Cuauhtémoc Vite y el “Abismo de los pájaros”, pensé. De pronto el libro tembló en mis manos. La primera página rechinó como una enorme puerta. Invadida de curiosidad, crucé el umbral.
Un bosque se presentó ante mí con sus inmensos árboles sumergidos en la
bruma de un sueño. Mis pasos cautelosos, siguieron lentamente el camino
dibujado por la diestra pluma de Vite, con trazos que reptaban sin cesar,
adentrándome en esa tupida maraña de hojas y ramas. De un espejo en medio de un
claro, salió volando una parvada de ojos y sílabas asustadas que se perdió en
el azul del infinito. Me estremecí de ansiedad, sentí no era grata en aquel
paraje, pero a la vez, eso despertó más mi deseo de continuar. Cada ángulo en
donde posaba mi vista ocultaba algo: ventanas húmedas de literatura, puertas
llenas de incógnitas incitaban mi interés.
Cuanto más me adelantaba, las sombras mañosas se asían a mi cuerpo con
mimos suplicantes tratando por cualquier medio, impedir mi ingreso a lo
secreto. Los espejos verdeaguas entre el follaje, reflejaban por instantes mi
figura que se iba deshojando a medida avanzaba. Descubrí, dentro de mí otro ser
que ansioso dictaba mis designios. Cada reflejo mío se convertía en largas
gotas de lluvia y mi imagen, lentamente resbalaba hasta quedar como una oscura
sombra recostada sobre el verdor del césped. Lancé una dura palabra
recriminando al autor de este labio de laberinto que incitaba mi deseo de
recorrerlo pese al peligro que de él mismo se desprendía. Pero continué no
importando nada.
Al traspasar el umbral de la página veintitrés, un torbellino de metáforas
de hermosísimos significados me llenó los ojos de emoción sin límite. Quedé
deslumbrada, sin emitir palabra, con la mudez de la sorpresa y a la vez de la
satisfacción. Una calma absoluta llenó mi espíritu de alegría, entonces caminé
con decisión; extendí mis alas adormecidas por tanto tiempo y traté de alcanzar
la última imagen que bailaba entre mis labios, pero no pude, se fue en un dulce
vuelo. Sin embargo, otro séquito de insospechadas prosas acudió a mi incursión.
Abrí los labios y una aguda exclamación escapó sin quererlo; un espejo cercano
se trisó en miles de mariposas, espantadas volaron en distintas direcciones.
Ellas dibujaron en el aire letras profundas que agonizaban al caer sobre la
boca abierta de la siguiente página.
En algún lugar, Vite se escondía tras la flama labial del silencio. Debía
encontrarlo, ahora sí sabía la razón que guiaba mis pasos. Él no podía seguir
solo sembrando en la hondonada blanca y fría de pausas y acentos. El temor a lo
desconocido desapareció por completo de mí ser y mi empeño de encontrarlo
superó toda expectativa.
Las páginas se precedían una a otra con una rapidez sorprendente y dejaban
en mis labios un leve rastro de miel, la exquisitez que manaba de cada verso,
prosa, pensamiento. Cada vez me sentía más cerca, las figuras afloraban dóciles
y apacibles endulzando mis ojos como el beso de la brisa.
Las sombras empecinadas en no dejarme avanzar desistieron de su empeño y se
fueron a ocultar somnolientas y desanimadas bajo un campo de hojas secas.
¡Vite! Llamé con voces diferentes que se apresuraron a volar lejos. ¡Vite!
No te escondas entre tanto follaje. ¡Eres grandioso! Grité para entusiasmarlo a
descubrirse. Las hojas invadidas de invierno se dejaron caer sobre mi pequeña
figura que zigzagueaba en el pasto. ¡Vite, por favor!, un último cuento, un
pequeño verso, pedí con melancolía. Sin embargo, Vite no respondió desde su
escondite de pensamientos. No vino a mi encuentro, y de pronto, la última
página se desplomó ante mi vista. Espantada quise regresar. Abrir esa puerta
que me alejaba de aquella maravilla. Pero al precipitarme quebré un espejo y todo
se esfumó tras las briznas de mi ensueño.
Abismo de los pájaros quedó tintineando en el espacio de mi mente. Vite,
musité, me has dado un roce de literatura, me incitas a crear mi propio abismo,
mi profunda foresta, en donde se escondan mis más preciadas metáforas y sueños.
Tal vez un día nos encontremos en la realidad de un punto sobre la página en
blanco para llenarla de riqueza.
Rocío L'Amar
ResponderEliminarLo que un libro- literatura- enseña, las más de las veces, es a ser más creativos, imaginativos, que a través de nuevos conceptos nos permitimos historias nuevas. Excelente en su particular reseña comadre. Abrazo.
gracias querida comadre, siempre valorada en sus comentarios tan acertados, fue un libro maravilloso. Besitos.
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