lunes, 15 de marzo de 2021

EXTERMINIO


 

Hay gente nueva viviendo en este barrio. Antiguamente casi todos nos conocíamos: buenos días señora Tina, ¿Cómo está don Pepe? ¿Qué dice mi ahijada?, ¡cada día más grande!, y ¿los niños que no los he visto?, ah, están en la escuela, en fin, esas eran las diarias preguntas para iniciar una nutrida charla con los vecinos, pero desde hace un tiempo, hemos ido quedando aislados, la mayoría, por defunciones de mis antiguos vecinos, sin saludos y sin esas amenas reuniones mientras barríamos la calle, pues  a los nuevos inquilinos  sólo los miras muy de vez en cuando, y apenas  levantan una ceja si esperas que te saluden como corresponde.

Recuerdo con nostalgia los años 2000, ¡qué tiempos aquellos! No le dábamos importancia a las noticias,  anuncios de que seríamos invadidos por extraterrestres, que naves no identificadas rondaban nuestro cielo, nada, nos reíamos haciendo chistes. Pero la realidad ha ido cambiando nuestro modo de vivir y de pensar, ahora, todos te miran con desconfianza,  podrías ser uno de ellos y nadie se arriesga a creer de primera vista que tú no eres alguno de esos invasores.

Cuando se supo por el año  2012 que se podían hacer trasplantes de rostro, pensamos que era como un milagro que personas con caras desfiguradas por algún accidente o ataque  animal, pudieran tener la posibilidad de vivir una vida más normal, sin ocultar su rostro deformado, eso sí, fue un gran adelanto. Pero nadie pensó que  ese adelanto de la medicina, sirviera a seres invasores, como recurso para sus fines  de apropiarse lentamente de nuestro planeta.

Ahora cada vez que alguien pasa por mi lado temo mirarlo a los ojos y descubrir que han comenzado a llegar a mi barrio. Un amigo me lo dijo, tienen un defecto en los ojos, por eso usan lentes, pero ¿cómo saberlo? Si ya nadie te mira a los ojos, las miradas se desvían y pasamos temerosos a ser atacados, si perciben que los has descubierto. También dicen que sus dientes son más puntiagudos, pero igual, ¿cómo podría averiguarlo si no te hablan, y menos te sonríen?

Alguien dijo que son caníbales o algo por el estilo, que para apropiarse de los rostros, salen de cacería en las noches y se adueñan  de las víctimas, les sacan los órganos y  hacen implantes en sus cuerpos  que aún no se han adaptado muy bien a la tierra y de vez en cuando, necesitan cambiar alguna de sus partes.

Del barrio sólo queda mi amigo  Carlitos, pero está tan viejo que sus piernas  ya no le permiten  caminar como antes,  así que voy a atreverme a salir con mis noventa años a cuestas y caminaré hasta su puerta. Debo ser cauteloso, no despertar sospechas a la infinidad de mascotas electrónicas que están apostadas en los jardines y puertas de estos nuevos residentes. ¿Quién sabe?, en este año 2060 han introducido nuevos métodos de controlarnos, si son extraterrestres, puede que ya me tengan  dentro de la lista vecinal de exterminio.

lunes, 1 de marzo de 2021

HOJAS CAIDAS

 


Hoy viajo en el tren del recuerdo, del olvido.

Un tren lleno de nostalgias frustradas, alegrías incontenidas

y memorias que yacen en los surcos del tiempo.

Este tren se detiene en estaciones insospechadas,

abre sus puertas a los que suben, nunca bajan.

Yo estoy allí, inmersa en un extraño sueño,

en donde soy la anfitriona

que tácitamente da la bienvenida

a seres conspicuos de refinados gustos y otros, los más,

de insignificantes presencias.

 

En este tren el maquinista no muestra su rostro,

su aspecto es oscuro, arrogante, domina toda situación sin salir del tren.

Este personaje, dice ser el final, no existe nada más que su mandato.

Y entonces, busco mis ojos, mi cuerpo, quiero despertar,

no deseo continuar atada a algo que no existe.

Mas, los dedos del tiempo me retienen

y apagan la luz en el fondo del entendimiento.

 

 Mi voz se retuerce entre las cuerdas flojas de un violín desesperado,

He quedado adherida a las ventanas del tren

con un largo sollozo de impotencia.

 

No puedo despertar, estoy atrapada en un letargo infinito,

que no termina, me lleva hasta la inaudita  pesadilla.

No sé si podré escapar a la realidad, o si la realidad es otro sueño.

Y, si es así, ¿cuál es la verdad de la existencia?

 

Atrapada en una somnolencia navego sin  tiempo.

Soy como el viento que revolotea

hojas caídas del árbol

y las deja caer sobre los cristales de un poema

en un círculo sempiterno.