El Tiempo corre
tras los minuteros del reloj que lo tienen con los nervios crispados. Ha
cruzado parte del universo sin conseguirlo.
La hora Cero lo espera a la vuelta de una constelación y no está muy contenta con su cara ovalada. El señor Tiempo
ha desesperado, no recuerda los minutos pasados y lo peor, es que se le ha borrado
la memoria, incluso, por momentos no sabe porqué corre. ¡Qué dilema! Piensa que
si logra alcanzar a esos endiablados
podrá poner en orden sus pensamientos y dar alguna excusa a su novia la hora
Cero.
Todo es un caos a su alrededor, sus cabellos se disparan en diferentes direcciones como si un imán o un llamado
universal lo estuviera manejando y los hilos forman una aureola que no lo deja avanzar. ¡Qué
contratiempo tan inoportuno!, sin el tiempo en sus cabales el cosmos es un
desastre.
El señor Tiempo suda azul por sus poros, estrellas y cometas salen a su
camino tratando en vano de detenerlo en su loca carrera, pero él ha tomado una
burbuja que pasaba y aunque no tiene brújula, en su apuro la navega como si
nada y solo confía en su intuición.
Sin don Tiempo en el espacio, la Existencia se detiene a descansar, mientras
los planetas en gestación quedan paralizados de pavor pensando si tendrán futuro
en el caso de que el señor no regrese a
poner en marcha los relojes cósmicos.
Algunos aerolitos se aprovechan de
la confusión del Tiempo y golpean con
entusiasmo los planetas cercanos dejando enormes cráteres en ellos, de paso,
Plutón ha recibido varios dejándolo muy averiado. Don Tiempo entra en un agujero negro para así acortar el camino de los traviesos
minuteros. Nunca antes del big bang había tenido este inusual conflicto con
unos desalmados controles del reloj, sin embargo, cree que ya podrá darles
alcance y tirarles las agujas hasta que les duelan. Está cada vez más enojado,
las nebulosas le salen al paso pidiendo un poco de control en sus tareas, pero
él no las escucha y les hace una señal de que se alejen. Por el camino ha visto
varias naves espaciales varadas, son
alienígenas que andan en la conquista de algún planeta, eso le molesta
bastante ya que a veces producen graves problemas en planetas que se encuentran en su
etapa inicial de vida.
El Tiempo entra en otro agujero negro y por fin da alcance a los fugitivos.
Los coge de las orejas puntiagudas y los arrastra hasta llegar con ellos al
gran reloj que está a punto de marcar la
hora Cero. Le da una tierna mirada a su novia y le desea una buena labor, dando
marcha al engranaje del universo, un
movimiento muy bien sincronizado. Luego se aleja a sus aposentos a descansar de
esa loca carrera.