La escuché una tarde, no supe de dónde provenía. Me
imaginé que tal vez había llegado Mario
de su trabajo y esperé a que se asomara en la sala. Pero eso no sucedió. Consulté mi reloj, y claro, no podía ser él, pues eran sólo las
seis y él solía llegar cerca de las siete y media de la tarde. Me extrañé un poco
pero luego seguí en mi lectura.
Al día siguiente aún estaba en la
cama y, de pronto, percibí ese llamado,
pero esta vez, pronunciaba mi nombre. Me quedé un largo rato tratando de saber
de dónde venía esa voz, estaba segura de haber escuchado mi nombre, Alicia. El
día continuó como de costumbre, me alisté y salí a mi trabajo. Esa noche, serían las dos de la madrugada cuando sentí
la voz lastimera que repetía mi nombre, mi piel se puso chinita del susto y de
la impresión. Pensé que me estaba volviendo loca y desperté a Mario. Él,
adormecido, no hizo caso a mi reclamo
y al poco rato, dijo no escuchar nada y
que volviera a dormir. Después de estar una hora en vigilia y sin oír la voz de nuevo, me dormí
por fin.
Toda la semana pasó sin novedades y
me olvidé por completo de esa extraña
voz que nunca pude localizar. Un
atardecer estaba descansando en mi cuarto, después de un arduo día de trabajo
en la oficina de correos, cuando al
prender la TV vi una sombra en la pantalla que se disipó con la imagen de un
programa, fue algo muy raro y preferí no
prestarle mayor interés, luego me dejé llevar por una suave melodía de un compositor inglés que
tocaba en ese momento.
Esa noche, el llamado se hizo más
intenso, como apremiante, y el sonido de mi nombre de nuevo me despertó. Mario estaba ocupado en
la salita, tenía un trabajo pendiente y
vino a verme cuando escuchó que yo hablaba algo. Le pregunté si había oído esa
voz que me llamaba, pero dijo no haber escuchado nada, ni un solo ruido hasta supuso que yo le hablaba. Le conté lo
que estaba pasando, sin embargo, él dijo
que tal vez estaba muy cansada e imaginaba esa voz.
Al día siguiente, me levanté junto a Mario, desayunamos. Como era viernes, sabía que él se citaba con
sus amigos en un bar y llegaría como a la media noche, entonces le deseé un
buen día y nos despedimos con un beso.
Rosana me llamó a la oficina y quedó
de venir a casa después de las cinco
para platicar un poco, cosas de mujeres. Al pasar por el supermercado compré
una botella de vino dulce, queso y aceitunas. Llegué a casa y me cambié de
ropas, luego preparé la mesa de la sala con las cosas que traje, coloqué un
disco de música mientras esperaba a mi
amiga. Pasó media hora y Rosana no
aparecía, tomé el celular y la
llamé, contestó que un imprevisto no le permitiría venir. Me
sentí defraudada, ella podría haberme avisado y punto. Me serví una copa de
vino y prendí la televisión, pero descubrí que no tenía cable pues estaban todos los canales porosos, y de pronto escuché aquella voz
llamándome, me quedé atónita, el ruido venía del aparato, puse más atención y
oí muy claro mi nombre, varias veces.
Apagué de un golpe la tv, pero la voz
seguía emanando del aparato.
Aterrorizada me fui a mi dormitorio y traté de llamar a Mario,
desgraciadamente tenía el celular apagado. Me senté en la cama y traté de tranquilizarme. Pensé que eso no estaba sucediendo, que era una locura. Llamé a mi hermana, ella contestó
con un mensaje y me mandó al buzón. No
podía creer cuando volví a escuchar el llamado de la tv que estaba en el
cuarto y apagada. Me serené y tome aire
y fui directo al aparato y pregunté, ¿qué quieres de mí, por qué me molestas?
En ese instante la tv se encendió por sí
misma, caí de espaldas de la impresión y la imagen de una mujer un poco borrosa
se apareció en la pantalla. Me armé de coraje y le grité ¿por qué me molestas?
Me dijo, ven, asómate y lo sabrás. ¿Cómo?, pregunté sorprendida, esto es lo
más ridículo que pueda concebir. Ven, Alicia, por favor,
volvió a insistir. ¿Cómo sabes mi nombre y cómo lo haces para hablar como estuvieras en Skype? Por favor, asómate sólo un instante, volvió a
insistir. Me arrodillé frente al aparato y
miré, pero todo estaba igual. ¡No veo ninguna cosa!, exclamé disgustada.
Pon tus manos en el borde de la televisión. Un poco asustada y curiosa lo hice,
en ese momento me vi succionada hacia el
receptor, no sé cómo pasé a otra
dimensión. Volví la vista hacia mi cuarto y
espantada, vi mi cuerpo allí, de rodillas ante el aparato. Angustiada
pregunté, ¿qué ha pasado? ¿Dónde estoy? y del otro lado de la pantalla me
contestó una voz de mujer, pero que venía de mi boca. Gracias, Alicia por regalarme tu cuerpo. ¡No es cierto!, ¡no te
lo he regalado, me lo has robado!, grité desesperada. No importa cómo le digas,
bastante tiempo llevo esperando, y ahora tú tendrás que ocupar mi lugar, dijo,
y la vi ir al armario y sacar mi bata de levantarme. Luego tomó mis perfumes y buscó uno que le
agradara, mientras yo observaba con estupor sus movimientos, sin poder hacer
nada.
No sé cuánto tiempo pasó, ella tomó
un cigarrillo y comenzó a fumar echando
el humo sobre la pantalla, reía viendo mi cara de aflicción. ¡Déjame salir!,
por favor, le pedí, ¡este no es un juego, no sé cómo lo hiciste, pero quiero mi
cuerpo!, insistí. Ella no contestó, de pronto vi a Mario asomarse al cuarto. ¡Ah,
te sorprendí!, dijo, y estás fumando de nuevo… ¿no habías dejado ese mal
habito? Sí, querido, contestó ella, pero tengo tanto tiempo esperándote que me
puse a fumar. ¡Oh, amor!, te has
colocado ese negligé que tanto me gusta, te ves hermosa, como una
visión. Ven acá, dame un beso, quiero
hacerte el amor. Yo gritaba, tratando de atraer su atención, pero, mi voz
no tenía sonido. Comencé a llorar a
mares mientras la veía besando a mi esposo y
como nunca, hicieron el amor en
frente de mí.