La lluvia lanzó su líquido lamento sobre el techo
de zinc de las casas. No había nada qué hacer, a pesar de la tediosa espera.
Poco se podía mirar a través de esos
cristales ensopados de llanto. Un misterioso lagrimeo se dejó caer suave
al principio y luego apareció el viento, desesperado, siroco marino empujado por las
enfurecidas olas. La lluvia se
arremolinaba sobre las empobrecidas
viviendas haciendo rechinar los tejados
y golpeando con tacones nuevos los huesos de las estructuras.
La puerta permanecía bien
cerrada con una barra que la atravesaba por la mitad, Miguel sabía que debía
tomar precauciones en noches como éstas.
Todos los pescadores lo sabían, por eso
al bajar la pestaña el gran astro, cerraban herméticamente sus puertas y
ventanas. Sobre todo en donde había algún joven casadero.
En el pasado varios de los
jóvenes pescadores habían desaparecido misteriosamente cuando paseaban frente a
las olas embravecidas como desafiando cualquier
encuentro con lo desconocido. Muchos decían que no era un misterio que
los más jóvenes se perdían en los pueblos aledaños, tal vez enamorados de
alguna moza, pero ¿por qué no volvían?, ¿por qué cuando se los buscaba nunca
fueron encontrados? Entonces comenzó a correr el rumor de que alguna sirena, en esas noches
de lluvia y tormenta, emergía a
la superficie con un canto tan
conmovedor que embrujaba a los jóvenes y se los llevaba a sus profundidades,
bueno, eso se decía, pero nadie había
vuelto o visto algo parecido. Según la
leyenda, debía ser un joven, solo, vagando cerca de la playa. Muchos
adultos se persignaban cuando subían a
sus botes y cuando se bajaban, como una rutina que no debían
olvidar y obligaban a los menores ha imitarlos.
¿Quién alguna vez escuchó el canto de las sirenas? Todos opinaban que cuando ellas salían a cazar hombres jóvenes solo uno las escuchaba, el elegido, nada
más. Como los padres y madres protegían
a sus hijos, hacia un tiempo que
nadie había desaparecido. Sin embargo esa noche, algo raro olía en el
aire, algo siniestro, las mujeres
primero lo advirtieron y luego los maridos. A las siete de la tarde con
un clima amenazante, las familias entraron a sus viviendas, cerrando firmemente todo y encendieron las velas y chonchones para iluminar las
estancias.
Miguel de veintiocho años vivía solo desde que sus padres
fallecieron, primero fue el progenitor
que se perdió en el mar en medio de la pesca y luego la madre aquejada de una dolencia. Miguel, sabía de esta historia,
pero no le temía. Prendió la cocinilla y se preparó una taza de café, mientras
escuchaba las noticias en su radio de pilas. Temprano había estado conversando
con su novia, Maritza, afinando la fecha de la boda para fin de años. Salió
apurado de la vivienda de la muchacha
con un trozo de nylon sobre su cabeza y con paso rápido se dirigió a su
casa.
Las latas del techo comenzaron a sonar golpeadas por la lluvia y por la furia
del viento, era una orquesta desafinada que
practicaban los elementos, por eso prendió la radio para ahuyentar en alguna
medida ese golpeteo.
De vez en cuando se asomaba a
la ventana y miraba la playa tapizada de perlas que no cesaban de caer. Cómo llora el cielo, se dijo, es la primera
tormenta del otoño que se deja venir, así
mañana no habrá pesca, es imposible, pensó. Se acercó a la mesa con su taza de
café y unas tostadas, luego se colocó los audífonos y comenzó a ojear el periódico mientras escuchaba una
melodía.
No se percató que algo se
arrastraba junto a su puerta emitiendo
una lastimera música, Miguel permanecía
indeleble al ruido de afuera concentrado en la lectura y la radio. Cuando se detuvo al finalizar el café
y de lavar la taza, la lluvia arremetía con
fuerza descomunal, convertida en tormenta.
Miguel se fue a la cama y continuó
escuchando la música de su radio portátil hasta que rendido se durmió.
Esa noche soñó que alguien golpeaba su
puerta con insistencia, entonces se
levantaba lentamente, mientras caminaba, sus pies se hundían en una especie de niebla que
invadía todo el piso de la vivienda, pero eso no le preocupó, era aquello que
lastimeramente golpeaba sin que él pudiera avanzar con la rapidez que quería.
De pronto su padre se interponía en su
andar e impidiéndole que continuara hacia la puerta. El señor tenía una
expresión de pánico y levantaba una pancarta con la palabra peligro. Miguel
incrédulo lo miraba, pero si tú estás
muerto, no puede ser realidad… dentro de su pensamiento sabía que estaba
soñando, entonces el padre le suplicaba que volviera a la cama. Miguel
obedecía, siempre respetó a su padre cualquiera que fuera su decisión. Pero el
sueño lo seguía, una voz lastimera
pronunciaba su nombre, tantas veces que no podía dejar de indagar quién estaba
fuera de su puerta. Miguel miraba entonces, a través de los cristales empapados
de la ventana y de repente, una cara
apareció al otro lado del cristal que
Miguel dio un grito de espanto, era una cara de mujer pero surcada de
algas y escamas que el joven dio un
salto en la cama y despertó sobrecogido, aún tenía los audífonos en las orejas pero la radio había cesado de comunicar. Un
rayo cruzó la playa con su sonido estridente haciendo eco los techos de las viviendas.
Miguel se serenó, miró su
reloj, era las cuatro de la madrugada. ¿Qué sueño, no? pensó, la tormenta está en su clímax, no hay nada qué hacer, más que seguir en la cama. Miro el cuarto alumbrando
con la vela, todo estaba bien, y volvió a
sumergirse entre las frazadas.
Al otro día la tormenta había
amenguado un poco, tomó desayuno y en ese momento sintió que alguien golpeaba
su puerta. ¿Quién es?, preguntó. La voz de Maritza le apuró, abre, abre,
Miguel. Hola, mi amor, ¿qué haces tan temprano? Pues que algo ocurrió anoche…
¿No escuchaste nada? ¿Has mirado tu puerta y la ventana? No, dormí como un angelito, mintió. Sal, por
favor… mira… Miguel incrédulo se asomó
y tuvo que dar un salto hacia
afuera, un montón de algas y escamas se
amontonaban en su puerta mientras que su ventana estaba completamente cubierta
con una baba espesa y escamas plateadas. ¡Qué es esto!, exclamó. ¿Quién dejó
esto en mi puerta? ¡Es una broma muy pesada! De seguro que fue tu hermano Genaro. ¡Oye qué te pasa!, mi hermano no se movió de la casa por la
lluvia. Dicen que anoche anduvo por aquí un alma en pena, o que eran las
sirenas tratando de cazar un joven. ¿No
sentiste algo? Qué yo sepa dormí como angelito, volvió a decir Miguel, pero
luego recordó ese raro sueño. Bueno, sólo tuve un sueño muy extraño y con mi padre. Ah, ¿pero no sentiste ese canto
de las sirenas? No, tenía los audífonos en las orejas y me quedé dormido con ellos. Claro, eso
explica porqué no te llevaron. Calma, Maritza, no te pongas a inventar, yo no
sentí nada anoche, sólo el llanto de la lluvia, sólo eso…la lluvia y la
tormenta arreciaron sobre la playa y las viviendas. ¿Pero, y eso frente a tu puerta? Ah, puede ser alguna broma de los pescadores nada más, ya
sabes como son. Mira Miguel, la próxima vez que
haya tormenta y lluvia me quedaré contigo por si acaso nomas, no quiero que
me roben a mi futuro marido. Jaja, está
bien, si tus padres te dejan…Me gusta
que me cuides. Y diciendo esto, los jóvenes se fueron caminando abrazados por
la caleta.
Muy descreído el joven!, gracias a dios (y a los audífonos) se salvó. Buena historia, Marianela...se lee de un tirón!
ResponderEliminarAbrazos,
Síii, se salvó jajaja, gracias amiga Amandita por tu visita. Besitos de Marianela.
ResponderEliminarJoaquina Sánchez Fernández Es preciosa!
ResponderEliminarMarianela Puebla Muchas gracias estimada amiga Joaquina por tus palabras, besitos de Marianela.
ResponderEliminarMario Alfredo Cáceres Contreras Un cuento escrito por una poeta. Excelentes comparaciones y metáforas.
ResponderEliminarMarianela Puebla Estimado Mario Alfredo interesante tu comentario y muy agradecido. Gracias por tu visita, cariños de Marianela.
ResponderEliminarhombre de poca fe, jajajajajaa... en fin, abordar leyendas es entrar en historias que avivan la imaginación y, usted, comadre, tiene de sobra para sostenerse, sin duda, sobre y bajo las aguas. ABRAZOS, Ro
ResponderEliminarjajaja comadre Ro, exactamente hay que avivar la imaginación para evadir en parte el mundo en que vivimos, gracias por tu visita, besitos de Marianela.
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