lunes, 15 de diciembre de 2025

LA MUJER ARAÑA


 

Le decían la mujer araña, pero la verdad es que no se parecía en nada a la “Spider Woman”, porque era fea, gorda y pesada de caer mal por su tozudez, además, tenía pelos hasta donde no debía, una chasca de cabellos rebeldes y abundantes, los ojos negros y saltones, colmillos largos y dientes centrales amarillos y gastados. Además tenía  uñas largas y  engarfiadas que daban miedo y, lo más importante, era solitaria como las arañas.

 Lo curioso es por qué le decían la mujer araña, aparte de todo, era que al crecer, tenía algo especial para atraer a los hombres: un sexapil increíble, cocinaba que era una maravilla, una delicia. Y todo el que probaba sus platillos quedaba embobado, prendido a sus encantos culinarios. Lo que espantaba  toda esa hostilidad en  contra de su persona, con el aroma quedaba olvidado en el presente. Cuando el sabor de sus platillos te trastornaba, caías en una especie de hipnotismo y entonces la veías como una maravilla; todo en ella era especial, su mirada, sus labios carnosos y pintados de un color rojo radiante te cegaban y  en ese instante ella tomaba tu mano y  te guiaba hasta el comedor en dónde humeaba ese plato que te dejaba ensimismado. Su voz  parecía angelical, en fin, al terminar la merienda pagabas y salías de su casa como si tuvieras alas, prometiendo que volverías al día siguiente.

Los que no se desplomaban en sus redes culinarias, se mofaban de los que caían en sus brazos y en su comedor. Claro que muy por dentro envidiaban a los que frecuentaban su aromática invitación, también quisieran probar esos bocadillos, solo que el miedo y la cobardía  los hacía vociferar en su contra,  aumentando  sus defectos físicos.

La verdad  de todo era que esta mujer había sufrido de un hechizo cuando era muy joven, una bruja le había borrado la belleza de su rostro por ser la hija  de  un hombre que ella amó y no lo pudo tener, por tal motivo se vengó en la hija. Lo único que no pudo quitarle a la niña fue su arte por la cocina, por más que  inventó hechizo tras hechizo no pudo quitarle ese don, pero se quedó satisfecha por arruinarle el físico.  La niña creció y todos se burlaban de ella, cosa que le agrietó el carácter y su fealdad la asustaba hasta de mirarse en el espejo. Sin embargo le encantaba la cocina y  así ayudaba a sus padres, preparando guisos para vender a sus clientes. Muy   de vez en cuando la veías, porque ella vivía  en la cocina, envuelta en el aroma de sus meriendas. Si por obligación debía salir de compras, todo el mundo se la quedaba  mirando y murmuraban sobre su aspecto físico, muchas risitas y  palabrotas quedaban a su paso, sobre todo de las mujeres.

Pero la fatalidad la dejó sola por la pérdida de sus padres ya muy ancianos, y entonces no tuvo más remedio que  ella misma atender su comedor. Fue así que comenzó a preparar sus platos preferidos que el solo aroma de ellos atraía a los comensales hasta su negocio.

Ya no le importaron los chismes de sus vecinas, normalmente eran los hombres los que la visitaban a la hora de comida. Los comentarios malignos decían que  como era una araña, tejía una red invisible para atraer a los hombres a su comedor.

Tanto fue la envidia del barrio, que se hizo popular, y  sin querer, un día un hombre forastero, pasó por allí atraído por el aroma de sus platillos y entró como ciego a su comedor, fue amor a primera vista, bueno, una vez que hubo terminado su menú, ya no pudo resistirse al encanto de esa mujer desconocida para él, que le entró por la boca,   por su lengua,  su estómago y su corazón. La mujer araña no podía creer cuando después de unos meses el forastero le pidió matrimonio y por primera vez  sintió el sabor de un beso, ardiente y prometedor, que solo en sus sueños había deseado.

Lo más sorprendente fue que el halo del amor rompió el hechizo  de la bruja y al mirarse en el espejo esa mañana, vio a una hermosa mujer que la miraba desde el otro lado. Se tocó la cara, su peinado,  sus ojos resplandecían y una sonrisa  apareció para no irse nunca más de su rostro. No podía creer que por fin el amor la sacaba de esa maldición tal injusta. Se casó con el hombre de su vida y continuó cocinando solo para él. Igual siguió la envidia en el barrio, ahora por la suerte que tuvo al cambiar su desdicha por felicidad.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario