La
enorme biblioteca abrió su boca y bostezó, luego se lamió los bigotes igual que
un gato y me miró con una pregunta inquisitiva,
mientras se ajustaba los anteojos. ¿Quién eres tú y cómo llegaste hasta
aquí? Fue su sorpresiva y curiosa interrogación.
Miré hacia todos lados pensando que
la pregunta era para otra persona, pero no, su mirada se hizo más
intensa y me reflejé en sus enormes anteojos. Yo solo buscaba un libro que debo
entregar a la biblioteca de mi colegio, musité con voz de fantasma y, ¿no sé,
cómo llegué hasta aquí? ¡Ah!, ¿seguro que perdiste algo, no?, Sí, claro, un
libro. Pues tú estás en el cementerio de los libros olvidados, respondió con
ironía. Pero yo no lo he olvidado, por cierto, es que acabo de terminar de
leerlo. ¿Ah sí?, ¿piensas que te voy a
creer a la primera mentira?, dijo mientras una larga lengua salió enroscándose
muy cerca de mi rostro, y luego entró sacudiendo el polvo de algunos libros en
las estanterías adyacentes a la entrada.
Oh, qué asco, pensé, pero apenas tuve
ese pensamiento, el monstruo en forma de biblioteca, me encaró. Más asqueroso es que los niños
destruyan a los libros por viejos y los desechen como algo sin valor, ¿no?
Perdón, pero yo amo los libros, tengo mi
propia estantería con muchos y hermosos libros en mi dormitorio, le repliqué
con enojo.
Ah, eso lo sé, pero igual he
visto que tienes algunos libros sobre los otros muebles, agregó. Bueno, tengo algunos libros que son de estudio y los
estoy usando, por eso no puedo guardarlos en la estantería, le indiqué un poco
molesta, este ser sabe mucho de mí, y lee mis pensamientos.
Oye, ¿porqué tienes una
biblioteca y dices que eres un cementerio?, por lo que veo, los libros están
muy bien guardados y parecen vivos, aclaré. Bueno, ahora que ya me conoces, te
diré Sara que más que un cementerio soy un hospital de libros, estos pobres llegan
muy mal heridos y algunos mueren, porque
han quedado a la intemperie, se han
mojado, ensuciado y terminan imposibles de reparar, además hay niños que los
destrozan cuando les dan sus pataletas, y se desquitan con los libros,
¿conoces algún caso? Este, sí, había un niño en mi barrio que era muy
mañoso y hacia eso a propósito, musité
con tristeza. Ah, me has conmovido Sara, y te nombraré ayudante del cementerio de libros, o
prefieres, ¿enfermera?, ¿te parece? Sí,
claro, me encanta, en casa tengo goma de pegar y otros implementos para reparar
libros, exclamé entusiasmada. Pero, ¿además qué debo hacer? Pues, abre tu boca.
¡Ah, eso no, yo soy una niña, no puedes hacer una biblioteca en mi boca!,
exclamé asustada, Jaja, rió, no, solo
quiero poner polvo de sabiduría en tu cerebro y eso es muy importante
para ti que gustas de leer, encontrarás
más fácil retener la información, y cada vez te darás cuenta que los libros son
un espejo abierto de sabiduría, ellos te
acompañarán con sus aventuras por toda
la vida. Y tú cerebro será una biblioteca que perdurará por siempre junto a ti.
¿Te parece Sara?
Lo encuentro formidable, ¿ya no tendré que estudiar los libros del colegio? Ah, Sara no vayas tan
rápido, tienes que estudiar aunque no te
gusten las materias, es importante para tu futuro, todo lo aprendido
quedará en tu memoria y lo recordarás mejor con esos polvos de
sabiduría que te he dado. ¿Estás contenta? ¿Alguna pregunta? No, muchas
gracias, estoy feliz.
Ahora cierra tus ojos y cuando llegues a casa mira debajo de tu cama, anoche, cuando
dormías, cayó el libro al suelo y se
asustó mucho, por eso se escondió en ese lugar,
consuélalo y dale mis saludos.
¡Vete ya niña, ahora eres la nueva enfermera de los libros olvidados!
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