¿Quién no ha tenido alguna vez la secreta osadía de soñar con el famoso
Zorro, el héroe de corazón romántico y de palabras sutiles que ha perturbado la
paz de una hermosa doncella y algún joven audaz que haya tratado de imitarlo
para conquistar el esquivo amor de su elegida?
Isabel Allende, chilena, recientemente Premio Nacional de Chile en
Literatura 2010, galardonada al fin con justicia tardía, nos presenta su novela
El Zorro. Su impecable narrativa nos conduce sutilmente al pasado, pasajes de
la historia poco conocidos, lejanos, con detalles ignorados por las nuevas
generaciones. Isabel describe con magistral deleite sucesos reales, con
zalamería y audacia de su narrativa tan especial, interesante y amena, saturada
de matices que la hacen muy entretenida, comparada con el escritor colombiano
Gabriel García Márquez y nuestro querido José Donoso.
Podríamos decir que Diego de la Vega venía de una familia cuyo linaje podía
trazarse hasta el Cid campeador por parte de su padre, el hidalgo don Alejandro
de la Vega, y por parte de su madre Toypurnia, una mestiza de corazón indómito
que Alejandro no pudo sacar de su sangre y, contra todos los prejuicios de la
época, se casó con ella. Para ese entonces Toypurnia fue bautizada con el
nombre de Regina María de la Inmaculada Concepción.
Diego nació en el mes de mayo del año 1795 después de que su madre pasara
50 horas pariendo, suplicio que soportó estoicamente con un trozo de madera
entre los dientes, pero del que quedó al borde de la muerte, salvada sólo por
su madre, una india curandera llamada Lechuza Blanca.
La niñez de nuestro héroe transcurre entre juegos y aventuras junto a su
amigo de leche, Bernardo, hijo de una india llamada Ana. La hacienda de
Alejandro de la Vega, un basto dominio asignado como regalo de bodas por don
Pedro Fages, gobernador de La Alta California, da a Diego el lugar ideal para
sus correrías.
Nuestro pequeño héroe recibió de la abuela materna, Lechuza Blanca, el
Okahué, que son las cinco virtudes esenciales: honor, justicia, respeto,
dignidad y valor. El niño se sometió con ahínco junto a Bernardo a muchas
pruebas, inventando sus propias ceremonias inspiradas en los cuentos de su
abuela. El niño se honraba de ser descendiente del Cid Campeador, hidalgo de
pura cepa, pero nunca negó su parte indígena pues sentía un enorme orgullo por
el pasado guerrero de su madre.
Mientras tanto su padre le regalaba un florete, un peto acolchado y una
máscara para enseñarle esgrima. Diego, desde ese momento tomó el hábito de
entrenar con su padre un par de horas al día, y en secreto, pasar este
conocimiento a su amigo Bernardo.
El tiempo transcurre y encontramos a Diego terminando sus estudios en
Barcelona, por el año 1810, época tormentosa para España por la rebelión de sus
colonias en América y la invasión de Francia. El 19 de marzo de 1812 se dictaba
en la ciudad de Cádiz una Constitución liberal basada en los principios de la
revolución francesa con Napoleón Bonaparte a la cabeza, quien es derrotado dos
años después en Rusia. Aquí Diego afina su aptitud para la esgrima, practicando
y a la vez, inventando trucos de magia para seducir a la bella Juliana unos
años mayor que él. Se confecciona el traje que usará para su papel de Zorro y
luchará enconadamente con su adversario Rafael Moncada quien pretendía a su
amada Juliana. Desde este momento, Diego se convertirá en el Zorro en diversas
ocasiones, para combatir la injusticia, incluyendo el asalto a la Ciudadela,
una fortaleza de piedra, madera y cemento, diseñada en 1715 por un ingeniero
holandés.
Entre los años de 1814 y 1815, Diego huye de España después de una larga
odisea junto a Juliana, Isabel, hermana de ésta y Nuria, nana de ambas jóvenes.
Pasan muchas penas y enfermedades hasta que por fin, con la ayuda de unos
amigos gitanos, logran embarcarse con destino a América. El látigo, la espada y
todo el atuendo del Zorro quedan guardados para las próximas aventuras en el
nuevo mundo.
No llegaré al ocaso de esta novela tan apasionante y llena de acción, con
motivo de producir el interés del lector a sumirse en sus intrigantes páginas y
que por sí mismo encuentre el desenlace de esta aventura, narrada con mucho
tino por Isabel Allende, acerca de Diego de la Vega, más conocido como el
Zorro.