domingo, 1 de diciembre de 2019

DESPERTAR DEL PUEBLO


Más despierto que nunca
el pueblo sale a las calles,
las hace suyas, las escribe, les da vida.
La impotencia se ha desatado
del nudo horrible que la maniataba,
el miedo se esconde en una esquina,
la fuerza ruge en la marcha
y amenaza la estructura impuesta.

Chile de las AFP, del hambre disimulado,
de  impuestos exorbitantes,
de  salarios de pobreza,
de  educación de segunda clase,
de  hospitales de muerte.

Chile ha despertado  del abrazo mortal que lo oprimía,
de trampas insidiosas,  impunidad desmedida,
impuestos condonados a empresarios,
delincuentes profesionales.

Chile país de caretas, sonrisas hacia el mundo,
mientras detrás de las fronteras
las lágrimas no encuentran consuelo,
ante una pared de hipocresía,
la ignominia de la clase dominante,
el abuso  e inequidad, hacen que la sonrisa se disuelva.

Chile inédito e intolerante para la vejez,
que muere y se suicida sin el medio para subsistir
el mísero destino que se presenta.
De  una juventud sin futuro,
despojado de todo, del agua y la sal,
del derecho de vivir sin sobresaltos.

El pueblo  se moviliza,
ha dicho basta de opresión asolapada,
de una Constitución de tiempos  represivos
que solo representa a los poderosos,
a trasnacionales y voraz oligarquía.

La rebelión del pueblo ha salido a las calles,
reclama su lugar en La Historia,
el derecho a ser parte de las decisiones,
 a no ser manipulado desde el extranjero,
a ser asediado por cámaras, drones y represión
para seguir maniatados
y como zombis caminar un rastro trazado
sin discusiones, lleno de amenazas.

Chile no puede más,
la voz del pueblo se hace presente,
no hay más tiempo que perder,
 la paz y la vida  son amenazadas feroz
y continuamente
por  demagogos  insaciables
que dictan las leyes desde sus bunker de lujo.
El pueblo se cansó de tantas mentiras,
promesas incumplidas y engañosas,
que solo corroen el alma y los sueños.

Ahora todo se ha desbandado,
las marchas pacíficas se han visto
interrumpidas por delincuentes encapuchados,
que han producido el caos necesario para la intimidación,
el saqueo organizado, la destrucción de edificios históricos,
incendios y toda clase de desmanes,
luego, son adjudicados a los ciudadanos
que  solo piden una nueva Constitución,
a los muchachos que  son blanco de la ira de los uniformados
apuntando sus  balines, perdigones, y balas de goma
indiscriminadamente  a los ojos,
cegando a más de 241 jóvenes,
asesinando a más de 20 personas,
torturando y violando a detenidos,
sin contar a los desaparecidos de estas protestas.

Chile pide un cambio,
que sus autoridades reflexionen pronto
entre la nebulosa de las lacrimógenas,
y se sometan  a escuchar el clamor del pueblo
antes que sea demasiado tarde,
porque ahora el caos anda suelto en las calles,
atizado por los que quieren
que continúe  la opresión.

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