sábado, 15 de julio de 2017

CANSADA DE LO MISMO



La muerte camina por el borde del acantilado, hace equilibrio como un perfecto saltimbanqui. Se ufana y dice que haga lo que haga  ya no puede morir porque es dueña de la palabra, muerte es su nombre y por último ya está requete muerta.
Qué más puede pedir, tantas veces que se ha  cortado las venas, lanzado del  piso 33, respirado gas, colgado de una viga, bebido veneno del más fuerte, se ha lanzado a la vía férrea y  al frente de un autobús, y nada ha sucedido en su afán de encontrar otra alternativa para que alguien la supla en su fatal designio. Pero  no ha derramado  la menor gota de sangre, su apergaminada piel yace pegada al hueso inmutable.
La muerte quisiera jubilarse, gozar de una plena vejez, sin  sobresaltos, recostarse en su tumba a meditar de todas las muertes que ha provocado e incentivado, de recoger individuos de dudosas trayectorias y otras que  casi han humedecido sus   cuencas vacías.
La huesuda está muy aburrida de que todos le teman y no le dirijan una palabra amable, por el contrario, la corren a escobazos, le queman  ajíes, incienso y otras yerbas, invocan a todos los santos, diablos, ángeles, duendes o extraterrestres con el fin de que desaparezca para siempre de sus vidas. Sin embargo, ella tiene una agenda que le indica lo que debe hacer y eso lo cumple a la medida, sin excusas, de que “hoy me quede dormida y lo dejaré para mañana”, no, ella es puntual y muy perseverante. Pero por otro lado, siente que ya es tiempo de dedicarse a otra cosa más afable; ser por ejemplo un ángel, ser querida,  convocada y agradecida por sus  milagros, eso lo encuentra muy interesante pues su foto estaría siempre en los dormitorios de sus protegidos.
La soledad la invade de pies a cabeza, no deja de tocar un solo hueso, la roe por dentro y por fuera. Hay pocos momentos que pudiera recordar de alegrías, muy pocos, cuando ha tenido que llevar de las greñas a dictadores y maleantes, toda clase de asesinos y violadores, esos instantes han sido muy satisfactorios porque todo el mundo le  agradece y la mira con beneplácito.
Con todo este argumento, la muerte ha dejado un aviso pegado a un árbol que dice: “se necesita suplente de desechos humanos,  muy buen  sueldo y  beneficios por adelantados”.


sábado, 1 de julio de 2017

DIÁSPORA


La mudez de la soledad  muerde tu ausencia
y sobre el ventanal vacío, taciturnas sombras obnubilan,
caen como lluvia estelar, estrellas fallecidas.
Todo se oscurece, faltas. Faltas hasta el cansancio,
no hay una luz que me proteja
y la incertidumbre merodea mi existencia.

Desde tan lejos tierra amada, no escuchas mi adolorida queja.
¿Dónde estás que no oyes?
Tal vez callas. la noche se cernió sobre tu cielo
y cerraste los párpados, esperado el ansiado día.
En mi corazón sólo late la nostalgia,
único ritmo que acongoja mi canción.

¡Veme,  madre patria!, el exilio
es una herida que no cicatriza,
hiere como daga enfurecida.
Hay otros pájaros que entonan melodías,
otros rostros que no reconocí,
no quise reconocerlos, sólo a ti buscaba
y no eras ellos, y ellos no eran tú, mi pueblo.
Sus voces, no decían nada, no hablaban de ti,
contestaban en otro inadmisible  idioma.

Oh tierra, patria tan infaustamente lacerada,
¡resiste!, te pedía, ¡resiste!
Mas, mi telegrama se iba sorteando las montañas,
los ríos subterráneos llevaban mi agónico mensaje,
tropezando, burlando infinidad de barreras
 y se perdía en el incesante y lento gotear
de la piedra,  
y no tenía calma, tú tan lejana, envuelta en brumas,
cautiva en tu solitaria cárcel.
Y yo, buscándote en los sueños, náufrago
en medio del caos, sin cielo ni estrellas.
Un ir y venir del pensamiento
por  un exilio intolerable,
agobiado por fatídicas visiones.

¡Oh madre patria!, busco tu mano protectora
y no la encuentro, se ha perdido el eslabón,
y  a la deriva navego
pronto a estrellarme en los acantilados de la vida,
sin más recuerdos  que tu tibia almohada,
en donde he depositado todos mis anhelos.