viernes, 1 de noviembre de 2019

NUNCA HABLAMOS DEL SILENCIO





H
emos caminado juntos los atardeceres, las adversidades,
vislumbrado el aura de un nuevo día,
cruzado umbrales llenos de primavera.
Y hemos compartido el pan, la sal, el calor de nuestros abrazos,
largos inviernos de gélidos rostros, el lugar del sueño y del descanso.

Pero nunca hablamos del silencio, de la separación permanente.
Nunca mencionamos siquiera el dolor, la triste realidad
de andar la vida acariciando sueños imposibles,
sin convencernos de que todo
en un momento se acaba.

 En nuestro lenguaje de amor no existían tales palabras,
nos sentíamos indestructibles estando tan juntos,
siendo dueños del universo,
eso creíamos, y ahora, cuando faltas, cuando no llegas
y te alejas más allá de las tinieblas, no tienes  justificación,
sólo una terrible soledad, una mudez en tus labios que acongoja.

Ahora, cuando abandonas tu lugar en la cama,
y sólo la silente oscuridad rodea mi cuerpo,
y dejas mi mano extendida en busca de tu amparo, te pregunto,
¿por qué nunca hablamos de este infinito silencio?
¿De esta angustia que lacera el entendimiento?
Nunca mencionaste que te irías primero,
 repentinamente, en medio del camino.
¿Cómo puedes alejarte así, sin palabras?
¿Cómo te atreves a morir, si eras eterno?

¿Por qué nunca hablamos del silencio, del dolor, de la ausencia?
¿Por qué nunca compartimos eso?
¿Por qué yaces indolente a mi llamado, displicente a mis ruegos?
¿Cómo pudiste dejarme sola, con tanta tristeza?
Y ¿cómo podré seguir sin ti, huérfana de tu mano,
sin la esperanza del retorno?




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