Despierto a veces con el sueño en los
labios, mordiéndome como un quiltro fastidioso, quemando con su relato mudo,
espejismo entre dos o varios mundos, un laberinto fantástico e inexplorado con
tantos recovecos que escapan a mi cuenta. Trato de recordarlo y lo saboreo como
gustaría mi taza de coffee-latte, espumante y caliente. Ah, qué deleite si
ahora pudiera paladearlos al mismo tiempo. Las calles se dibujan en mi mente,
suaves, con trazos separados, todo aparece envuelto en una tenue cortina de
humo, la bruma fluye por las paredes y allí voy cruzando su puerta que se abre
al posar mis pensamientos en ella. Me encuentro con figuras que me parecen conocidas y vago entre ellas sin
que me aíslen. Converso en un idioma en donde no se mueven los labios, ni los
ojos te dicen nada en medio de esa bruma que no te permite ver el fondo de
ellos. Las palabras salen, se transmiten en forma liviana cual plumas
invisibles que cruzan los espacios sin alterarse, llegando al punto de la
comprensión que se requiere. No me asombra esta nueva situación nunca antes
practicada; al contrario, me agrada, la tomo como algo real, por supuesto, en
aquel mundo de sueños.
Converso, me dicen cosas,
mensajes, todos entran a mi mente claros, no hay equivocaciones, vivo en su
dimensión natural. Sé que estoy dentro de sus mundos, cada sueño es uno nuevo
que se mezcla con el mío.
A veces aparece una gama
de radiantes colores que dejan mi alma asombrada de tanta paz. Otros sueños vienen en blanco y
negro, como si todo sucediera en una dimensión en donde pudiera ser el reino de
la penumbra. Tal vez es cierto que puedo viajar, entrar en mundos paralelos que
están en todas partes; sólo basta con cerrar los ojos y allí vas abriendo
puertas de fáciles accesos mezclando tu vida con otras, resucitando muertos que
yacían olvidados y haciendo planes locos de un futuro que está al alcance de tu
mano y que puedes modelar como la arcilla. Así, suave, flexible, sale algo que
toma vida, y eres tú, y soy yo mismo, te reflejas en su espejo infinito,
rompiendo reglas de sentido y puedes volar sin tener alas, caer herido sin que
te duelan las llagas, como si no tuvieras masa corpórea, como si sólo en ti
jugara tu sombra en donde todo pasa sin tocarte. Posiblemente en esas dimensiones
extrañas somos los fantasmas extraviados de nuestro mundo.
En muchas ocasiones soy el
actor principal de una escena y, sin embargo, me puedo observar desde un ángulo
fuera de ella, desdoblado, y entonces analizo esta situación; si no es de mi
agrado la cambio, me hago invisible, atravieso las escenas sin que nada me
dañe. No tengo miedo y me enfrento al peligro, lucho con fantasmas o espíritus
indeseables, los desafío y entablo una pelea anónima de la que siempre salgo
triunfante. En otras circunstancias me asaltan las pesadillas, entro en
espacios en donde habita el terror, casas embrujadas, pisos y cosa que se
mueven, de risas y llantos contenidos en sus paredes a punto de escapar. Todo
mi ser se estremece ante tanto asedio. El rechazo lo llevo como un escudo y es
invencible, nadie puede vencerme ni tocarme y vuelvo a mi mundo sano y salvo,
despertando de un salto en la cama y prendo la luz para buscar entre los
muebles, las sombras de aquellos que atravesaron conmigo desde su dimensión
desquiciada. No obstante me sereno, algo
de mí sigue tocando su campana y me anuncia que pueden estar esperándome al
cruzar la puerta. Mas, me calmo, seco el sudor que humedeció mis cabellos y mi
pecho, respiro alivianado pensando que he huido que no pueden hacerme mal con
el magnifico escudo de mi cuerpo, eso pienso para tranquilizarme. Y a pesar de
mis dudas un nuevo sueño puede llevarme ante ellos y quizás quieran cobrar venganza. Por ahora me
siento invencible.
Cuando mis sueños han sido hermosos y de vivos colores, me adormezco de nuevo y los continuó, tengo
esa facilidad de proseguirlos y a pasar
que han quedado interrumpidos me adentro en ellos para dales el punto final,
completando sus paisajes, repasando a sus habitantes, y guardarlos en mi
memoria así recordarlos durante el día.
Creo que visitamos
diferentes dimensiones cada noche, después de cerrar los ojos nos desplazamos
por otros mundos, muchas veces ya conocidos en sueños anteriores. Vivimos
viajando de dimensión en dimensión. Quizás un día logremos decidir a cual queremos llegar, por supuesto
antes de dormir, tal vez encontremos la ideal y podamos reservarla después de nuestra muerte corporal, porque la muerte
debe ser así, dejamos este mundo de realidades (pues aún tenemos cuerpo) para continuar en otro en
donde solo nuestra sombra basta para trasladarnos a él. Por esa razón nuestra
sombra va unida a nuestro cuerpo, cosida a los pies y nos acompaña día y
noche, aunque en ocasiones no la veamos ella está allí pegada a nuestra masa
terrenal. Entonces pienso que la muerte no es el final sino el principio de una
libertad sin límites, sin esta coraza que nos retiene a la tierra, llamada
cuerpo.
De pronto me han dado
ganas de escribir estos sueños, uno a uno, ir guardando sus episodios, algunos
inconclusos, para saber más de mis otras vidas. Sería interesante el mantener
un manuscrito de ellos, leerlos de vez en cuando y si alguno ha quedado sin
final poder continuarlo, o si en estos
sueños han quedado nebulosas entre sus páginas en blanco, poder rescatarlos y
completar sus momentos perdidos.
Creo que mi personalidad
cambia al sólo cruzar el umbral de la inconsciencia, la máscara que poseo se
desvanece y puedo tomar otras personalidades sin importar el sexo, edad o
tiempo. Esta propiedad que tenemos de vagar sin cuerpo es fantástica, podemos
en algunas ocasiones ser el villano, la doncella, el perro, un pájaro o
simplemente un árbol sin tomar su condición física de la tierra, pues no es
necesario adoptar la figura terrenal, es sólo en la imaginación.
Lo más agradable que todo
esto es la facilidad que tengo para viajar, una noche estoy aquí muy cerca
resolviendo algún problemita y otras en otro país, en lugares que nunca antes
había visitado y, no necesito dinero, ticket de avión, horas de fatiga, ya que
en un sueño converso con mis padres, en otros estoy con mis hijos cuando aún
estaba pequeños, vuelvo a la adolescencia, sigo estudiando, me encuentro con
viejos amigos, sigo trabajando aunque
ahora este jubilado, eso es lo más maravilloso de esto. Por lo que deduzco
que en esas otras dimensiones en que mi sombra cruza sin dificultad, no existe
el tiempo ni el espacio, se vaga de una situación a otra, sin relojes ni
reglamentos de transito, pare, continúe, no estacione aquí, pague su pasaje,
nada, y siento que allí somos invencibles a los miedos terrenales. Toda aquella
gama de terrores que aparecen en nuestros sueños y que han sido creadas por
este cuerpo humano, su complicado cerebro, todo queda sin validez al cruzar sin
masa y podemos desasirnos para siempre de ellos.
Por eso pienso que el ser
humano al morir sólo deja de existir en esta realidad terrenal para penetrar a
otra realidad en la dimensión permanente de los sueños. Allí continúa viviendo
sin darse cuenta del cambio y vivir eternamente libre de trabas en los
mundos paralelos de los sueños.