miércoles, 15 de febrero de 2023

A TRAVÉS DEL TIEMPO


 

Solitaria me deslizo cada noche por interminables calles. Te busco en los oscuros rincones de la metrópolis, o en el desierto sobre la suavidad de las dunas. Por siglos y siglos te he marcado el camino del regreso, señalando los vericuetos más increíbles, así tu paso sea seguro y podamos encontrarnos.

Voy a través del océano dejando un perfilado sendero de noctilucas, esquivando el trasatlántico imponente que navega bajo mi luminosidad, y la danza de olas magníficas que salen a mi reflejo. Desciendo ilusionada cada noche con la esperanza de hallarte, es un deseo que mantengo a pesar del tiempo y del espacio entre los dos, no me canso de buscarte. He recorrido los humedales, acariciado bandadas de pájaros dormidos, insectos que salen a saludarme, tejen largos filamentos queriendo indicar la huella que has dejado. Todo señala que nos acercamos. Presiento que tú también ansías encontrarme, por eso dejas minúsculas sombras cuando vas devorando las planicies, bebiendo el último sorbo de agua antes de llegar al océano.

Todo es como un juego, circunnavegamos el planeta pisándonos los talones, besándonos en los vértices como amantes furtivos. Nos dejamos misivas que sólo nosotros podemos descifrarlas, mensajes que se evaporan o se incineran a primera vista.

Hemos estado tan cerca que se han rozado nuestros labios, y las caricias dejan un rastro de primavera. Cerca del umbral del atardecer o precipitadamente en las puertas del alba, trinan pájaros una inacabable bienvenida, y allí estamos, buscándonos como dos adolescentes.

Muchas veces mis amigas las Pléyades, me han sugerido que te encuentre durante el día, sin embargo eso sería fatal para nuestro idilio. Por eso, seguimos coloreando el horizonte de púrpura, inventando círculos espectaculares y arcoíris como ofrendas a un amor eterno a través del tiempo.

(De mi libro "Proséticas")

miércoles, 1 de febrero de 2023

CIUDAD SIN NOMBRE


 

Despierta la ciudad invencible

con sus trinos metálicos arrullando el alba.

Aves rascacielos bostezan volutas de insomnio

entre cirros y cúmulos celestes.

Un ruido en forma humana tapiza las húmedas  veredas

y un agrio jugo de lágrimas remotas se aleja de negras chimeneas.

 

La ciudad empecinada en un progreso repentino,

abre sus brazos poluídos a un crepúsculo humano

de tejidos mortuorios.

El aire tóxico se retuerce por las calles

en busca de  pulmones vírgenes que lo asilen.

 

Un retrato en sepia se abanica con un trozo de pretérito,

mejores épocas, son sólo un recuerdo en el álbum de la vida.

La  ciudad no despierta, sumida en el pesado ajetreo del cauro,

se enrosca  a la altura de los edificios

y no los deja respirar.

 

La urbe asoma cada mañana  su cara constrictiva,

forzada a no perder el movimiento

aplanando las calles, da su enorme alarido

y como una maquinaria autónoma comienza

el movimiento, llevando y trayendo,

luces rojas frenan de improviso el mar humano,

el tránsito metálico queda petrificado

y luego,  

luces amarillas, ponte listo,

de pronto luces verdes te indican, no pierdas el tiempo,

avanza, corre, suda, no te detengas.

 

La ciudad  continúa extendiendo sus tentáculos

arrasando el bosque, los cerros y los valles.

Nada la detiene, su lengua asfáltica zigzaguea

bajo el abrumante sol del medio día.

Y va cubriendo los parajes  vírgenes,

con su sello inquisitivo, dejando sólo

un perfume de nostalgia a su avance.

 

La ciudad se enciende de neón 

cuando el astro rey se esconde.

Un día artificial reina en las calles y plazoletas,

los anuncios compiten con  colores insospechados

y las avenidas se visten de luces sugiriendo

éste u otro producto.

Por eso,

parece dormida cuando el amanecer toca su arpa.

La ciudad bosteza sueños inconclusos

que se quedan escondidos en los huecos silenciosos

del crepúsculo.