jueves, 1 de junio de 2023

UNA CALLE EN APUROS

 


La calle  está cegada de sus ojos, le han disparado en el centro de su vista. Ciega sigue las pisadas de las palomas, de los ciempiés, y de los ratones. Quiere llorar, mas las nubes veleidosas pasan sin escucharla y no le mojan sus veredas, los techos de las casas, ni el alquitrán de la acera. ¡Es espantoso!, la calle se tambalea, no está en su equilibrio normal, como una anciana se afirma en los postes del alumbrado y cual  fantasma, recorre su esencia por sobre los adoquines resbalosos.

¡Qué desastre!, ¿quién se  imaginaría que a ella,  la Calle, le harían esto? Es inaudito. Tan respetada, con su nombre en cada esquina escrito en letra cursiva. Nadie deberá verla temblar buscando las paredes, los muros y las murallas, para firmarse y no caer desmoronada cerca del tacho de la basura, o junto a algún pordiosero en el hueco abierto del edificio en demolición.

¡Qué mala onda! La calle no puede evitar quejarse, le duele que sin advertencia la hayan dejado ciega y sin una explicación. Todos le tenían cariño, en las fiestas patrias la adornaban con papelitos de colores y banderas. Cuando era carnaval la música y los disfraces la recorrían en alegres comparsas. Los vecinos sacaban las asaderas a las puertas y el olor de los asados era increíble junto a una copa de vino. ¡Qué  momentos tan maravillosos!

Pero unos desalmados han disparado a sus faroles, y los cristales cubren las veredas con maledicencia, dejándola ciega, sin poder contemplar el cielo, la luna y las estrellas. Quiere llorar pero no tiene lágrimas, ha sido un año seco y no le queda ni un pañuelo húmedo. ¡Qué desgracia!

Sabe que será peligroso cruzar la acera, los desalmados se aprovecharán de eso, lo dice la gente que al llegar el atardecer se encierra en sus casas por miedo a lo peor. Sabe que será una larga noche de ruidos inexplicables, las sombras vagarán sin que nadie las detenga, los bichos se irán hacia  otras calles donde les ofrezcan sus faroles para bailar. Mientras ella, ciega y temblorosa, se deslizará como una oruga, lentamente para evitar caer en las fauces del  alcantarillado.


lunes, 15 de mayo de 2023

AMADEUS

 

Amadeus yace recostado en la playa

su cuerpo oxidado es lamido por la ola

una y otra vez.

Por entre las vertebras de su esqueleto roído

anidan cientos de pasajeros obligados,

jaivas y ostiones se cobijan y le piden protección.

 

Oh Amadeus, ¿cómo llegaste allí?

¿Qué ola tan grande levantó tu armadura

de fierro y  madera y te encalló en la arena?

¿El litoral de los poetas te sedujo en busca  de paz,

 y te dejaste ir con tus dolencias a cuestas  

cuando la marea  empujó tu frágil estructura?

 

¿Cómo perdiste la dignidad,

el orgullo que tenías al navegar las costas?

Arreciando tempestades, no le temías a nada.

Inflabas velas, tronaban tus mástiles,

y la quilla de acero se alzaba como una columna vertebral

con sus cuadernas.

Elevabas ancla, y un enjambre bullicioso de gaviotas

te acompañaba hasta el horizonte,

abriendo un camino de noctilucas proa al destino,

te alejabas ululando un ronco silbido.

 

Amadeus, viejo barco ballenero, te venció la codicia,

el afán de perseguir la victoria.

Ahora  los dedos de sal  penetran tus heridas,

muerden tu esqueleto quejumbroso

y te roe el viento desde la popa a la proa,

en busca del timón y enfilar rumbo.

Los cangrejos moradores te circundan

en el  silente deambular de las sombras,

pequeños fantasmas peregrinos

alzan sus tenebrosas  pinzas,

hambrientos de historias de lejanos viajes

en ultramar.

 

Viejo barco,  huérfano de todo,

sin tierra ni futuro, sin capitán,

abandonado por el tiempo en luna llena,

perdidos soles y caducos eclipses.

Tienes una plegaria  en tus labios fracturados

cuando te mece el vaivén de las mareas.

 

Amadeus,  anciano moribundo,

cada golpe del mar que infructuoso

amenaza con ímpetu mortal tu estadía,

estremece  los cimentos de tu carcasa.

Tus acerinos pies desollados se hunden cada vez más en el olvido.

Eres sólo un náufrago con un errático pasado,

un armazón  de fierros carcomidos por el mar,

 sosteniendo en el aire el arpón tras una imaginaria caza.

 

Amadeus, deja de soñar, eres una triste fotografía  en sepia

lamida por las olas, acunada en brazos de sal.

Tus huesos reclaman el descanso,

un sitio  donde  reposar  tanto rugido  de mareas.

Cada instante es más doloroso, los pernos que te mantenían

altivo caen en la  sedienta arena.

Todo en ti es un quejido lastimero

que retumba en  la noche tranquila,

cuando las olas ronronean sumisas y los cardúmenes

asoman sus cabezas para contemplar la luna.

 

Amadeus, te adormeces poco a poco

con el recuerdo de una música celestial,

mientras lentamente tu estructura

va quedando  esparcida  sobre la playa

con el estoicismo de un beso marino.

 

 


lunes, 1 de mayo de 2023

UNA CIUDAD ABANDONADA DE TODO


 

Las sombras salieron de sus escondrijos. Mucho tiempo esperaron el sonido único de unas pisadas. Era un obstinado silencio que se interrumpía por momentos, con ese monótono ruido quebrado brevemente por los insectos de la noche.

Los pasos se alejaron perdidos en algún callejón indeseable, oliendo tal vez por décadas los orines de los borrachos. El abandono es el rey de la desmoronada ciudad, piedra tras piedra salen al camino como pidiendo clemencia. El tiempo se anidó en el alero de una casa moribunda. El reloj universal marcaba los minutos, espolvoreando el calendario con su aliento reseco, mientras la oscuridad, susurró en los rincones en busca de una guarida.

Después del bombardeo vino el desalojo, ya nada quedó en pie, era imposible vivir en ese desorden, por el olor nauseabundo de los cadáveres semi- enterrados bajo los escombros. El viento sopló invierno, sobre los  moribundos árboles y el esqueleto desmoronado de los alegres barrios.

La ciudad yace inerte, adolorida por demasiado tormento, llanto y grito, se quedó en trance. Increíble  pensar que otros fueron los tiempos de su auge, cuando el bullicio  no daba espacio al silencio. Ahora recorre las solitarias calles de Aleppo un dolor que rompe el alma, es un sufrimiento impregnado a la tierra, a las fallecientes paredes, a los techos caídos, a las ventanas colgando de un hilo, a los muertos que ya se los tragó la noche más oscura que haya habido.

La luz aúlla en algún asilo, lo que parecía una llamada entre los edificios derruidos, pero las sombras curiosas la ocultan tenuemente sin saber  en dónde en realidad se esconde.

Aleppo, la ciudad abandonada a su  maldita suerte, ya no clama, no alza la voz en un angustioso sonido, se deja acariciar por el polvo antiguo que la lengua del viento agita, sin dejar nada que cubrir, nada que describa el minuto  de la destrucción, de la masacre, ni el rostro de los asesinos. El silencio atravesó temeroso la ciudad desierta y la devastación, lo siguió de cerca.

sábado, 15 de abril de 2023

NO PUEDO LEER

 


La lluvia inunda las páginas de este libro,

ha borrado las letras que se disuelven

en el mar que las atormenta sin ser leídas.

Trágico y desolado instante en que las veo

desaparecer sin pronunciar sus nombres,

contar sus historias, sueños inconclusos,

el llanto  impregna  sus vestidos grises.

La lluvia no escucha el clamor de las letras,

las ahoga antes de abrir sus bocas.

Desesperadas se aferrar a la hoja,

clavan sus uñas en la piel  del libro,

lo desgarran inmisericordes

en un afán de no desaparecer.

 Mis ojos no las pueden descifrar,

son sólo un borrón de tinta que lentamente se desliza

más allá del entendimiento.

Con rostros desvanecidos elevan sus ojos

sin  entender qué sucede,

deshechas por la mano líquida que las acaricia

inclemente.

 No puedo leer...

 Se agrava la situación a medida que la lluvia febril

taconea las páginas

y el viento las sopla divertido,

rasga las hojas y deja letras huérfanas

disueltas en la humedad.

 El espacio las recibe en sus brazos,

se apodera de  lo que pudo ser una historia,

nadie sabrá de ellas, lo interesadas que estaban,

cuando mi mano abrió las páginas y ellas,

asomaron sus caras con alegría.

 No pude leer... tal vez... no fue mi momento...

 

 

 

 

 


sábado, 1 de abril de 2023

UNA SOLA VEZ


 

Había una sola  vez, una escalera que ascendía y ascendía y nadie lograba alcanzar el final de ella, porque cuando se daban cuenta  estaban a pocos escalones del piso, a pesar de que  ellos sentían y se cansaban de tanto subir,  realmente todo era como una ilusión. Mucha gente del pueblo llegó hasta esta morada, solamente para  descubrir el secreto o el engaño de sus habitantes, incluso hasta sacaron fotos, pero nunca salía el final de la escalera. Algunos pensaron que la escalera estaba hechizada y que los ancianos que allí vivían eran brujos, en fin,  se hacían miles de conjeturas para darle  una respuesta al misterio de la escalera.

 Los ancianos repetían que ellos no sabían nada, que cada noche subían la escalera hasta el segundo piso en dónde se encontraban los dormitorios. El resto de la escalera, decían, continuaba hasta el ático, nada más. Pero los que subían jamás llegaban al segundo piso,  al parecer por más que se cansaban de subir escalones, siempre permanecían en  la planta baja, sin embargo los que  quedaba abajo como testigos, aseguraban verlos desparecer  al subir al segundo piso.

Esto era un intrincado problema que no podían resolver, argumentando que los viejos hacían algún truco o magia para que  todos quedaran convencidos de que subían. Muchos creían que realmente los ancianos eran brujos y los engañaban, por lo tanto, pensaron seriamente en  llevarlos  a quemar en la hoguera, pues estaban muy enojados y  decían que se  burlaban de ellos con sus trucos.

Los ancianos temían lo peor, ya casi no querían abrir la puerta para que gente de  otros pueblos vinieran a descubrir el engaño. La señora temblaba cada vez que le golpeaban la puerta, pidiendo disculpas por no abrir, pues se encontraba enferma, pero los golpes seguían hasta que el marido abría la puerta regañando a los osados.

Sucedió que, de un tiempo atrás, algunos de los hombres  que subieron no bajaron más, eso fue lo que hizo que los vecinos cuestionaran a los ancianos,  amenazándolos con los peores castigos si no decían la verdad, ellos argumentaban que todos los hombres habían bajado sin problemas, pero ya nadie creía eso pues faltaban muchos vecinos desaparecidos. Los ancianos aseguraban haberlos visto irse enojados por no saber el secreto de esa escalera y eso era todo lo que ellos podían confesar.

Un día vino el alcalde del pueblo con una  carta de sentencia para los ancianos,  él mismo subiría las escaleras, pero hizo que  los ancianos subieran primero amarrados con una cuerda a él. El anciano subió lentamente las escaleras seguido por su mujer y el alcalde, todo el pueblo se arrimó a ver la escena, ya que en la carta se aseguraba por consenso unánime que,  los ancianos serían llevados a la hoguera si no contaban el secreto, y  por esa razón el alcalde sería la última persona que subiría esa enigmática  escalera.

La gente  los vio desaparecer a los tres  al llegar al segundo piso, pero por primera vez el anciano y su mujer subieron al ático junto al alcalde. Subieron y subieron y nunca más regresaron, dicen que de repente una nube extraña  se posó sobre el techo de la casa, tan rara que no pudieron ver la chimenea ni sus volutas de humo, nada. Fue muy expectante ver la escalera vacía sin que nadie bajara por ella hasta entrada la noche. Entonces, asustados los vecinos persignándose de pie a  cabeza, decidieron prenderle fuego a la casa pues  decían que estaba embrujada. Cuando la casa se quemaba, sintieron los gritos del alcalde que según dijeron se escuchaba a pocos escalones del piso, y  entre el espeso humo de la quemazón, vieron algo que brillaba  girando camino a las estrellas.

Desgraciadamente el alcalde no pudo salvarse por el espeso humo que lo cubría y  sólo encontraron más tarde  un esqueleto amarrado por una cuerda  a lo que quedaba de la escalera. De los ancianos nunca se encontró nada. Unos dicen que les pareció ver una extraña nave desaparecer entre la humareda.

 

 

 

 

miércoles, 15 de marzo de 2023

EFERVESCENCIA


 

La vimos cruzar el abismo que nos separaba,

bajó junto a los helechos que se hundían en las aguas

desde los altos sabinos.

Mientras la hiedra  juntaba sus manos  de telaraña,

éstas se humedecían sin deshacer su genuina forma,

y el río las penetró tiempo tras tiempo.

 

Llegó aquí con una cortina de lágrimas,

oblicuas gotas rodaron por mi rostro

como una caricia, un beso líquido y traslúcido

cerró momentáneamente  mis labios en calma.

 

La niebla fluyó lenta y parsimoniosa, 

envolviendo nuestros cuerpos en su blanca sábana

y se deslizó por los surcos del río.

Fuimos sólo dos libélulas enamoradas

dibujando corazones sobre la cubierta del agua,

embriagadas de complicidad por el encuentro.

La transparencia de la niebla, en momentos

fue absorbida por las fisuras de las piedras,

llegando a confundir todo con su manto de bruma.

 

La noche, de pronto,  nos liberó de su húmedo abrazo,

abriendo el tejado del   cielo,  se asomó el universo

con ojos de brillante complacencia.

La neblina taciturna, deslizándose como una gacela

por entre la sedienta boca del humedal, 

fue dejando sus hebras de plata

sobre los verdes helechos,

y pudimos contemplar la  redonda luna

salir de la tierra en  llamarada de pálida fosforescencia,

quien nos miró con placentera  excitación.

 

Tomados de la mano nos dijimos tantas palabras

que se fueron río abajo, deshojadas

en ondas silentes, sueños de espuma,

navegando por las riberas del amor.

 

 

 

 

 

 

jueves, 2 de marzo de 2023

HISTORIA DEL CAMINO


 

El camino, se alza, desciende, se esconde tras una roca, zigzaguea en busca de la sombra, se va colina abajo.

El camino es imprevisible, se pierde en la distancia, se distorsiona en la lejanía. Tiene años  serpiente, tan antiguos como las piedras. Ha sentido los azotes del destino, las ruedas de las carretas, las pisadas de los bueyes, el bramido del viento que pasa alborotando sus pasos y el polvo de las estrellas.

El camino  siempre amanece mostrando  su cinturón perdido, indicando algo, mientras se bifurca en otras sendas. Sube y baja los cerros, se pierde y aparece como si nada. Es tan antiguo que ha extraviado el rastro de su origen, los recuerdos  quedan esparcidos a la orilla  de la memoria. No se hace problema, siempre habrá alguien que lo cruce o le pida  que lo lleve hasta el punto del olvido, hacia más allá de la indolencia.

El camino cada cierto tiempo se renueva, las huellas lo liberan de malos momentos, cuando un hombre lo destruye otros lo reparan de sus grietas y continúa, no puede detenerse en sus andadas y hace caminos en las desoladas praderas, en los desiertos sedientos, en las soledades y los bullicios, en las riberas atormentadas de ríos, abrazadas de mar y en las altas montañas vestidas de nieve encaramándose en las nubes, siempre estará allí entre los juncos de la selva, en los senderos del hambre y  en los de la abundancia.

El camino viene y va sin mortificaciones, con su voz de tierra señala una ruta, canta en las noches estrelladas con voces de batracios y grillos, guía a la blanca luna y la encamina hacia el espejo de aguas para que contemple su cara de harina, o llevarla por un sendero de noctilucas a contemplar las medusas.

No tiene final, es infinito, sube las cuestas de los cerros y  baja ondulando como una serpiente, se interna en los campos tras la huella de las bestias para lucir como nuevo en las  asfálticas carreteras uniendo pueblos y países en una larga y moderna huella que  enlaza con brazos amorosos a todo el planeta.

Es imprescindible, cuando el fuego llama con urgencia a los bomberos  y las ambulancias ululan su paso hacia los hospitales en una carrera de vida  o muerte. Siempre el camino estará allí en todos las etapas,  en  las cuatro estaciones y en los meses del calendario de todos los tiempos.

Guarda entre la arena y el polvo acumulado  la descendencia del hombre, sus  pasos cansados y sus brincos. Es ancestral, posee en sus   páginas las pisadas del humano y los animales que transitaron por sus senderos y marcaron las piedras para orientarse.

La lluvia le lava la cara con insistencia y le  deja profundas cicatrices que el tiempo luego cubre con sus manos de arcilla, no es rencoroso, deja que los implementos naturales pasen por sus múltiples avenidas, desojando flores, arboles, frutos y revolviendo las arenas resecas de los desiertos.

Hay caminos que se internan en cavernas transitadas solo por los hombres primitivos marcando una estadía primordial, única y misteriosa que se pierden en las entrañas de la tierra, en donde muestra  pinturas rupestres que dan crédito a su  presencia  en aquellas soledades.

El  canta con voces de guijarros, alegre como sonaja de arrieros, cruza  los cerros en el ulular del viento, va sin parar hasta perderse en la lejanía con su  canto de chicharras.

Guía a los peregrinos en sus  andanzas de fieles indicando los descansos en las cuentas de sus rosarios de plata. No tiene límites en acompañar a viajeros que recorren sus trazos. El camino no tiene apuro a que  lo transites en cualquier edad que tengas, allí estará como un fiel amigo, esperando que te atrevas hasta el final de tus días.