Vivimos de apariencias cada día que pasa.
Se ha hecho una mala costumbre, difícil de conllevar.
Fingir, algo que no lo es, un sentimiento que no se tiene,
palabras que suenan huecas y llenan la boca
de inútiles y desagradables mentiras.
Apariencias que engañan al pasar tantas veces
adoptando muecas, posturas que no sincronizan con
nuestros hábitos,
frases soeces que dejan un rastro de incredulidad.
Alas rotas se elevan escondiendo grietas,
espasmos, vicisitudes tenebrosas que nadie debe observar.
Apariencias te rodean como una piel sobre tu piel,
no te dejan respirar,
sentir que el aire
engañoso entra por tus poros
y el resentimiento se viste con su mejor postura.
Un mundo programado se agiganta avasallando principios
y virtudes.
Un espejismo nos rodea mostrando un mundo ficticio
en donde se
esconden situaciones que no
queremos admitir.
El espejo sólo refleja imparcial, la cara oculta, la
realidad desnuda,
desvalida, sin protección ante la mirada escrutadora del
vulgo.
Vivimos un mundo que se ha acostumbrado a falsear la
verdad,
con el fin de destacarnos, y ser tomados en cuenta,
recibir la admiración
de los demás, sembrar la envidia
y ocupar el lugar privilegiado que a veces
no nos corresponde , pero que sí admite, la corrupta
sociedad.