Madre, te vas volviendo invisible cada día.
Apenas rozas los muebles y pasas como un halo
escapando de la noche.
Nadie escucha tu reclamo, el cantar de tus melodías,
los poemas que recitabas de memoria.
Nadie te llama con voz de niño, y pide un beso de buenas noches,
sin embargo, no dejas de enumerar las tareas que ya no
haces,
solo te vuelcas en todas las cosas dejando el aroma de tus manos.
Madre, ¿estás despierta? Puedes oírme murmurar,
lo triste es que estés aquí mismo, pero ausente,
ajena al trajín de tu casa, de las flores de tu jardín,
al corretear de tus nietos, desordenando tus pensamientos.
Sabemos que ya no volverás, el
tiempo selló tu entendimiento,
urdió una tela invisible a tu alrededor,
te trasladó a una dimensión desconocida
donde no hay nexos con el pasado, presente y futuro.
Madre, tus hijos ya te están olvidando,
como un mueble que yace en el rincón sin uso,
mas tú no te alteras, no reclamas como antes,
vagas en un mundo diferente,
conversas con fantasmas del
pasado que atraen tu atención.
Madre, ensimismada en un punto
invisible
te dejas llevar como un niño,
mientras te alimentan,
te cambian las ropas, te peinan los cabellos,
mientras Ibis, una de tus hijas, entona y te invita a cantar con ella,
eso te gusta, tu memoria trae el
verso y tarareas,
es hermoso escucharte como si
revivieras por un instante,
y vuelves a estar entre nosotras
hasta que termina la melodía…
Hasta que te alejas, sumida en mundos lejanos.