Estoy aquí, agazapada a la
intemperie del crepúsculo,
esperando se disipe esta garúa
impoluta
que acaricia mi rostro con sus
manos de seda,
y cuento las memorias que rozan
con sus alas antiguas
el álbum misterioso del olvido.
El fantasma de los sueños se
aleja al despuntar el alba,
va con su séquito cruzando el
laberinto de la mente,
en el absurdo círculo de una vida
y sus muertes diarias.
Todo conlleva hasta el rincón
oculto y poderoso,
en donde no se sabe nada de lo
que acontece más adelante.
No hay ni la menor sospecha
y se vive siempre pendiente del
futuro
sin disfrutar el presente.
Así, agazapada a la orilla del
derrumbe,
enumero los días como si fueran
hojas caídas del árbol,
sigo esperando llegue el ensueño
deseado
y la sombra de sus aladas manos
me lleve a un mundo de dicha,
en donde no exista la tristeza,
la soledad
inaudita que abarca el perímetro
de mis anhelos.
Estoy así, sumida en nostalgias
del pasado,
de un tiempo que no volverá,
exiliado en otras dimensiones,
imagino siempre su fantasmal
trayecto.
La existencia de un mundo
paralelo
en donde algo me aguarda, se
vislumbra a lo lejos,
mueve sus hilos de seda a
través de una cortina de lluvia,
con infinidades de nuevos
augurios.
Así, quedo sentada a la orilla del infinito,
en espera de la mutación de una
esperanza.