lunes, 1 de septiembre de 2025

VALPARAÍSO EN LLAMAS


 (Abril 12-13  de 2014)

Un abanico de fuego se eleva sobre el borde  de los cerros,

lame con audacia los vientres de las nubes hasta hacerlas sonrojar.

La hoguera  acrecienta su poder  en los brazos del siroco

y consume todo a su fatídico encuentro.

 

No es la primera vez, los porteños lo saben y pagan las consecuencias

por dementes desquiciados que no se detienen en su afán de destrucción.

El fuego alimentado por todo lo servible e inservible avanza despiadadamente

sobre los hogares que le salen al paso.

Las lenguas  voraces acallan el rumor del agua, las súplicas de los árboles,

llenando su ardiente caudal, de nidos e inocentes animales y aves.

 

Todo es consumido con ávido apetito que avanza más allá de la desgracia,

de lo inimaginable,

dejando  sólo  un carbón encendido sobre  el arcoíris del puerto.

Las pérdidas humanas son cuantiosas,

irreemplazable en el corazón de sus apesadumbrados deudos,

el fuego no es amistoso cuando es liberado de sus cadenas, 

cuando el viento lo  acompaña en sus andanzas,

sueltos a su propia merced dejan un reguero de dolor en su camino,

quince muertos y muchos heridos, diez mil damnificados

y una destrucción  que no tiene límites.

 

Bomberos y voluntarios, luchadores incansables son a veces envestidos,

la bestia en llamas no respeta nada en su ardiente paso.

Hombres audaces que lo dejan todo por socorrer a los indefensos,

a veces perecen en las fauces de las llamas, arriesgan sus vidas

por  salvar otras más  desafortunadas y en su faena no escatiman en

caer consumidos por la desgracia.

 

El abanico del puerto está de luto,  no puede sacudirse el dolor que lo embarga,

es demasiado pesar, no  deja respirar, mostrar sus atributos

como Patrimonio de la Humanidad.

Cada día es más agobiante el mantener ese título,  sus  otrora hermosos edificios coloniales están enfermos de descuido,

de indiferencia, abandonados son presas fáciles de inescrupulosos bandidos

que socavan sus entrañas  hasta  hacerlos colapsar encendidos de oprobio.

 

El puerto  no sale totalmente de una desgracia para caer en otra,

los incendios en los cerros florecen en descuido y vandalismo.

Hay  iglesias que se han quemado cuatro veces en el trascurso de pocos años

y quemas de pastizales que se salen de control

y atacan a la indefensa población.

 

Valparaíso está hoy en duelo,

grave, su gente, flora y fauna amenazadas

por la boca hambrienta  de las llamas, 

señalando a quienes  a propósito,

dejan sueltas las  voraces lenguas  para  destruir su valioso Patrimonio.

 


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