jueves, 15 de agosto de 2019

EL REFUGIO




La cabaña estaba allí  en lo alto, muy cerca del océano, el precipicio y el bosque. Delgadas nubes se mecían en un cielo encapotado a punto de convertirse en lluvia. Como un anuncio que algo iba a cambiar, pero aún no se dejaba ver.
Los árboles mecían sus melenas embelesados de altura, el abismo abrió su boca soplando un viento marino, mientras las olas embravecidas azotaban sinuosas el  acantilado. Aves marinas bulliciosas revoloteaban cerca de sus nidos empotrados en la muralla rocosa, y el hombre avanzó luchando con el viento que pretendía arrebatarle la bufanda, mientras maldijo y rumió algo siniestro.
Sus pasos parecieron llevarlo directo hacia la cabaña, pues seguía el sinuoso camino cubierto de arbustos que por momentos le detenían, agarrándolo con sus delgados brazos, tal vez, impedir que continuara.
El sollozo del cauro se dejó escuchar, venía jalando las ramas de los árboles arrancando algunas hojas, mientras el hombre torció su camino y se alejó de la cabaña. Con pasos presurosos, como alguien que va  tomar un tranvía, se fue adentrando entre los altos arbusto que en un esfuerzo supremo se aferraban a su abrigo, tal vez para impedir el paso fatal, hasta encontrarse con el precipicio.
En la cabaña, el tiempo se detuvo, la soledad lagrimeaba en un rincón olvidado del mundo, ya no era  refugio de nadie.




2 comentarios:

  1. Rocío L'Amar Interesante comadre, el cauro creció y se hizo hombre. Abrazos desde Sanpeter.

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  2. gracias comadre, besitos para ti y Sanpeter

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