sábado, 31 de mayo de 2025

OTRO DÍA MÁS

 

 

El día se acerca a hurtadillas;

como un leproso hurga  en el basurero

 de la esquina,

descabeza el sueño con murmullos

 rumorosos.

 

Alumbra con ojos prosaicos la tierra,

la monotonía de las caras, piernas,

 calles, casas, rascacielos,

comida, carteles, empleos, crímenes,

 amores, prisiones blancas.

 

Acaricia con manos apergaminadas

las aceras hormigueantes

 de gusanos humanos;

toda esa ciudad erigida

 sobre el vacío abismo de la nada.

 

La miseria se derrama gota a gota

en pañuelos sucios de lágrimas viejas.

El día bosteza y vomita sus brillantes

semillas de angustia.

Con larga y oblicua mirada

en el azul de un amanecer eléctrico

surca  mercado abajo con alas desplegadas,

besando todo a su paso con besos tibios.

 

Es un enorme cóndor dorado

suspendido sobre la lenta marea del tráfico.

Amanece un día y otro día metalúrgico

en que la tierra resuena con chaparrones

de mineral amarillo brillante

para destacar más la miseria humana.


jueves, 15 de mayo de 2025

SIN PRESENCIA


 

Las sábanas reclaman tu presencia, están desorientadas, necesitan tu calor, acariciar la desnudez de tu cuerpo, besar tu pecho amable. Todo te recuerda y te aguarda. El invierno enfrió el ambiente, hay un rastro de melancolía deambulando los espacios, hurgando entre las cobijas.

Por la ventana se deslizan frágiles gotas de rocío, el aliento gélido del alba indica que fuera y dentro de la pieza, tú no has venido. No hay pisadas en mi puerta, sólo un semáforo parpadea a lo lejos aburrido de la espera, se duerme de tanto hastío. Mi corazón se desata en una lluvia agorera con la tristeza del tiempo que pasa frente a mi ventana.

¡Oh invierno!, besas con labios de hielo y quemas mis mejillas. No hay pañuelo que contenga estas horas enmudecidas. No hay un hombro que recoja un gélido abrazo. La brisa golpea suavemente los cristales, quiere que le deje el paso para calmar su prisa, mientras en el cielo relampaguea una nube en desafuero, se desata en inverosímiles lamentos.

Cuarto deshabitado de tu presencia, se oscurece y reina el laberinto indescriptible de la soledad. El deseo se evapora por entre las ranuras del olvido. No hay escapatoria, la espera yace petrificada en la puerta de calle. No quiere entrar ni salir, es sólo un quejido de bosques y cortezas congeladas de inanición, pareciera un centinela que ha quedado con su farol en medio de la vía férrea avistando a un tren que ya no existe.

¡Oh!, estación lúgubre y desocupada de calor. No tienes inclemencia, pasas y lo envuelves todo con tu capa indiferente, llenas de estiletes de cristal mi corazón abandonado en un lugar cercano al precipicio de la nostalgia.

¡Oh amado!, sin tu presencia el tiempo se hace eterno, sin el calor de tu abrazo, el invierno se ha hecho dueño de mi cuerpo.

 

 

jueves, 1 de mayo de 2025

HOMBRE DE LAS PROFUNDIDADES


 

Cansado del alma vagas hombre de mirada oscura,

de desgreñados cabellos, sudor y duelo.

Cansado de arañar  la tierra, extraer sus vísceras metales,

de oscurecer tu rostro

el ferruginoso cobre te ha hermanado.

 

Hombre minero, trabajador, entras al filón del desconsuelo

sin saber si volverás a ver  mañana, el azul del cielo en despedida,

el pájaro, el árbol, la montaña, el rostro infantil, el de tu casa.

 

Llevas el sabor amargo de la  eterna noche

que camina  túneles  y arterias,  se adentra como sombra

a tu cuerpo  en agonía.

¿Reposarán algún día tus estrellas en el firmamento

de una verdadera noche?

¿O quedarás como quedan algunos cuando el socavón

los ha desconocido?

 

Hombre convertido en mineral, en piedra,

párpados que olvidaron la luz del día,

no lo sabes, pobre de ti, no lo sabrás nunca:

bajo el casco ennegrecido, tus ojos no han dejado de cuidar

los sueños refugiados  en la almohada.

 

Noches oblicuas te circundan sin más luz

que el  encendido fósforo de tu frente,

sin más calor que el reflejo cálido de la tierra.

Hombre minero, recio, cada vez que bajas al abismo espacio,

la muerte compañera  se te adhiere como sombra,

te sigue, no te deja, y apremia  en cada esquina

el momento que caigas en sus brazos.

 

Mas tú no  temes, bajas decidido a la batalla,

entras con coraje en las venas  mismas,

el corazón turbulento y rojizo de la tierra.

Y  cada pedazo,  cada gota de  petrificada sangre,

lágrimas cetrinas que emergen a la superficie,

llevan parte de tu integridad adjunta

en el ir y venir  las galerías.

 

Porque ya eres parte de la piedra:

eres  metal, polvo cósmico en la roca,

el ADN, la enigmática Gea que se adentra por tus poros,

en cada  paso, en la huella y en el aire que respiras.

 

Hombre profundo de mirada oscura,

perteneces a la tierra, estas ligado al útero del magma

 eres más que  sangre, su propio cuerpo

y no podrás desasirte de su  oscuro abrazo

hasta la noche en que reclame tu estadía.