miércoles, 15 de agosto de 2018

EL HOMBRE DE PLÁSTICO




Érase una vez un hombre que se creía normal, a pesar de que era un fanático de la comida chatarra, hasta que descubrió algo que lo hizo entrar en pánico. Esa mañana al lavarse la cara, notó algo como si su rostro se estuviera despellejando, una fina película de la supuesta piel se deslizó suave entre sus dedos. ¿Qué es esto?, se dijo. ¿Será tal vez que después del sol del verano mi piel tostada se está cambiando? No le dio mucha importancia y salió a hacer sus compras como siempre. Compró un hermoso pescado para la comida y unas hortalizas para la ensalada. Hoy voy a comer comida real, pensó.
Al llegar a casa se dispuso a limpiar su pescado con un cuchillo bien filudo. Le sorprendió que la piel del pescado no tuviera la misma consistencia normal, sino que, parecía una piel plastificada que costó para romperla, pero eso tampoco le llamó mucho la atención, sólo una mueca de duda nada más y la idea de que el pez se alimentó de puro plástico, pero la desechó por ridícula.
Por más que le puso aliños el pescado sabía a neumático, un sabor profundo a petróleo. ¡Uy, qué raro!, se dijo, este pescado no tiene sabor, está con gusto a nada, luego le pareció que las ensaladas por más que las trituraba con sus muelas, éstas crujían, y al sacar un pedazo de lechuga le pareció un trozo de nylon. ¡Huácala!, hoy he fracasado con mi comida, está horrible, no sé dónde plantaron está lechuga que parecen cualquier cosa menos lechuga. Desalentado, fue hacia su sillón favorito y se sentó a ver tv y abrió un paquete de papas fritas, y comenzó a devorarlas. Pero allí, se fijó en sus manos, se notaban muy despellejadas y al pasarse los dedos por la cara, trozos de una fina película se desprendieron de sus mejillas con facilidad. El Hombre espantado pensó que había adquirido una rara enfermedad y llamó a su médico para que lo atendiera de urgencia, pero éste le dio hora para el otro día.
Desesperado el hombre se recostó y trató de llorar, pero sus ojos permanecieron secos, ni una sola lágrima asomó al lagrimal, trató de sonarse, nada, quiso correr a la cocina y sus piernas se doblaron por la mitad y quedó en medio del pasillo, luchando por aferrarse a una puerta ya que no podía avanzar. Pronto sus brazos se doblaron como un trozo de tela, sin derramar una gota de sangre, trató de gritar y su garganta emitió un ruido como cuando alguien rasga un trozo de papel y allí quedó sin movimiento.
Al día siguiente llegó la señora que hacía el aseo y encontró un trozo de plástico en el suelo, con la forma de un bolsón. Umm, esto me puede servir para echar la basura se dijo y lo colocó dentro de un tiesto en la cocina. Luego, vio los trozos sin comer del pescado y la verdura. Ah, exclamó, esta juventud come pura comida chatarra y cuando tiene comida de verdad ni la toca.  Debe de tener el estómago lleno de plástico, con tanta basura, comida de dudosa procedencia. Y luego la señora siguió haciendo el aseo, mientras el hombre con el cuerpo plastificado observaba con sus ojos plásticos de pánico, como se iba llenando de porquerías y basura su cuerpo de bolsa.




miércoles, 1 de agosto de 2018

LA TARDE Y LA NOCHE





La tarde se estira como una serpiente hasta atrapar la noche,
ésta huye de sus delicados rayos,  al comienzo,
una danza de hojas y pétalos estalla a  su  alrededor,
luego, la noche  cuidadosamente la cubre con su manto estrellado
y la tarde se adormece convirtiéndose en un sumiso gatito.

La tarde y la noche se citan cada día,
discuten, se agravian,
se abrazan y pelean,
sin embargo al final, vuelven a ser amigas.

La tarde no quiere que la noche pinte el cielo de oscuridad
pero a la vez le gusta ver brillar  a las estrellas,
aunque se adormezca y se apaguen en sus ojos.
La noche en cambio hace  sufrir al minotauro,
le derrama su sangre por sobre el crepúsculo,
y le pinta la capa hasta confundirlo con el infinito.

Cuando el alba  madruga y bosteza un trino de pájaros
sobre la enfadada noche,
la oscuridad cierra sus alas  y se arropa para otra
zambullida en los confines del mundo.
Blancos vellones surcan el azul
y el viento  tibio suavemente  empuja su rebaño de nubes
hasta perderse en el horizonte.
La tarde espera en su mullida siesta
otro confrontamiento con su negra rival: la noche.