martes, 1 de octubre de 2019

CONTIGO LA VIDA SE HACE FÁCIL





La lluvia cae con su halo de besos húmedos,
resbalan por mis mejillas y me hacen reír,
hasta que alguien me despierta,
y pregunta con voz de flauta
¿por qué esa risa estridente escapa sin tregua
y corre por toda la casa arrastrando las alpargatas nuevas de la abuela
y se despiertan sorprendidos, grillos desarmados de sus instrumentos?
Mientras,
Tú me miras tiernamente y tocas mis cabellos
y dices en  susurro, mi  hermosa  loquita está contenta.
La casa tiembla con el ventarrón,
me acurruco cerca de tu pecho
cuando un recuerdo me atraviesa cual relámpago.

Por la ventana  se ven volar las hojas de los árboles
como una despedida inmediata
y la abuela trajina bajo el alero de la cocina,
conversando consigo misma algo que se le olvida.
Trato de no pensar.
Yo te miro, hay tanto amor en tus ojos
que veo florecer enredaderas de pensamientos
por toda  la habitación y me calmo.

Yo  te miro,  cuando me acaricias con tanta ternura,
tengo ganas de llorar, es un sentimiento que invade
como la lluvia los ventanales de la casa
y los recuerdos se agolpan en mis ojos.
La abuela sigue en su ajetreo, no da tregua,
 no sabe dónde dejó esa cosa,
hurga en los estantes, abre las puertas,
murmura dejando palabras adosadas a las murallas,
y se va a lo largo del pasillo.
Entonces tú sonríes, dices amor, se acabó la siesta,
y yo modosa como una gata dormilona, maúllo
abrazada a tu pecho: ¿ya es  hora?

Vamos, amor, alguien trajina las ollas,
parece que la abuela no se ha ido del todo,
todavía no cruza el horizonte,  algo se le ha perdido.
Amor, no es nada, es solo un sueño, el ruido
del pasado que no quiere irse.
Tú sonríes, y te levantas, vamos, invitas,
vamos que hay que despedir a la abuela,
acompañarla en su último destino.

Todo en la casa se aquieta,  vuelve el silencio
a ocupar su espacio.
Te miro, deslumbrada, tienes tanta paz en la voz
y te digo, amor, contigo la vida se hace fácil,
las penas  se hacen livianas,
las pérdidas toman su camino de espuma
y se marchan por el hueco del olvido.

La abuela puede continuar su estancia,
su halo sigue habitando la cocina,
y ella siempre, será bienvenida.

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