martes, 15 de marzo de 2022

ASÍ NACEN LOS POETAS


 

Cuando se muere un poeta o una poetisa,

su alma se deshoja en letras peregrinas.

Abren sus alas y  aletean un poco al sentirse libres,

miles de letras se prenden en los cables del alumbrado

formando un bello pentagrama florido,

luego vuelan más lejos y caen convertidas en lágrimas.

 

Cuando los poetas se comienzan a morir

se van poniendo invisibles, ya casi nadie  los ve,

por eso les hablan  en susurros y les desean lo mejor.

Tácitamente, piensan en la otra vida,

aunque les falte un poco más para desaparecer de este mundo.

 

Los poetas dejan sus pensamientos

llenos de metáforas, escondidos en sus cuadernos,

algún día alguien los descubrirá con regocijo.

También esos poemas forman parte de las nubes,

de la lluvia, se dejan llevar por  el viento

y se prenden a los cabellos de un sauce llorón,

así, al caer sobre el río serán parte interesante de la corriente,

su canto y su ritmo.

 

No es verdad que bajo cada piedra se encuentra a un poeta,

es solo, un decir, porque los poetas son hechos

de polvo de estrellas, melancolía  y demasiado amor,

ingredientes que deben macerarse unos cuantos años

para que  salga un poeta de verdad.

Hay que esperar en noches de luna que ella suspire hondo

y exhale ese único ingrediente de la mezcla

que le dará ese tinte mágico,

 la inspiración sublime,  al recoger esas letras escapadas

del alma de un poeta fallecido, darán el final a la creación

de un nuevo poeta o poetiza.

 

Y se reconocerá entre muchos que aspiran a ser poetas,

porque  viene con una marca en los ojos,

un lagar de ensueños navegando en su mente,

un puñado de letras dibujadas en sus dedos,

el cuaderno de los sentimientos asomado a los labios

y ese deseo supremo  de plasmar en cada hoja

la musicalidad del momento.

 

He aquí que ha nacido un poeta o una poetisa,

cuando el verso que  circunnavega el pensamiento

se hace tangible y sublime

al impregnar  la página con su particular aroma.

 

 

martes, 1 de marzo de 2022

HISTORIA DEL CAMINO


 

El camino, se alza, desciende, se esconde tras una roca, zigzaguea en busca de la sombra, se va colina abajo.

El camino es imprevisible, se pierde en la distancia, se distorsiona en la lejanía. Tiene años  serpiente, tan antiguos como las piedras. Ha sentido los azotes del destino, las ruedas de las carretas, las pisadas de los bueyes, el bramido del viento que pasa alborotando sus pasos y el polvo de las estrellas.

El camino  siempre amanece mostrando  su cinturón perdido, indicando algo, mientras se bifurca en otras sendas. Sube y baja los cerros, se pierde y aparece como si nada. Es tan antiguo que ha extraviado el rastro de su origen, los recuerdos  quedan esparcidos a la orilla  de la memoria. No se hace problema, siempre habrá alguien que lo cruce o le pida  que lo lleve hasta el punto del olvido, hacia más allá de la indolencia.

El camino cada cierto tiempo se renueva, las huellas lo liberan de malos momentos, cuando un hombre lo destruye otros lo reparan de sus grietas y continúa, no puede detenerse en sus andadas y hace caminos en las desoladas praderas, en los desiertos sedientos, en las soledades y los bullicios, en las riberas atormentadas de ríos, abrazadas de mar y en las altas montañas vestidas de nieve encaramándose en las nubes, siempre estará allí entre los juncos de la selva, en los senderos del hambre y  en los de la abundancia.

El camino viene y va sin mortificaciones, con su voz de tierra señala una ruta, canta en las noches estrelladas con voces de batracios y grillos, guía a la blanca luna y la encamina hacia el espejo de aguas para que contemple su cara de harina.

El camino espera, no tiene apuro a que  lo transites en cualquier edad que tengas, allí estará como un fiel amigo, esperando que te atrevas hasta el final de tus días.