sábado, 15 de marzo de 2025

EL MISMO CUENTO


 

Han pasado muchos años y Caperucita ha  crecido. Ella es una  buena cazadora de codornices y como de costumbre  se levanta temprano para ir a cazar al bosque.

Como siempre  se encuentra con el lobo que anda renqueando de una pata y tiene un ojo con glaucoma.

-Hola  Caperucita, ¿qué te trae tan temprano al bosque, vas a casa de tu abuelita? Caperucita lo mira con ironía y  exclama que la abuela, hace tiempo que  está bien muerta.

-Ya veo que vas a salir con el mismo cuento, le reclama desafiante. Es tiempo que te olvides de ese estúpido y mentiroso cuento, ¡despierta!

-¿Cómo que estúpido?, si fue en mis mejores tiempos de mozo, cuando, cada vez que  lo contaba, me engullía a la nieta y a la abuela.

-Ya basta, pobre anciano tuerto, siempre tienes el mismo ridículo sueño, la realidad es distinta, ¡hombre! Nunca te comiste a la abuela ni menos  a la que a habla, recuerda que yo fui la que te dejó tuerto y con la pata  torcida por sinvergüenza y descarado.

-Ah, oye mujer, no me gusta tu versión de los hechos, es más tierno saber que me las comí a las dos.

-Como quieras, sigue con tu cuento y déjame pasar que  se me escapan las codornices  del almuerzo.

- Ah, está bien, pasa, pero ¿pudieras darme una para mi desayuno?

-Está bien, viejo lobo, y no digas que  no te  ayudo,  ¿podrías refrescar tu mente y  reconocer que tu cuento ya  está obsoleto?

-Oh, gracias, buena mujer, veré si puedo.

Pobre  viejo tuerto, los niños y niñas de hoy ya no creen en esos fantásticos cuentos,  ahora ellos saben, cuando les están mintiendo.

 

 

sábado, 1 de marzo de 2025

MUJERES


 

Mujeres, recias mujeres, “sexo débil”,

 lloran y ríen con las desventuras.

Caen y se levantan con más ahínco,

siempre batallando como si la vida

les cobrara cada paso, cada huella

dejada en el polvoroso camino.

 

Mujeres dando a luz, poblando el universo

de ángeles y demonios.

¿Quién sabe?, ellas los aman a todos,

reciben besos, insultos, lágrimas

y alegrías.

 No importa, son parte de su ser,

permanecen a su lado, aunque les falten las fuerzas,

y el retoño ya no lo sea, ellas lo miman,

lo protegen como a su único infante.

 

El abuso es ignorado, la ingratitud una penitencia,

mas, deben erguir la mirada,

continuar la tarea a fuerza de caer de mil maneras

y levantarse casi moribundas.

Tienen una misión que completar en su destino,

proteger el amor por sobre todas las cosas,

porque es el caudal que guía sus pasos

y la humanidad lo necesita tanto.

 

Mujeres, como las hormigas cargan enormes decisiones

fuera de sus límites, sacan fuerzas del universo

y continúan en la lucha por la sobrevivencia,

para proteger a sus hijos, su hogar, su bandera.

 

Mujeres, entregadas, ignoradas por otros,

maltratadas de noche y explotadas de día.

Golpeando puertas indiferentes,

manoseadas por palabras iracundas, blasfemas,

con cargas desmesuradas no aptas a su contextura,

ponen los hombros y su buena fe, su optimismo,

y dan aliento para continuar la ardua ruta

en unidad, con sacrificios que amenazan su vida.

 

Mujeres dulces, reciben palabras amargas,

el pago de un olvido, de un castigo.

Su grandeza no es apreciada,

en la escala social ocupan el último escalón,

sus méritos no son suficientes para obtener un sueldo justo,

un trato afable, la igualdad entre los seres humanos.

 

Sin embargo cuando se trata de luchar por sus hijos, su país,

se convierten en  leonas y no hay nada que las detenga.

Mujeres, resistiendo hasta el cansancio,

caerán con la bandera en alto y la palabra amor en los labios,

por cierto, sus nombres y su entrega;

formarán  los cimientos del mañana.

 

 

sábado, 15 de febrero de 2025

EL ÚLTIMO TREN


 

Cuando pasó el último tren, me quedé allí en la estación, atónito, lo perdí por un minuto, era tan noche, todo parecía diferente a mis ojos. Es increíble, me dije, nada se me hace familiar,  las sombras merodeaban los rincones, sagaces en busca tal vez de un pequeño rayo de luna. Los árboles se meneaban sacudiendo sus melenas y lanzando una lluvia de sus verdes cabellos un poco secos. Estaba abismado, el tren se perdió en un recodo de las vías, a lo lejos, solo se oía su monótono traca traca, esfumado en una nube de silencio. Podría gritar y de seguro nadie me escucharía, puede secuestrarme un ovni y  por supuesto que no sería noticia, solo un desconocido.

Qué lamentable momento, sentado en la estación pensé ¿qué hacer? Acurrucarme en el escaño  con el frío calando mis huesos, hasta  que amaneciera, o largarme a caminar calle abajo en busca de  algún café o bar y esperar allí las horas que faltaran, para el paso del primer tren del día siguiente. Qué lamentable, me dije por sexta vez, si hubiera apura el tranco a lo mejor ya estaría en casa. Pero con mi parsimonia crónica no pensé que llegaría atrasado. Siempre me pasa lo mismo, hago los cálculos y luego fallo, normalmente alcanzo el tren, pero no obstante, en otras circunstancias y en otras labores llego alcanzado del tiempo y claro todos en el trabajo me miran con la cara de “Juan, llegaste tarde de nuevo”, por supuesto no me lo dicen verbalmente,  sólo con las miradas.

El rastro del último tren aún titila en la vía, mágico, recordando que  he quedado atrás, rumiando mi descontento y muy malhumorado. Sin embargo, ya no podía  hacer nada sino sentarme a pensar o como dije anteriormente,  lárgame a caminar no sé a dónde, para acortar el tiempo del primer tren de la madrugada que  pasa como a las  630 am. El traca traca aún daba vueltas en mi cerebro, era un fantasma que se arremolinaba en el suave seseo del viento, dejando una huella de abatimiento en mi pecho. Entonces decidí acurrucarme en el escaño, cerca de la puerta de la estación, en donde había como un pequeño refugio bajo la enredadera de la flor de la pluma. Crucé mi abrigo y  bajé mi cabeza con el fin de cubrir un poco mi rostro. Traté de poner la imagen de mis hijos, durmiendo apacibles en sus lechos, mientras mi esposa dormitaba vestida sobre la cama, cansada de esperar que yo llegara en ese último tren, bueno era sólo una imagen que me calmó un poco. Creo que me dormí,  cuando un ruido  sobre los rieles me despertó sobresaltado. Como un ebrio  me levanté del escaño, no podía creer que ya  había pasado el tiempo de espera y el tren aparecía  para llevarme  a mi hogar. Rápido me acerqué  a la orilla y esperé que  parara por fin. Me sorprendí que yo, era el único pasajero,  al mirar a los alrededores me percaté que aún estaba muy oscuro, pero mi deseo de llegar a  casa no me dejó preocupar.

Apenas se abrió la puerta del tren entré de sopetón,  vi mucha gente sentada inmóvil en los cubículos, tal vez dormitando.  Encontré un asiento libre y solo y allí me dejé caer, estaba tal cansado y adormilado que  lo único que atiné fue a bostezar. Me arropé de nuevo  con la chaqueta y me dispuse a dormir un rato, desde allí tenía una hora para llegar a mi destino. En el vagón existía un silencio espeluznante, nadie  se movía o conversaba, nadie hacía  algún ruido o se levantaba, estiraba sus brazos, bostezaba, en fin, eché de menos ese movimiento habitual que hace un conglomerado de personas. Sólo se escuchaba el traca traca haciendo contacto con las gélidas vías. Las luces  del vagón se apagaron de pronto, guau,  tal vez un desperfecto, normalmente si está oscuro,  las luces van encendidas, Algo debe haber pasado me pregunté, y me acurruqué junto a la ventana. Afuera, los postes del camino  pasaban velozmente, tratando de ganarle al convoy, mientras los árboles se asomaban temerosos en señal  de despedida.

Nuevamente puse atención al resto de los pasajeros, me llamaba  profundamente la atención el silencio de esa gente,  ni un ronroneo, ni un ronquido, un suspiro, una conversación en  murmullo, nada. Y el tren seguía sin luz por lo que no podía distinguir qué sucedía con los pasajeros.

En un momento que pasamos bajo una claridad, pude divisar a mis vecinos, un matrimonio, me imagino, curiosamente absortos en su ventana sin un leve movimiento. Entonces me levanté del asiento y toqué el hombro del señor. Señor, señor, le dije,  ¿sabe a qué se debe que el tren vaya sin luz en los vagones? Esperé angustiado un breve lapso, por cierto el señor ni se inmutó en  contestar o moverse y replicar, por el contrario, ni siquiera volteó su cabeza para mirarme. Preocupado me levanté de mi asiento y caminé hacia donde se divisaba otra pareja de personas. Me situé en frente de ellos para que me vieran, tenían las miradas fijas en algo, no voltearon al escuchar mi voz, nada. Un pánico comenzó a subir por mis piernas y columna vertebral, toqué el hombro del señor sentado a la orilla  y este volteó su cabeza y luego con horror vi cómo ésta se doblaba hacia su pecho. ¡Oh!, una exclamación salió de mi boca, esto es una pesadilla, me dije, mientras retrocedía dificultosamente, trastabillando, sin saber qué hacer.

El tren seguía su curso y yo aún alterado, comprobaba  que en los asientos cercanos había una especie de maniquíes inertes. No sabía si eran personas, tal vez muertas o momias. Pensé que me daría un ataque al corazón, una puntada de dolor me doblegó hasta casi desmayarme. En ese momento que me doblaba, sentí una lengua caliente que lamía mi rostro. Asustado traté de levantarme soportando el dolor y me incorporé, sin embargo, en ese instante no pude y me desmoroné. Sólo recuerdo una voz pidiéndome que me despertara. ¡Señor, señor, por poco me vota!, exclamó un  anciano, menos mal que mi perro evitó que usted cayera y se azotara el rostro contra el pavimento. Oh, no supe que decir, estaba como anonadado,  entonces el  hombre señaló su reloj,  ¡ya es hora!, indicó, allí viene el ferrocarril de las 6:30am. Me levanté como un sonámbulo y subí al tren después del señor y su perro.

 

 

 

 

sábado, 1 de febrero de 2025

A CONTRALUZ


 

Quien mendiga una mano en medio de la tempestad,

noche,

y se haya naufrago a  la deriva sin nada que lo cobije

vive a contraluz, en soledad, sin calor, ausente de amigos.

Bajo los displicentes faroles están las huellas hollando memorias

y el tiempo las cubre con misericordiosa sombra.

 

Se queda el grito apagado y sin ruido pidiéndole al cielo la mano negada,

la palabra no dicha, el abrazo no dado,

huérfano, escondido entre cuatro paredes, suplica, gime

en soledad terrible.

 

No hay nadie a su lado, el vacío lo rodea, es como estar

en medio del pantano, circundado de ojos siniestros,

sin más luz que la curiosa mirada de la luna.

Tiembla el cuerpo, se dispara el pensamiento,

abres los ojos y no ves nada, gritas y la voz

se pierde tras un piar de pájaros, sigue el ruido

del agua y rápido se aleja.

 

Un halo inquisitorio revuelve tus ideas, asoman  miedos

ancestrales, alejan todo contacto humano,

entonces huyes, el temor es más fuerte

y te escondes en el rincón del desamparo,

apagas tu relación con el tiempo, te quedas taciturno,

sumido en algún lugar del cosmos.

 

Esta postura es desastrosa, hay que buscar la salida,

encuentra el eslabón y llega a su principio,

rescata el pensamiento obnubilando por lugares perdidos.

Sendas donde crecen  obstáculos interfiriendo

toda reconciliación con el presente.

 

El espejo tiene una mirada retrospectiva,

muestra lo que no quieres ver, lo dejado en una curva

insidiosa del destino.

No es tarde,

las manos siguen en el aire a punto de  encontrarse,

abre los ojos a la realidad,  deja de vivir a contraluz,

hay un espacio  esperando, palabras

esparcidas,  dejadas sin escuchar  reclamos,

un sinnúmero de circunstancias esperan tu regreso.

 

Despierta, mírate en el dintel del nuevo día,

abraza la frescura del alba y con nuevos bríos

da un paso adelante, en un prometedor camino.

jueves, 2 de enero de 2025

ALUCINADA


 

¿Quién me puede aconsejar si voy errante

siguiendo el sabor de tu piel, de tu voz,

de tus besos?

¿Cómo puedes alejarte, así de pronto

entre el reflejo de noche y el deambular de mis días perdidos?

Sigo el curso de tus pasos desaparecidos en la maraña

de la incertidumbre.

Voy sin tregua acechando tu aroma

enredado en las horas sin tiempo, sumido en el cristal de la oscuridad.

 

Busco entre eclipses de soles, estrellas caídas,

la forma de continuar este capítulo,

páginas en blanco que necesitan tu roce.

¿Cómo puedo darte alcance en la selva caótica del entendimiento?

Mis pensamientos circunnavegan el perímetro

de la locura y ya no tengo paz, debo alcanzarte.

 

¿Quién puede desasirme del abrazo atrapado en mi pecho,

de tus labios que encendieron los míos

con una flama insaciable?

La flecha que envenenó de amor las ruinas de mi piel,

y alucinó el vacío de mi existencia.

 ¿Quién?

 

Dicen que es sólo  imaginación,

que vivo un espejismo.

Tan absurda esta manera de amar a un desconocido,

creación delirante de un deseo,

torbellino de un mar en agonía.

Pero no, yo sé que estuve  anidada en tu pecho,

sentí el palpitar de tu sangre,

mi sombra se mezcló con la tuya

y fuimos dueños de la luna menguante.

 

Deja que las horas descansen sin congoja,

y regresa los pasos, bríndame tu fulgor,

escribe en mi cuaderno tu crepuscular mensaje.

 

Hazte luz, que todos te vean

y aleja  el laberinto hipotético de la soledad

que me asedia sin tu presencia.

 

 

 

domingo, 15 de diciembre de 2024

DEL SILENCIO


 

El silencio cabalga el lomo del amanecer. Va surcando la penumbra para no despertar al ruido. Sus pies de seda no dejan huellas, y  por el camino hacia el alba, va regando diminutas gotas de rocío en las bocas abiertas de la madre Tierra.

El silencio no sabe de sueños, vive pendiente de no despertar al ruido,  luego a la violencia y al trajín que conlleva el día en que se muere, alguien nace, otro sufre. Cuando el sosiego cubre la tierra con su manto, pareciera que todo descansa en sus brazos. Aparentemente. El ruido ahoga las voces en agonía, el dolor se hace inaceptable, sin embargo, la capa estruendosa del ruido todo lo abarca y hace una mezcolanza que es muy difícil identificar cada sonido.

 Por eso, cuando las sombras de la noche cierran los párpados de todas o casi todas las criaturas, el silencio camina a pie juntillas besando a los seres que sufren, a los discapacitados,  especialmente a los niños que padecen enfermedades y los sumerge en profundos sueños reparadores.

Es tan prudente que espera hasta el último minuto del alba, alargando su estadía un segundo más, sobre todo, en un esfuerzo de apaciguar la somnolencia del ruido, que lo aleja con un terrible bostezo.

 

lunes, 2 de diciembre de 2024

ALGUIEN ESPERA


 

El viento golpea los cristales entumecidos con uñas breves.

Rasguña con leve a alevosía los contornos  de la  indiferencia,

sin que nadie se apresure a dejarle entrar.

Hay un abismante silencio después del soplo del Cauro,

como si  el universo cerrara la boca

por una  endémica pausa y los astros atónitos

bajaran la vista a tan expectante momento.

 

El hombre en su sábana lanza un suspiro,

un leve rumor  invade la somnolencia

y desata los cabellos del sueño aún en acción.

El viento susurra empañando la ventana con  aliento gélido,

tiene sus labios junto al umbral de la noche

y  suplica que lo dejen  permanecer allí.

Quiere despertar con su frío beso al viejo pescador que yace en silencio.

La  penumbra  envuelve la estancia como una madre,

no permitirá que  los sollozos del Cauro despierten la armonía

y desaten la sensación del ruido,  como un rugir de mal agüero.

 

Pequeñas luciérnagas iluminan la  soledad y los árboles con sus cuerpos

 desnudos, bajan  sus temores al vientre de la Tierra

resguardando  el tesoro de la sobrevivencia hasta  nuevo aviso de  primavera.

El viento recoge su poncho de espuma no necesita permanecer

hasta que  amanezca el día, debe empujar la barca antes del alba

meterse en las  gélidas aguas del océano en busca del alimento

que el hombre recogerá en sus redes.

 

Alguien espera a la vuelta de la inmensidad

el beso del viento al tocar las crestas de sal, pero su llamado ha sido en vano,

el pescador ha enfilado rumbo a las estrellas,

lleva en su barca imaginaria un cardumen de peces plateados,

mientras el viento lanza un sollozo de soledad,

guarda sus alas fantasmales y se hunde en los brazos de las olas.