Esta casa es distinta a las
demás. Cada cierto tiempo su piel se transforma.
Primero comienza por decolorarse,
luego se envejecen sus paredes y fachada, algo raro se desprende lentamente
como caspa cósmica.
Por las noches sus hondos
suspiros atraviesan los cuartos. Su melancolía es inaudita, la puedes sentir al
traspasar el umbral cuando llegas. Un escalofrío te recorre y te comprime el corazón. Me he acostumbrado a vivir en ella desde
tiempo muy remoto, nos toleramos mutuamente a pesar de su historia, aunque de
vez en cuando, alguien desaparece.
Noche a noche pienso, será la
última de su existencia o de la mía. Que al despuntar el alba se desintegrará
en un solo montículo de polvo.
Un susurro impregna la casa, cual
presagio, me indica que algo comienza a
ocurrir en ella. Es como si tratara de advertírmelo, entonces, vago por los pasillos con los oídos
cubiertos hasta que pasa su crisis. Después, me sorprende cualquier amanecer
con una frescura insospechable, un halo de alegría penetra mi espíritu. Pronto
descubro nuevos colores en sus paredes, pasillos y piezas, todo indica que ha
vuelto a la vida. Podría jurar que el tiempo ha retrocedido, yo mismo me siento
renovado, joven, lleno de proyectos y me
olvido de ella enfrascado en mis propios asuntos.
Sin embargo, ella, con su vida
ajena a mi mundo, me recuerda de algún modo que sigo siendo parte de sí.
Te he estado pidiendo que vengas
a conocerla. Cuando el silencio camina por los corredores, sumiso como un perro,
ella avanza suave y melodiosa desde la
profundidad de su laberinto y sutilmente se apodera de tu conciencia. Es
maravilloso sentirla deslizarse e invadir todo tu ser. Esos momentos, te
aseguro, son inolvidables.
Mas, cuando los cambios se
producen, sus crujidos son lamentos que hielan el alma, los golpes tocan las
fibras más escondidas y la congoja te sacude sin piedad. Por supuesto que esas
noches son de terribles insomnios, nada te cierra los ojos por muy soñoliento que te halles, sus intrigantes sollozos vagan
la casa entera y no hay puerta que no se abra con el estruendo de su presencia.
Yo me cubro los oídos y le suplico que
se calme.
Hoy desperté sobresaltado, algo
muy extraño se aproxima, lo sé, es diferente. El pánico paralizó mi cuerpo. Creo
que es mi turno. Mucho tiempo me ha estado soportando, y es que siempre,
alguien, ocupa mi lugar. Pienso que debes venir de inmediato. Si no llegas
pronto, tal vez no me halles.
Ya está empezando a envejecer,
sus paredes se desmoronan en un solo quejido de dolor... Necesita su
alimento... Y tú que no llegas...