Lágrimas que caen y ruedan
despeñándose sobre un abismo sin fin.
Evaporadas ante la redondez y negrura
del sol de la melancolía
con una casualidad absoluta.
Las lágrimas tienen orugas ácidas que pulen las avenidas,
y aspiradoras en cada árbol de la ciudad.
Las lágrimas suben como fríos redondos
por las espaldas de los buzos
y forman un crepúsculo celeste
donde el tiempo camina con pasos de dinosaurios
y los ojos se llenan de estiletes de rosas.
Las lágrimas no saben de horas ni de espacios,
se mueren en sustos azules
como pedazos de estrellas zozobrados
en las atarjeas del cosmos.
Las lágrimas se pueden ir aunque no lo quieran
por una turbulencia de amatista
o esconderse en cajas vacías de ausencias.
Se desmoronan con una leve crepitación floral
al primer aletazo de la tristeza.
En las lágrimas los pájaros comen telarañas
y hacen sus nidos en el rastro de un recuerdo.
Las lágrimas se derriten cuando la música
las tienta con sus espinas húmedas
y vuelven la nieve en ellas, sal de zafiros.
Entonces amanece una fosforescencia lejana,
por cada lágrima perdida,
por cada lágrima encontrada,
que ilumina la huella romántica
dormida en una ilusión.
Hermosas imágenes provee tu poema en la imaginación del lector. Me gustó.
ResponderEliminarapología magnífica...
ResponderEliminarGracias querida manchita por tu comentario. Besitos de Marianela.
ResponderEliminarEstimada comadre Ro, esta alabanza es para todas las lágrimas vertidas. Besitos y gracias de Marianela.
ResponderEliminar