miércoles, 13 de febrero de 2013

CUERPO Y ALMA


La noche avanza con sus pasitos luna
deambula de cuarto en cuarto, 
niña despreocupada.

Afuera un murmullo de grillos y sapos adormece tinieblas.
Cielo alto pasa su lengüeta azul oculta arreboles, 
desinfla nubes. 

El silencio baja los escalones del viento, 
una estrella diminuta llora lumbre, titila en mi vagabunda pupila.

Y yo, ni afuera ni adentro suspendida en una larga espera. 
En el umbral del tiempo tejo sueños, deshago fantasías. 

En un ir y venir sobre un mismo surco hundo mi cuerpo semilla. 

Un día la luz vendrá en tus ojos aurora
 a acariciar mi frente dormida. 

 Un día tu voz vida, pronunciará mi nombre olvidado,
 entonces, cuerpo y alma renacerán para sólo amarte.

viernes, 1 de febrero de 2013

EXTRAVAGANTEMENTE RARO



El hombre raro se levantó esa mañana tratando de pensar en aquel espectacular sueño que había sostenido en su almohada por breves segundos, para que, por un repentino bostezo, se le hubiera escurrido al rincón de los sueños perdidos. Durante quién sabe cuánto tiempo estuvo quebrándose la sesera en su afán  de recordar, pero fue imposible, y totalmente defraudado soltó el pequeño hilo que había quedado pendiendo de su cabeza, ése que lo unía a su inconsciente. Varias veces se repitió que sabía que era un lindo sueño,  algo que paladeaba en su mente sin saber el inicio y menos por dónde terminaba, que desgracia,   se dijo, mientras desconcertado se anuló los cordones amarillos de sus zapatos azules.
El teléfono sonó tres veces, hasta que se hizo el ánimo de levantar el auricular y con voz desganada atendió con un moribundo ¿bueno? ¡Bueno! ¿Hijo, estás bien? Oh, mamá, me estoy levantando, perdona, ¿se te ofrece algo? Sí, sólo recordarte que esta tarde vendrás a tomar el té conmigo, no  olvides de traer algo dulce, ¿Sí? Claro que sí, no lo olvidaré, hasta la tarde mamá, cuídate. Un beso hijo.
Una mueca le cubrió el rostro, era tan tedioso ir a tomar té con su madre y escuchar impávido las últimas telenovelas que  ella le contaba con lujo de detalles, hasta que el reloj marcaba las siete  y él se escabullía con alguna excusa. No olvides venir la próxima semana hijo, para contarte como va el desenlace de esta interesante novela, repetía la señora entusiasmada, mientras el hijo ponía cara de cansado.
El hombre raro, se asomó por la ventana y contempló lo inusual  del clima, estaba en pleno verano y arriba se veía todo cubierto por negras y amenazantes nubes. ¿Quién entiende  el clima en estos días?, se preguntó, los cambios climáticos tienen  convulsionado el pronóstico, ahora no se puede anunciar nada por adelantado, y la oficina meteorológica me da un informe y en  el momento en que lo estoy anunciando por la radio, la cosa cambia, eso me enfada mucho, por allí he escuchado comentarios sobre mi persona que no me agradaron, unos dicen que soy muy peculiar y otros que soy un despistado, y algunos osan decir que soy un extravagante, mas yo pienso que los incongruentes son ellos. Si tan sólo pudiera recordar ese maravilloso sueño, creo que por primera vez me verían sonreír, pero curiosamente nunca puedo  recordar pese a los  tremendos esfuerzos, sólo queda el sabor de algo bonito deambulando los intrincados circuitos de mi cerebro. Y el hombre raro abrochó su chaqueta verde, tomó su sombrero verde y salió cerrando la puerta lo más suave posible, no querría que la extravagante mujer del lado, su vecina, se asomara a saludarlo, mirándolo de arriba a abajo con esa voz irónica que últimamente usaba a consecuencia de errar al clima. Qué fastidio, se dijo, y se alejó caminado a grandes zancadas  hasta el paradero del bus. Allí estaban esperando locomoción varios de sus vecinos a los que evitaba mirar. Todos ellos poseían una mueca irónica en sus rostros y lo observaban como quien mira un insecto. Por ese motivo trataba de disimular que los había reconocido, ¿para qué?  No iba a malgastar un saludo con gente así, por lo que cuando el bus arribó los dejó subir y se quedó abajo a esperar el próximo transporte. Tomó su libreta de apuntes y  con su bolígrafo Parker, escribió algo, una idea para  el programa de radio.
Antes de que llegaran más vecinos, arribó el siguiente bus y de un ligero y grácil salto se encaramó. Los pasajeros lo vieron subir y algunos hicieron una mueca divertida al verlo vestido con colores tan chillones, pero él como si no los viera, eso era una rutina, siempre lo miraban para bien o para mal, por eso no se inmutó, ya estaba acostumbrado. La gente es tan rara, se fija  en cómo vistes y no se miran cómo van vestidos ellos mismos. Ese señor con cara de dormilón se puso un par de calcetines de diferentes colores, y ese otro tiene una boina para cubrirse el cabello sin peinar, ah, y aquella joven no se acicaló en casa y allí va toda compungida encrespándose las pestañas y pintándose los labios. Y no quiso mirar más al joven universitario que  trataba de anudarse la corbata, pues le daban ganas de reír. Ah, y ese niño de no más de dos años que se había pegado un chicle en la nariz, eso si que era muy gracioso y su madre lo había  mirado a él como pájaro raro. Este mundo está de cabeza, se dijo, mientras se acomodaba en un asiento libre.
El hombre raro llegó a su oficina en la radio y  saludó a todos con un “buenos días América”, que por supuesto  nadie le contestó, pensaban que andaba mal de la cabeza y que muy pronto el jefe lo despediría, pero él no se inmutó y se fue a trabajar en lo que sería el noticiero del tiempo para ese día, en el que la vaguada costera no dejaba ver más allá de unos tres metros a la distancia. Seguro  que cuando anuncie que hay niebla densa y húmeda, de improviso sale el sol y arruina mi pronóstico, se dijo con resignación.
Continuó  su trabajo concentrado en lo que diría si algo no encajaba con el clima y su pronóstico. Pensó en buscar una nueva estrategia, sino podría perder el empleo. Pero todos adivinaban que el encargado de la oficina meteorológica era el responsable  del pronostico diario, ese señor que cada  atardecer le anunciaba como iría a estar el día siguiente, no le achuntaba a ninguna y nadie decía nada, sólo a él lo culpaban por sus mala información.  Debo estar vigilante de que el clima no cambie y a mí me reclame el público por el  informe errado. Claro que, no todo era equivocado, la gente exageraba, y en especial sus compañeros de trabajo que le subían el chisme al jefe. Un mal pronóstico de vez en cuando no le quitaría en sueño a nadie. Lo malo era que ya lo tenían tildado de raro.  Este mundo está al revés, los que realmente son raros son ellos que siguen las reglas como si fueran crones, su vestimenta, su forma de hablar, todo limitado, las computadoras dueñas absolutas de la verdad. La libertad es sólo una palabra que yace en los diccionarios pero en la vida real, no existe. Si levantas la voz en el metro, todos te miran sorprendidos y asustados. El policía, el vigilante y los soplones camuflados de comunes, están a la expectativa para darte un sermón lo más convincente o llevarte directo a la comisaría si consideran que te pasaste de la raya. No puedes olvidar  las reglas  sin ser tildado de extravagante para los de dinero y para los de clase como la mía, raros.
Y siguió escribiendo su pronóstico, serían dos clases de informes: el que le dio esa noche el señor de la oficina meteorológica y otro que confeccionaba él, usando verbos en forma condicional, una sonrisa por fin apareció en su rostro, mientras más allá, sus compañeros comentaban que por primera vez lo veían sonreír. Realmente es un hombre muy, pero muy raro.