Puedo
ver a través de la muralla, el papel
verde agua se disuelve y deja pasar la
mirada hacia un campo florido que se extiende ante mis ojos. No es un sueño, estoy en mi sillón favorito, y algo me invita
a levantarme y atravesar la pared. Al comienzo me produjo curiosidad, sentirme
poderosa de hacer cosas que otros no pueden. Apenas quedaba sola me ubicaba en
mi sillón y dejaba que mi mente volara. Me deslizaba a través del concreto de las murallas, pasé por las
habitaciones de mis vecinos, algunas veces los observé leer o dormitar cerca de
la ventana. No sé cómo lo hacía, era algo mágico, único, que me producía un
orgullo formidable. De improviso me veía en el césped del edificio, sin haberme
lastimado, ya que vivía en el segundo piso, ¿cómo aterrizaba hasta allí?, no lo sé, lo
importante es que misteriosamente llegaba al piso bajo sin mover mis pies.
Después del campo de flores, el bosque avanzó tupido con infinidad de
árboles y arbustos que me invitaban a penetrarlo, mostrándome un sendero
angosto el cual se internaba en lo profundo. Tenía curiosidad, pero siempre me
arrepentía de continuar en su espesura. Y luego sin saber cómo, aparecía sentada en mi sillón, con la pared
verde agua frente a mí. Muchas veces traté de eludir ese viaje atravesando las paredes, pero una fuerza superior me
obligaba a sentarme y todo sucedía sin poder evitarlo.
Pero un día que llegué del
colegio, me sorprendió ver el espacio vacío de mi sillón, corrí a la cocina y
le pregunté curiosa a mi madre, ¿dónde lo había colocado? ¡Ah!, ese sillón
viejo desarmado ¿para qué lo quieres?, esta tarde traerán uno nuevo que le
asentará mucho al color de las paredes, exclamó contenta. ¡Qué!, no lo puedo
creer, era mi sillón preferido, ¿dónde lo pusiste?, lo quiero devuelta, grité
indignada. ¡Cálmate hija!, ya verás que
te gustará mucho el nuevo, ese sillón era muy viejo, del tiempo de mi abuela,
es decir, de tu bisabuela y necesitábamos un cambio. Pero, mamá, ¿dime?, ¡dónde
lo pusiste!, ¡ahora!, exclamé enfadada. Lo siento hija, se lo llevaron esta
mañana los jóvenes del aseo. Me encerré
en mi cuarto a llorar de rabia, ¿por qué ella no me avisó, por qué tomó sola
esa decisión?
Dos días después, el sillón nuevo
luce esplendido, sin embargo me he sentado en él y nada sucede, cierro los
ojos, me dejo llevar y solo veo la pared frente a mí sin dejarme pasar, se
perdió el hechizo, la pared sigue del mismo color, pero no puedo atravesarla y
eso me descontrola. Afuera todo se ve diferente, todo es de concreto con un
pequeño jardín, y el bosque, según mi madre nunca ha estado cerca, en su lugar
se pueden encontrar muchos edificios de departamentos.
Rocío L'Amar
ResponderEliminarLa conexión con l@s abuel@s es mágico. Mirar a través de ellos, como niet@, es un puente que lleva a tu jardín comadrita. Bello cuento. Abrazo.
muchas gracias comadre linda Ro, exactamente, besitos que tengas un lindo día sábado.
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