martes, 15 de diciembre de 2020

ESPLENDOR DE UN RECUERDO


Amanece, ya abren sus pétalos los adormecidos capullos. Bostezan las amapolas y se incorporan los ateridos juncos perfumados, asomando sus corolas aterciopeladas de pálidos antófilos. Es el comienzo de algo no muy definido aún, podría ser la primavera, o el esplendor de un ciclo. En el ambiente hay un murmullo de árboles, cortezas y el trinar de ciertos pájaros  anuncian el despertar del gran rayo escondido tras una nube juguetona.

En el jardín todo es alegría, las flores maduras expelen un néctar embriagante,  atrae a los insectos, abejorros de empolvados abrigos zumban alrededor de las pequeñas flores de  lavanda. Abejas en sus pijamas de rayas liban el néctar para nuestra miel del desayuno. Un pino se estremece, estira sus ramas adormecidas y se despereza, abraza con un aliento suave a los tibios nidos. Y los pajarillos asoman sus cabezas amarillas, llamando  a sus padres para saciar su hambre.

Hay una singular duda, en el jardín todo parece estar retenido en el espacio, puedes observar que existe una armonía, lo miras, lo imaginas y te trasladas hacia ese paraje  encerrado por misteriosas murallas. Y puedes disfrutar de la paz y alegría que flotan en un ambiente perfecto.

 Y sin embargo, más allá del jardín, el mundo parece despedazarse, el horizonte se fractura con un sol que irradia sus cabellos anaranjados sobre los sedientos lagos y riachuelos. Es la otra cara de la moneda. La contaminación del planeta cede su prudencia y se ramifica como una enfermedad destruyendo todo a su paso. En el jardín esto no sucede, está aislado, es una burbuja que permanece retenida en el espacio, dentro de una sepia fotografía. Es un hermoso recuerdo, de tiempos pasados.

 

martes, 1 de diciembre de 2020

EN EL JARDÍN


Se tocan, se acarician

Las verdes manos de la trepadora buscan  maravillada

los seguros brazos del árbol.

Se miran en la profundidad de la savia

recorriendo sus venas con la velocidad de la brisa.

 

Día y noche danzan al ritmo de los astros,

unen sus manos suaves en una danza vegetal

y conversan de cosas escritas en la corteza de los mayores.

Hay tanto amor, tanta paz que las flores suspiran

emocionadas a lo largo de la tarde.

 

El amor allí emana de lo verde, del interior del capullo,

flores, arbustos.

Es un renacer cada día en las espirales del tiempo,

la boca del viento sopla las semillas con amor de padre

las distribuye, las acomoda.

 

La enredadera aprieta su cuerpo delicado al tronco de su amado,

lo acaricia y traspasa  el placer del encuentro.

El sacude sus hojas y le regala una pequeña fruta,

la primera de la temporada.

El perfume del amor  envuelve el ambiente,

satura el momento con la frescura del alba,

con la brisa del atardecer.

 

La enredadera le dice tácitamente  al amado

que no podría subsistir sin él,

sin su protección

y su apoyo.

El árbol mece sus ramas y hojas en señal de aprobación,

de dicha por vivir así uno en el otro

formando un halo de adoración,

transmitiendo por hojas y ramas, paz y amor

en un mundo vegetal.