viernes, 1 de agosto de 2025

EL TEJIDO DE DOÑA JOSEFINA


Josefina, la araña de la esquina

tejía con esmero las calcetas para su prima.

Tejía dos puntos y los destejía

pues le gustaba la perfección que lucirían

en las delgadas patitas de la negra Romana,

una simpática araña, hija de su tía hermana,

doña Venturosa, la que vivía en una antigua caja

la cual había servido para guardar halajas.

 

Se levantó temprano a comprar la parafina

y prepararse un apetitoso desayuno,

pero, ese día como acostumbraba doña Josefina,

se encontró con el gordo de don Bruno,

quien le contó de unos malvados bicharracos

venidos de muy lejos en unos apolillados sacos.

 

Don Bruno muy, pero muy asustado

corría por el barrio con ojos desorbitados,

prohibiéndoles a los niños pasar por aquella esquina,

pues esos malvados los cazarían para su cocina.

Doña Josefina terriblemente alarmada

tejía las calcetas y luego las desarmaba

de los nervios que tenía esa mañana temprano,

nadie con esa noticia, tendría el juicio sano.

 

Así que sin pensarlo  más llamó a la policía,

a unos grillos fortachones, amigos que ella tenía,

a unos saltamontes armados con aguijones

y todos al mismo tiempo se pegaban empujones.

En el carro lanza agua, llegaron Juan y Pablo

se apostaron cautelosos cerca del viejo establo

a expulsar los malhechores de inmediato de la calle

y se fueran rapidito a volar sin más detalles.

 

Doña Josefina alarmada tejía sin terminar

esperando le avisarán que ya podía desayunar.

Su prima llegó corriendo con la noticia esperada

los bichos y sus maletas salieron de sus moradas

dejando un alboroto por donde ellos pasaban,

mientras todo el pueblo de verlos tiritaba.

 

Por fin volvió la paz a reinar por  ese día,

los bomberos y los otros alegres se despedían

y doña Josefina descubrió que esa mañana

en vez  de las calcetas para su prima hermana,

había tejido una enorme y fea calceta morada

que la deshizo  molesta muy, pero muy enojada

y pensó que no era su modo,  tejer de esa manera

que por todo el trastorno se le mezcló la sesera.

 

Ahora teje que teje sin miramientos

ya tiene más claros sus pensamientos.

 

  

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