La puerta se
lamenta, la asedian los fantasmas del pasado. Golpean su envejecido cuerpo, la
empujan sin respeto, entran y salen como Pedro por su casa y la deja
parpadeando un dolor que la recorre en su corteza.
Ella
se siente indefensa, atemorizada por las infinitas amenazas que los fantasmas
infringen a su entereza. Sus quejidos se unen a los goznes enmohecidos, no la dejan en paz. Preferiría
que humanos la poseyeran como antes, con pasos que dejan huellas, con gritos
que se adhieren a las paredes y niños corriendo a su alrededor. Quisiera
sentir sus risas verdaderas no aquellas
que la invaden cuando descansa, cuando echa a volar su imaginación y se siente
querida y valorada. Es entonces que ellos la asaltan con misteriosos
ruidos de cadenas, con figuras que corren lanzando bocanadas de sombras.
Así
es de problemática la situación, la
ventana ha cerrado su boca y no quiere participar en este lamento, considera
que la puerta es demasiado alharaca, que
sabía de antemano que terminaría así, porque es materia igual que la de los
humanos, está roída por las polillas que
cada noche la asaltan con sus voraces bocas. En cambio la ventana está
tranquila porque fue hecha de un material de aluminio y los bichos no la pueden
atacar.
La
puerta no tiene a quién contar sus tristezas, son tantas que abarcarían un
libro de más de cien páginas. Sus
lamentos son profundos que las bisagras la acompañan tratando de apaciguar en
parte sus infinitos dolores. No tiene escapatoria, sino esperar que sus hojas se deshilachen y queden formando
una pila para el fuego.
Hoy
ha venido un humano, la estuvo
observando y dijo que era de buena madera que con una barnizada quedaría como
nueva, no entendió mucho de que se trata, pero algo le dice que todo cambiará,
parece un buen hombre, después de tanto
tiempo deshabitada, le ha dado la esperanza que vendrá a vivir allí. La puerta,
suspira es como volver a la vida, alguien por fin se ocupara de ella y sus
dolencias. Se queda pensativa, una sonrisa
aparece en su corteza, sí, por fin,
alguien vendrá a compartir su tristeza y soledad.