Aquí estoy sentada en el peldaño del tiempo
esperándote llegar.
Pero no vienes, no llegas cansado o alegre,
no asomas tu figura al doblar la esquina,
no dices las palabras mágicas
que encienden de rojo mis mejillas
y llenan mis ojos de lágrimas peregrinas.
No llegas,
y sigo esperándote hasta que anochezca
aunque pasen los días y sus noches eternas,
los meses esquivos, los años,
mas, no llegas.
La espera está sentada a la
puerta con paciencia,
la dejo por un rato para tomarme un mate,
la dejo hasta que pase la lluvia liviana,
el sol baje sus brazos dormidos
y no aumente los surcos en mi rostro.
Yo esperándote,
no es un reclamo, no es un presagio,
no pierdo los minutos en esta larga espera,
los uso para imaginarte, para conversar contigo.
Ya casi no veo la famosa esquina,
ya casi no escucho tus cansados pasos,
porque cuando llegues, vendrás cargando las historias,
las alegres y los desvelos.
Por eso te sigo esperando, a pesar de que ya no veo.
Todos los vecinos me saludan cada día,
me gritan,¡ abuela!, ¿sigues esperando?
y yo, yo sonrío con una mueca de esperanza
y contesto con melancolía:
Sí vendrá, ya viene a entibiar mi vida,
ya escucho sus pasos por el largo
camino.
Sí, hoy si llegará te lo aseguro, porque estoy sintiendo,
queda poco en esta rutinaria espera,
presiento una sombra cercana y
silenciosa,
viene a hacerme compañía.
Y no quiero partir antes de que
llegues
y se apague la luz, el entendimiento,
y pienses que no te esperé
que olvidé que ya venías.
Sentada en esta tarde de
primavera
a la orilla de una duda que se esconde,
te sigo esperando, aunque tú,
tú, no lo creas…