Amadeus yace recostado en la playa
su cuerpo oxidado es lamido por la ola
una y otra vez.
Por entre las vertebras de su esqueleto roído
anidan cientos de pasajeros obligados,
jaivas y ostiones se cobijan y le piden
protección.
Oh Amadeus, ¿cómo llegaste allí?
¿Qué ola tan grande levantó tu armadura
de fierro y
madera y te encalló en la arena?
¿El litoral de los poetas te sedujo en
busca de paz,
y te
dejaste ir con tus dolencias a cuestas
cuando la marea empujó tu frágil estructura?
¿Cómo perdiste la dignidad,
el orgullo que tenías al navegar las costas?
Arreciando tempestades, no le temías a nada.
Inflabas velas, tronaban tus mástiles,
y la quilla de acero se alzaba como una
columna vertebral
con sus cuadernas.
Elevabas ancla, y un enjambre bullicioso de
gaviotas
te acompañaba hasta el horizonte,
abriendo un camino de noctilucas proa al
destino,
te alejabas ululando un ronco silbido.
Amadeus, viejo barco ballenero, te venció la
codicia,
el afán de perseguir la victoria.
Ahora
los dedos de sal penetran tus
heridas,
muerden tu esqueleto quejumbroso
y te roe el viento desde la popa a la proa,
en busca del timón y enfilar rumbo.
Los cangrejos moradores te circundan
en el
silente deambular de las sombras,
pequeños fantasmas peregrinos
alzan sus tenebrosas pinzas,
hambrientos de historias de lejanos viajes
en ultramar.
Viejo barco,
huérfano de todo,
sin tierra ni futuro, sin capitán,
abandonado por el tiempo en luna llena,
perdidos soles y caducos eclipses.
Tienes una plegaria en tus labios fracturados
cuando te mece el vaivén de las mareas.
Amadeus,
anciano moribundo,
cada golpe del mar que infructuoso
amenaza con ímpetu mortal tu estadía,
estremece los cimentos de tu carcasa.
Tus acerinos pies desollados se hunden cada
vez más en el olvido.
Eres sólo un náufrago con un errático pasado,
un armazón de fierros carcomidos por el mar,
sosteniendo en el aire el arpón tras una
imaginaria caza.
Amadeus, deja de soñar, eres una triste
fotografía en sepia
lamida por las olas, acunada en brazos de
sal.
Tus huesos reclaman el descanso,
un sitio
donde reposar tanto rugido
de mareas.
Cada instante es más doloroso, los pernos que
te mantenían
altivo caen en la sedienta arena.
Todo en ti es un quejido lastimero
que retumba en la noche tranquila,
cuando las olas ronronean sumisas y los
cardúmenes
asoman sus cabezas para contemplar la luna.
Amadeus, te adormeces poco a poco
con el recuerdo de una música celestial,
mientras lentamente tu estructura
va quedando
esparcida sobre la playa
con el estoicismo de un beso marino.
• Mará Angélica
ResponderEliminar¡Precioso poema!. Es triste contemplar estos barcos cuando ya se acerca o les llega el final. Después de una vida tan servicial, envejecen y son abandonados y olvidados. ¿No se parecen a los humanos ancianos?
Sí así pasa con lo viejo, usado, roto, olvidado, amiga Mará, es la ley de la vida, un abrazo y besitos.
ResponderEliminarDanilo Salinas Alcayaga
ResponderEliminarMuy bien Poeta, muy bien
Muchas gracias amigo Danilo un poema en el término de un año desastroso para la humanidad, cariños y feliz año 2021.
ResponderEliminarMaruchi Curbeira Palomo
ResponderEliminarNela,
muchas felicidades
gracias amiga
ResponderEliminarMaruchi, un abrazo y un besitos, feliz año 2021.
Eleazar Funes Collao
ResponderEliminarTriste.
Gracias, triste pero real como los humanos.
ResponderEliminar