lunes, 15 de mayo de 2023

AMADEUS

 

Amadeus yace recostado en la playa

su cuerpo oxidado es lamido por la ola

una y otra vez.

Por entre las vertebras de su esqueleto roído

anidan cientos de pasajeros obligados,

jaivas y ostiones se cobijan y le piden protección.

 

Oh Amadeus, ¿cómo llegaste allí?

¿Qué ola tan grande levantó tu armadura

de fierro y  madera y te encalló en la arena?

¿El litoral de los poetas te sedujo en busca  de paz,

 y te dejaste ir con tus dolencias a cuestas  

cuando la marea  empujó tu frágil estructura?

 

¿Cómo perdiste la dignidad,

el orgullo que tenías al navegar las costas?

Arreciando tempestades, no le temías a nada.

Inflabas velas, tronaban tus mástiles,

y la quilla de acero se alzaba como una columna vertebral

con sus cuadernas.

Elevabas ancla, y un enjambre bullicioso de gaviotas

te acompañaba hasta el horizonte,

abriendo un camino de noctilucas proa al destino,

te alejabas ululando un ronco silbido.

 

Amadeus, viejo barco ballenero, te venció la codicia,

el afán de perseguir la victoria.

Ahora  los dedos de sal  penetran tus heridas,

muerden tu esqueleto quejumbroso

y te roe el viento desde la popa a la proa,

en busca del timón y enfilar rumbo.

Los cangrejos moradores te circundan

en el  silente deambular de las sombras,

pequeños fantasmas peregrinos

alzan sus tenebrosas  pinzas,

hambrientos de historias de lejanos viajes

en ultramar.

 

Viejo barco,  huérfano de todo,

sin tierra ni futuro, sin capitán,

abandonado por el tiempo en luna llena,

perdidos soles y caducos eclipses.

Tienes una plegaria  en tus labios fracturados

cuando te mece el vaivén de las mareas.

 

Amadeus,  anciano moribundo,

cada golpe del mar que infructuoso

amenaza con ímpetu mortal tu estadía,

estremece  los cimentos de tu carcasa.

Tus acerinos pies desollados se hunden cada vez más en el olvido.

Eres sólo un náufrago con un errático pasado,

un armazón  de fierros carcomidos por el mar,

 sosteniendo en el aire el arpón tras una imaginaria caza.

 

Amadeus, deja de soñar, eres una triste fotografía  en sepia

lamida por las olas, acunada en brazos de sal.

Tus huesos reclaman el descanso,

un sitio  donde  reposar  tanto rugido  de mareas.

Cada instante es más doloroso, los pernos que te mantenían

altivo caen en la  sedienta arena.

Todo en ti es un quejido lastimero

que retumba en  la noche tranquila,

cuando las olas ronronean sumisas y los cardúmenes

asoman sus cabezas para contemplar la luna.

 

Amadeus, te adormeces poco a poco

con el recuerdo de una música celestial,

mientras lentamente tu estructura

va quedando  esparcida  sobre la playa

con el estoicismo de un beso marino.

 

 


lunes, 1 de mayo de 2023

UNA CIUDAD ABANDONADA DE TODO


 

Las sombras salieron de sus escondrijos. Mucho tiempo esperaron el sonido único de unas pisadas. Era un obstinado silencio que se interrumpía por momentos, con ese monótono ruido quebrado brevemente por los insectos de la noche.

Los pasos se alejaron perdidos en algún callejón indeseable, oliendo tal vez por décadas los orines de los borrachos. El abandono es el rey de la desmoronada ciudad, piedra tras piedra salen al camino como pidiendo clemencia. El tiempo se anidó en el alero de una casa moribunda. El reloj universal marcaba los minutos, espolvoreando el calendario con su aliento reseco, mientras la oscuridad, susurró en los rincones en busca de una guarida.

Después del bombardeo vino el desalojo, ya nada quedó en pie, era imposible vivir en ese desorden, por el olor nauseabundo de los cadáveres semi- enterrados bajo los escombros. El viento sopló invierno, sobre los  moribundos árboles y el esqueleto desmoronado de los alegres barrios.

La ciudad yace inerte, adolorida por demasiado tormento, llanto y grito, se quedó en trance. Increíble  pensar que otros fueron los tiempos de su auge, cuando el bullicio  no daba espacio al silencio. Ahora recorre las solitarias calles de Aleppo un dolor que rompe el alma, es un sufrimiento impregnado a la tierra, a las fallecientes paredes, a los techos caídos, a las ventanas colgando de un hilo, a los muertos que ya se los tragó la noche más oscura que haya habido.

La luz aúlla en algún asilo, lo que parecía una llamada entre los edificios derruidos, pero las sombras curiosas la ocultan tenuemente sin saber  en dónde en realidad se esconde.

Aleppo, la ciudad abandonada a su  maldita suerte, ya no clama, no alza la voz en un angustioso sonido, se deja acariciar por el polvo antiguo que la lengua del viento agita, sin dejar nada que cubrir, nada que describa el minuto  de la destrucción, de la masacre, ni el rostro de los asesinos. El silencio atravesó temeroso la ciudad desierta y la devastación, lo siguió de cerca.