Una mujer sola, en una habitación deshabitada,
llora lágrimas que se evaporan sin caer,
desapareciendo de su rostro al sentirse abandonada.
La mujer se enjuga con el borde de su vestido
la humedad de
la garúa que se desliza por el cielo
abierto
y se disuelve en un solo suspiro.
No hay lugar para un abrazo, ni silencio para
el olvido,
no se sabe si extraña al hijo, a la madre, al amor,
sólo lloriquea asomada a su desconsuelo,
a través del tiempo sucede la oscuridad y la
luz,
los rayos golpean la soledad inaudita en que
se encuentra,
los parámetros de la música han desaparecido,
es un repiquetear que yace adherido a las
paredes
de un
pretérito feliz.
Las nubes asoman sus grises cabellos
augurando otro desenlace,
otro anhelante final de una escena.
No hay cabida para manuscritos hechos a
medias
ni guiones
de pantomimas.
La mujer tapa su rostro y lanza un quejido,
no hay nada qué decir a una habitación en
agonía,
llena de lágrimas oblicuas
que caen empañando la ventana,
y sobre
flores marchitas en algún rincón.
Una mujer sola en una pieza deshabitada,
camina de un lado a otro irreverente,
gesticula como si se hallara rodeada de
personas,
les ofrece asiento, muestra butacas
imaginarias
y una leve sonrisa aparece en su rostro.
La garúa ha cesado, el cielo se asoma en lo
alto
con un florido arcoíris, las palomas se
arrullan
y hay un susurro que atraviesa la habitación,
venido de tiempos mejores.
Una mujer sola se siente acompañada,
los recuerdos la asedian, la hacen reír o llorar,
mientras se asoma a la ventana,
un beso invisible le roza los labios.
ResponderEliminarAndrea Faulkner Que lindo mamita, me encanto de verdad!
Muchas gracias Andreíta qué bueno que te gustó, besitos.
ResponderEliminarCatherine Alejandra Kursan Muy lindo
ResponderEliminarmuchas gracias querida sobrina, besitos.
ResponderEliminar