jueves, 15 de junio de 2017

EL BUITRE



Cuando abrí la puerta el buitre estaba allí en la misma rama, observando algo que no pude adivinar. Me asombré de volverlo a ver desde esa mañana. ¿Sería el mismo animal?, ¿me pregunto ahora, qué espera? Supongo que estas aves son  de rapiña y comen cosas en descomposición. Por eso,  estuve  mirando los alrededores, tal vez podría haber algún animal muerto.
El buitre no me perdía pisada,  estaba atento a cualquier movimiento que hiciera. Sus ojos malévolos fijos, me comenzaron a molestar, le hice un ademán con la mano, pero él sólo movió su rojo cogote y siguió cada uno de mis movimientos con más atención.
Me sentí cohibido con ese feo animal que no me perdía de vista y entré a la casa. Me sorprendió el desorden que en ella había, no recordaba haberla visto en tal estado. Platos sucios con desperdicios de comidas antiguas aún permanecían en la mesa. La cocina era un asco, ¿es que aquí nadie hace aseo?
La pregunta quedó en el aire sin que nadie la contestara. Entonces recordé a mi mujer y a mis dos hijos, seguramente estaban dormidos en sus respectivos dormitorios, pensé,  y  allí me dirigí. Abrí la puerta de los niños, y  el cuarto estaba totalmente vacío. No lo podía creer, ¿qué está pasando aquí?
Fui directo a mi recámara que compartía con mi  esposa. La pieza  estaba toda revuelta, la cama desordenada, y al mirar el closet sólo había ropa mía. Me llevé las manos a la cabeza en un afán de comprender qué estaba pasando. ¿Desde cuándo estaba solo? ¿Cómo no me di cuenta de que ellos no estaban en casa? Por lo que veía, algo grave había sucedido, pero, ¿cómo yo no sabía qué pasó? Esta pregunta me crispaba los nervios, mi cabeza estaba a punto de estallar, todo era inaudito, alguien me estaba jugando una broma de muy mal gusto.
 De pronto, traté de  recordar mi nombre y no lo logré, por más que  me estuve esforzando una nube circunnavegaba mi cerebro impidiendo hilvanar mis pensamientos. Al pasar junto a la ventana  pude constatar que el buitre continuaba  allí impávido. Retrocedí disgustado.  Abrí la puerta, y  antes de salir tome un bastón con el fin de espantar a ese maldito animal, que me estaba sacando de quicio. Sin embargo,  al mirarme en el espejo del paragüero, vi con horror a un hombre lleno de heridas putrefactas que me miraba con espanto. En ese instante el buitre se lanzó sobre mí con sus  garras afiladas y caí bajo su peso mientras su pico destrozaba mi cara.


viernes, 2 de junio de 2017

VICENTE HUIDOBRO



Noto empuja tu corcel bajo  la cima del desaliento.
La soledad invade los cerros y quebradas con infinita
tristeza de madre.
Los lugareños te ven galopar sin fatiga  Vicente,
por las desiertas cumbres de tu tierra.
Llevas el ímpetu embravecido y orgulloso de tu estirpe,
y no le temes a nada, incluida la soledad que te rodea
con sus brazos silentes.

Bajo las sombras de la tarde, espectros de amores antiguos
circunnavegan tu  sepulcro vestidas de negro,
esperan ver el mar cuando abras la puerta
de tu epitafio.
Vicente recita al viento tu poema Altazor,
ve en aras de tu cabalgadura
y vuela junto  a  tu paracaídas.

En lo alto del cerro yace tu sosiego,
entre cardos y  tréboles silvestres va tu nostálgico canto,
se enredan sus notas al pasar por tu casa museo.
Bajas de tu caballo y visitas tu aposento,
cuántos recuerdos Vicente,
ahora  reposan a la deriva, sin atajos, el viento los besa.
Tu pájaro  de luto se ha ido  cuando la noche caía
en miles de estrellas sobre tu mausoleo.

Vicente, que soledad reina  a tu lado,
¿Quién te  llora más que la lluvia?,
silenciosa se queda contigo mientras  a lo lejos el mar,
tu fiel compañero,  sacude su pañuelo de espuma,
y te saluda desde el océano,
desde el litoral,  que aguarda a  los poetas.