Algo terrible
sucede. Ayer, todo era normal, lo que se dice, hubo una rutina diaria como
siempre. Pero hoy todo ha cambiado. No
sé a qué atribuirlo, pienso que no puede ser por el clima, o por la lluvia de
esta madrugada. No, es algo más intenso,
premeditado. No quiero pensar que es algo que
sucede todo el tiempo, o que apareció de pronto. Es increíble, lo peor es que no
hay vuelta atrás, las evidencias están a la vista. Si pudiera retroceder
el reloj sería algo inusual, la catástrofe comenzó sin que nadie la percibiera y no tiene remedio.
Avanzó
silenciosa pillándonos desprevenidos, ni siquiera nos dio una pequeña
advertencia. Solapada por el silencio, penetró la casa y fue tomando posesión
de todos a su paso, sin que la percibiéramos.
El
gato trató de advertirnos de que algo terrible estaba sucediendo, pero como no
lo notamos no le dimos importancia y él, más precavido, abandonó la casa por
entre las rejas de la ventana. Mi nana se puso a tararear una canción mientras
cocinaba, y mi madre tomó su celular y contactó a una amiga para ir de compras.
Yo estaba anonadada por aquellas muestras, que nadie percibía pero que en mi
pequeña cabeza iba acumulando.
En
un momento que la nana salió al patio escuché que se quejó, ah, me dije, algo ha descubierto,
pero no fue así entró quejándose que se había tropezado con un elemento
punzante en el jardín y se golpeó un dedo del pie. Mi madre la consoló diciendo que los niños pudieron dejarlo allí. Las dos
salieron al patio a inspeccionar el objeto.
Lo
terrible fue que cuando trataron de entrar, la puerta estaba cerrada y no
tenían las llaves. Las dos gritaron para que les abriera, pero yo no podía
moverme algo me ató los cordones de mis zapatos y me fui de bruces golpeándome
la cabeza con una silla. Estaba atónita
mirando como una espesa columna de hormigas avanzaba por la cocina y se
apoderaba de los alimentos. Grité hasta casi quedar sin voz, mientras las
hormigas me ataban a la silla volcada. Afuera mi madre y la nana hacían esfuerzos
inútiles por abrir la puerta, llamando a grandes voces a los vecinos al sentir
mis gritos dentro de la casa. Las hormigas voraces llevaban los alimentos
en su ininterrumpida columna hacia un forado en el piso. Sentí que todo
me daba vueltas cuando me desataron de la silla y me alzaron en el aire
avanzando con mi cuerpo hacia el gran agujero.