Dicen que vive entre las tumbas del
viejo panteón y sale de su escondrijo cuando siente voces de niños aproximándose
a su lugar, entonces aparece curioso tal vez a jugar, pero su aspecto es tan
siniestro que los niños huyen despavoridos al verlo acercarse. Algunos aseguran
haberlo visto, otros repiten que solo es un mito, lo cierto es que muchas
personas todavía hoy tienen encuentros
terroríficos con ese extraño ser. A propósito, hay personas que aseguran tienen una confusión con el hombre polilla,
que posiblemente sea el causante de los
encuentros, pero entre uno y el otro hay muchas similitudes.
Las madres de los
pueblos cercanos asustaban a los niños con el hombre búho que vendría por la
noche a buscarlos, y así se comportaban obedientes para no ser presa de aquel
monstruoso ser. Los niños lo imaginan con grandes ojos, de aspecto siniestro,
de mirada puntiaguda, a punto de clavar su pico por miedo o por defenderse,
pero no infundía confianza. Todos
comentan que asalta con su figura descomunal a los que se aventuran a
penetrar el bosque que es su hábitat. Podría ser de día o al atardecer, emite
un chillido escalofriante antes de
aparecer y por supuesto los niños corren apresurados antes de verlo. Lo cierto es que ahora muchos
aldeanos no se atreven a cruzar el
bosque solos y por supuesto de día, caminan
sintiendo la penetrante mirada del hombre búho que vigila sus
pasos, a pesar de que los búhos duermen
de día, los hombres no confían, sobre
todo, si sienten algún ruido peculiar en
el bosque o los alrededores o si un chillido les paraliza momentáneamente las
piernas.
Muchos argumentan que el hombre búho duerme en el
entretecho del monasterio, es el lugar en donde casualmente lo han
visto merodear, tal vez en busca de
alimento. Claro que al atardecer,
es su rutina.
Un día se me ocurrió dar
una vuelta por el cementerio y, como entretención, fui leyendo las lápidas de
algunas tumbas, es muy
interesante lo que dicen en sus maderas antiguas y muchas están en el suelo cubiertas de hierba.
Eran como las seis de la tarde, mi padre
me contó que no existía tal hombre búho, que era un método que usaban
los padres para asustar a sus hijos desobedientes.
Por lo tanto solo tenía
curiosidad a mis doce años. Mi familia se había cambiado a ese pueblo hacia exactamente dos
meses y era la primera vez que salía de casa en busca de algún niño para jugar,
pero no encontré a ninguno y los pasos me
llevaron al viejo monasterio. Recuerdo que iba
mordisqueando mi emparedado,
cuando sentí un leve ruido de algo que se deslizaba por entre las tumbas, luego
un seseo. Me quedé quieto, no tenía
miedo y observé cómo se movían la hierba a unos dos metros de mí.
Pasaron unos segundos que se hicieron eternos. Supuse que había sido un pájaro
en busca de su nido, cuando lo vi,
primero pensé que era un espantapájaros que no había visto antes, me
sorprendió, pues sus enormes ojos me miraban fijamente sin avanzar ni un paso. Luego vi su rostro, creí que algún niño usaba una máscara para asustarme y le hablé,
oye niño, tú no me asustas con ese disfraz, ven, vamos a jugar mejor. Sin embargo,
no se movió ni se sacó la máscara, solo
me miraba curioso también. Niño, ¿cómo te llamas?, pregunté. Él no respondió
sino que hizo como un pequeño gruñido.
Guau, ¿no puedes hablar? Volví a mirar
sus ojos y parecía que lloraba, niño, ¿qué te pasa, tienes hambre?, entonces
avanzó hacia mí sin que yo pudiera reaccionar y salir corriendo, lo mejor que
hice fue ofrecerle mi pan. Y muy rápido
lo alcanzó con una mano emplumada. Oh, ¿eres el hombre Búho?, le pregunté. Él
devoró el emparedado, y luego
eructó. ¡Guácala!, exclamé, parece que te gustó. Me miró como si
sonriera y repitió ¡Guá-ca-la! Ah,
jajaja, ¡puedes hablar!, qué bueno, podemos ser amigos. El contestó, a-mi-go, e
hizo un ruido como si riera, a-mi-go. De pronto, vi que de su espalda se abrieron unas alas y salió volando hasta perderse en el bosque.
Volví a casa y le conté
a mamá de este peculiar encuentro, ella sonrió y me aconsejó que no contara
esos cuentos de miedo a mis hermanos. y no le dio importancia a mi relato. Decidí no decir nada ya que mis padres comentan que soy muy bueno para inventar
historias, y desde ese día voy en los anocheceres a ver a mi amigo, el hombre búho y le llevo alguna golosina que
espera con ansias y luego se aleja volando hasta perderse en el ramaje.
Rocío L'Amar
ResponderEliminarMe encantan estos cuentos... tus cuentos. Hay tanta humanidad en ellos.
muchas gracias comadre, hermoso comentario, besitos.
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