Justo
a las cero horas de la noche, del día 24 de diciembre, un anciano gordito corría desesperado y desnudo
cerca del Mapocho. Se veía muy mal, con un ojo hinchado por un golpe, además de
cabellos y barba desgreñados. Pedía
ayuda, que alguien detuviera a los ladrones y llamara a carabineros.
Hablaba de que lo habían asaltado cuando el semáforo estaba en rojo, algo así como un “portonazo”. Fueron ocho
individuos con cara de duendes malos. Lo peor era que podría perder
la pega, pues le robaron su trineo, un Lamborghini, sus perros
disfrazados de renos, toda su ropa y los bolsones que eran de gran valor para
los niños. Por cierto los desalmados, le dieron un combo en el ojo izquierdo,
por tratar de creerse el Viejito Pascuero.
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