Año Viejo, te vas astillado y maltrecho,
con tu calendario de días a cuestas.
Un año convulsionado de trágicos
sucesos,
lleno de vicisitudes extremas.
Toma tu maleta, llévate los
malos momentos,
saudades que nos llenan los sueños
de imperecederas promesas.
Año acabado, tienes tus
bolsillos repletos,
buenos y malos vaticinios,
risas y obstinadas quejas.
Ve en paz, ya tu tiempo se agotó
en la bitácora del diario de
vida,
habrán quedado huellas
inconfundibles, aterciopelados
recuerdos,
trágicos instantes.
Año longevo, estás extinguido, un nuevo reemplazante
espera el lugar de tu rutina
y trae flamantes bríos, energía
incontrolada.
Déjale el lugar, ya no puedes
mantener tu posición,
vete a tu retiro final bajo el
crepúsculo de tu ciclo.
Márchate con tu bajel de recuerdos
finalizados,
llévalos al rincón del desván
en donde algún día, alguien los
encontrará,
con sus páginas sepias difíciles
de descifrar,
queriendo emprender el vuelo a
otra dimensión.
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