solo le interesa su destino avasallando a su paso.

Es un ser hecho de escoria,
cree que es superior, el más inteligente
y arremete con su poder adquisitivo,
golpea con su voz autoritaria y se
desvive en alabanzas cuando es  prudente.

La inteligencia nos aísla y nos separa,
quien piensa más en la solución inesperada,
la que momentánea trae calma y un soplo de esperanza,
Mas, 
en este mundo incomprensible y deshonesto,
la luz del entendimiento ya no basta,
y todo aquello se disuelve en mil esporas
cuando descubrimos lo débil e imperfecto
de nuestros cuerpos sin más esperanza que
mirar hacia el universo
pidiendo una señal hacia el lugar en donde
se esconde el cíclope,
el misterioso viaje hacia las estrellas,
la verdad que nos ha hecho imperfectos
en la búsqueda del origen de la existencia.
Nada más que aquello…