Hombre confeccionado de olas y tormentas,
navegas con tus sueños
cuestas escarpadas,
cumbres del océano en tu cáscara de nuez.
Vas con tus remos desmalezando las olas,
corrientes abrumadas de coraje
te salen al paso con
desmedida violencia.
Recoges pacientemente las semillas,
tesoros recién expulsados de la flor marina
en su hondo jardín de
plateadas escamas,
verdes algas, coloreadas estrellas.
Peces de brillante piel suben a tus redes
día a día, entre vientos y aguaceros.
Hombre nacido en el vaivén de un barco,
se confundió tu llanto con el graznido del ave al pasar,
el silbato del
cardumen,
la osadía de las gaviotas.
Tu infancia fue correr por la playa en invierno y verano
con tus pies rojos de
frió, calor y arena.
Las redes eran tu pasatiempo,
remendando los vacíos de la soledad
enfilabas tu navío imaginario sobre las altas crestas
de tus sueños.
Estás curtido de mar, de sal, tu piel reseca,
tantas veces acariciada de oleajes,
tus manos callosas reciben el beso solitario del amanecer
antes de que el horizonte despierte,
ya estás allí,
husmeando con tus redes el vasto océano
en busca del milagro
que dará el sustento a
bocas vacías.
Pescador empecinado en tu tarea, no cedes ante la
adversidad,
hasta que las redes recojan el último vestigio
de tu búsqueda,
escondido afanosamente
en el fondo del útero marino.
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