viernes, 15 de noviembre de 2024

HAY MONSTRUOS


 

Hay monstruos que viven en esta habitación. Ayer sin querer le pisé la cola a uno, me gruñó agresivamente, le di mis disculpas, sólo se volteó enfadada y siguió su camino. Es como una rata gigante, muy gorda y envejecida. Vive detrás del mueble de los juguetes.

En el closet  hay unos que de noche abren las puertas y en la oscuridad se ven brillar dos pares de ojos, me parece que ellos son muy tímidos y sólo se atreven a salir cuando todos dormitan.

Bajo la cama hay otro que  arrastra su enorme barriga como un reptil o tal vez un dragón de  Komodo o algo por ese estilo, se desliza por los extremos de la cama y con su cola pica mis pies desnudos o pasa su lengüeta por entre mis dedos que me da escalofríos y  subo rápidamente y me tapo con las cobijas.

Sobre el estante de los libros he visto un monstruo que revolotea de libro en libro y de vez en cuando deja caer uno al suelo a propósito, como para llamar mi atención o asustarme, quién sabe, a lo mejor quiere que lo lea.

El que sí me aterroriza, es el que vive debajo del escritorio, se come mis lápices y gomas de borrar, los cuadernos amanecen mordidos en las esquinas. Tengo mucho cuidado de no dejar nada cerca de las orillas sobre todo si es algo que he estado escribiendo, me da la impresión que si le gusta lo que lee lo deja, pero si no, lo muerde como una protesta.

En mi mesita de noche hay unos más pequeños que viven entre los cajones, pero no por ser chicos son menos agresivos, me han mordido los dedos si no estoy atento, hay que abrir con rapidez y sacar lo que buscas y luego cerrar como endiablado, lo hago así para sorprenderlos y tal vez hacer que se vayan.

Anoche hubo una pelea, pienso que  hay algunos que suben por la calefacción a tomar un espacio pero por seguro que todo está ocupado, entonces sentí que la rata gruñía fuertísimo que tuve que tapar mis oídos con las  sábanas, debajo de mi cama había otro alboroto terrible. Esta mañana el piso estaba lleno de escamas, plumas, uñas y mis cuadernos arrugados en el suelo.

Alguien me dijo que todo era invención mía para llamar la atención, sin embargo no es así, yo esto lo sé  desde que era pequeño. Se me ocurre que están aburridos por eso inventan las peleas con el fin de que me asuste de veras. El tiempo los está envejeciendo y los acaba poco a poco. Creo que necesitan niños a quienes atemorizar o a un gato para perseguir en las noches.

La monotonía y la indiferencia está haciendo sus estragos, el monstruo del escritorio tiene los dientes gastados por eso  muerde los cuadernos en las esquinas,  el que vive entre los libros, que le digo monstruo polilla, está perdiendo sus plumas y se ven en muy mal estado, de los libros sólo deja como una caspa sobre el escritorio. La rata gigante está tan gorda que casi no camina sólo sabe gruñir pero nunca ataca, creo que si saltara caería muerta por un infarto al corazón. El monstruo debajo de mi cama, está pasando por un mal momento,  sus escamas se le caen y tiene la cola casi pelada. Por último los monstruos en el closet ya no abren las puertas, sus ojos apenas se divisan cuando dejo a propósito las hojas entre abiertas.

Pobres monstruos de mi niñez no hay nada que puedan hacer para asustar a un anciano de ochenta años, aunque a veces finjo y así  darles ánimo. Los echo tanto de menos cuando no los veos que, no me  imagino la vida sin ellos. De verdad, les tengo aprecio y no estoy inventando.

 


viernes, 1 de noviembre de 2024

IRREAL


 

Una jauría de enloquecidos sueños

deja un rastro de luna en la solitaria noche.

La piel de la soledad es perseguida

por la espesura de una pesadilla

que ha tomado mi almohada por asalto.

 

Mi  voz se debate al final de un camino

y  huye más allá de la compresión.

En vano busco apartar la irrealidad de la cordura

van de la mano y se burlan de mi inocencia.

Pasan sus dedos de nieve

sobre la desnudez de mi espalda,

recorren mis territorios,  hurgan

y dejan las huellas atormentadas de sueños ajenos.

 

Mi reloj obnubila, no sabe si continuar marcando instantes

o simplemente marcharse y tomar un café,

está cansado de rechazar sueños indecorosos

que toman por asalto mis sábanas y recorren

las penumbras en busca de más placer.

 

Las sombras acompañan los iracundos gemidos,

sobrecogen todo clamor de sensatez.

Sueños y pesadillas se debaten apropiándose del espacio

como único salón virtual de sus avances.

 

La almohada resiste sus embates atrevidos

han penetrado mi cuerpo y cual oleaje marino

vuelcan sus insinuaciones sobre mi piel.

Y quedo  así a merced de sus  hambrientas olas

sin conciencia, entregada  a  sus caprichos.

 

La manada de irrealidades aborda el tren  del olvido.

Mañana no habrá memorias

sólo un  triste sabor a insatisfacción,

un pequeño destello que cruzará con su alas mustias

la luz de un deseo sin refutar su inexistencia.

 

martes, 15 de octubre de 2024

INEXISTENTES


 

Nos vamos borrando del alfabeto de la vida.

Una mano invisible, sutilmente desaparece

el pretérito inmediato, el presente casi no existe.

El álbum  cotidiano abre sus páginas al viento del otoño,

usa su escoba milenaria y acalla nuestros recuerdos

lanzando sus esquirlas de plata.

 

Desaparecidos de lo cotidiano,

entramos al mundo etéreo y desconocido,

no antes de saber que dejamos una huella en la ruta,

un te quiero en el corazón mezquino,

así, vamos surcando el viento del olvido.

No somos nada, desaparecidos en un rincón  de la casa,

seguimos allí, esperando que nos nombren,

que nos hagan un espacio en el mundo de los vivos.

 

Nos encontramos en el instante crucial

en donde no aparecen nuestros nombres,

solo una pequeña voz lejana reclama su lugar sin ser reconocida.

Borrados de la imaginación,  del lugar amado,

alzamos los brazos  enhiestos en busca de un asidero.

Somos como  velas de un barco a la deriva

volando sin hallar un muelle que nos cobije.

 

Desaparecidos de la realidad que nos circunda

con desdén inusitado.

¿Quiénes somos  que hemos sido borrados

del diario vivir, sin ser aun inservibles en  contribuciones?

¿Acaso no fuimos útiles a una sociedad inconsecuente,

que ahora nos da por descartados?

 

Fantasmas recorren la casa arrastrando una pesadilla,

misteriosas huellas dejadas en el murmullo,

manos que se aferran a la inmensidad  del olvido,

y claman un lugar que  aun no han dejado.

Vamos ocupando un espacio

que ya otros han reclamado como suyo,

mientras la congoja se  agolpa en  ojos cansados,

la sociedad  nos niega un tiempo más de vida.

 

Es así aunque  muchos  digan lo contrario,

no cabemos en este mundo cibernético,

no nos adaptamos y  quedamos en el limbo,

ignorados entre la tecnología y el tiempo de una espera,

de ser nombrados,  confundidos en el espacio de la nueva era.

 

Inexistentes  en el cuaderno,  viviendo solo  del pasado

en que aun  pensamos, fuimos algo querido e importante,

mas,  el tiempo inexorable  ha  ido borrando nuestros pasos,

nuestras voces, como una  fotografía en sepia de tenues colores,

recordando un pretérito que se desvanece, día a día.

 

 

martes, 1 de octubre de 2024

HUBO UNA VEZ

 

La verdad es que hubo varias, cada vez que la abuela salía de compras, el abuelo se  echaba a dormir en el sillón y se quemaban los porotos. Cuando la abuela regresaba de sus mandados, ahí lo encontraba durmiendo, mientras en la cocina, la olla se quemaba con los porotos secos, sin agua. Entonces la abuela se indignaba,  corría de un lado para el otro tratando de salvar  su olla y su cocimiento, pero todo era inútil,  el humo cubría  con su espesa fragancia de porotos quemados toda la casa, y el abuelo, qué va,  como si todo fuera normal, abría los ojos después del último ronquido y miraba un punto lejano preguntando, ah ¿ya llegaste vieja? Para qué repetir lo que la abuela le respondía que hasta el gato salía despavorido de la casa y el abuelo se mantenía con un signo de interrogación en los ojos, preguntando, ¿qué pasa vieja? ¿Ya se cocieron los porotos?, mira que me senté a pensar y  parece que me dormí.

¡Ah, viejo haragán!, ¿no me digas que ahora tienes hambre? Así parece, me desperté con mucha hambre, ¿ya están listos los famosos porotos? ¡Qué disparate!, te los puedes comer quemados,  “te dije que los revolvieras y  estuvieras atento”, si sigues así de desatendido, te morirás igualito que el ratón Pérez que se cayó en la olla por  flojonazo.

Oye viejo, si continúas de esta manera, no podré dejarte solo en la casa,  no tiene razón que tú te quedes, mientras yo cargo mi espinazo con las bolsas del mercado. La próxima vez irás tú con la lista de las compras y yo me quedaré en casa revolviendo los porotos. Bueno, vieja, si tú  quieres  yo iré  y verás que ni me quejo, contestó el anciano refunfuñando por el reto.

A la semana siguiente le tocó  al abuelo ir  de compras con una larga lista y unas bolsas vacías. Al llegar al mercado justo en la entrada, se encontró con un amigo de su infancia y se pusieron a conversar, el otro lo invitó a  un café de olla que doña Matilde preparaba, allí en el mismo mercado. Conversaron mucho de  antiguas pololas y desengaños, de amores platónicos y de los prohibidos, los dos se echaban de vez en cuando algunas porras, de pronto el abuelo se dio cuenta de la hora, porque ya estaba sintiendo mucha hambre y se paró de prisa, luego se despidió de manos. ¡Chao por ahora,  otro día nos vemos amigo!  Ah, ¿ya te vas? Sí, sí, tengo una lista de compras. El  anciano caminó rápido escarbándose los bolsillos pero no encontró la lista,  ¿dónde se metió esa maldita hoja de papel? Iba tan distraído que no vio unas hojas de lechuga votadas en el suelo y resbaló cayendo con estrépito, golpeándose en el frío pavimento. Los feriantes alarmados lo fueron a asistir, pero del abuelo ni pio, estaba como muerto con el golpe en la cabeza. Los paramédicos acudieron más tarde y se lo llevaron al hospital, allí por más que trataron, el abuelo no volvió de su  caída y lo dieron por fallecido.

Cuando la abuela se enteró del suceso, fue algo terrible para ella, no se podía consolar echándose la culpa por haber mandado al viejo al mercado. Ese día como nunca, los porotos  quedaron de maravilla y la mesa puesta envejeció sin los comensales.  Después de un tiempo, la abuela se sentó junto a la puerta de la calle, a llorar y a lamentarse de su desgracia, pensando que tal vez, salvó al viejo de morir ahogado en la olla, como en el cuento, pero de igual manera la  muerte le hizo una zancadilla y se lo llevó por despistado.

domingo, 15 de septiembre de 2024

UNO Y DOS


 

Navego

entre tu pecho y la sábana en pos de la marejada salvaje

que has prometido tácitamente.

Tu cuerpo

se ilumina de perlas al vaivén de invisibles olas. Yo surco tu continente

alcanzando el  horizonte ansiado.

Somos peces

llevados por la corriente turbulenta del amor hacia lo desconocido, donde las pasiones se confunden  con sagrada transparencia.

Un instante

sólo eso, momento que se alarga con el ímpetu del beso ancestral, alimentado de tantos espacios vacíos.

Mi mente

se despobla de palabras que agonizan al cruce de relámpagos y he olvidado mi nombre ensimismada por el fragor del encuentro.

Somos

uno y dos,  un pez que deja una estela plateada, iluminado por un sol naciente

que se pierde bajo la mar en profundos e indescifrables laberintos.

 

domingo, 1 de septiembre de 2024

EL RUGIDO


 

El ruido se hizo más intenso, atravesaba la pared del cuarto, era como  un rugido de un animal o algo parecido, casi no pude dormir esa noche.

Por casualidad al día siguiente me encontré con el portero y le expliqué mi inquietud. Me dijo extrañado que inmediatamente iría a inspeccionar el departamento pues estaba deshabitado y, me invitó. Al entrar el señor no pudo reprimir un grito, el departamento lucía horrible, las paredes rasguñadas o golpeadas,  sobre todo el lado  de mi pared. ¡Esto puede ser obra de vándalos!, exclamó y salió enfadado.

Esa noche sentí los ruidos y el rugido. Llamé al portero rápidamente,  el señor contestó que iría de inmediato. Me levanté y lo vi entrar, me saludó con una seña, llevaba una pistola, y una linterna. Yo temblaba y esperé, de pronto un rugido rompió el aire y luego dos disparos. Salté del susto y entré a mi cuarto cerrando la puerta. Esperé toda la noche, pero el portero no salió del departamento, a las  seis de la mañana, fui a ver. La puerta estaba semi abierta, y allí  divisé el cuerpo del señor que yacía en  un círculo de sangre y a su lado, un tigre muerto, fue tan grande la emoción que me desmayé.

 

Los paramédicos me han despertado, dicen que sufrí una fuerte conmoción al ver el cuerpo del hombre. ¿Y el tigre, pregunté tímidamente? ¿Qué tigre?,  el portero se disparó un tiro, estaba solo. Volví a desmayarme.

 

jueves, 15 de agosto de 2024

EL FANTASMA DE LOS SUEÑOS


 

Estoy así, agazapada a la intemperie del crepúsculo,

esperando se disipe esta garúa impoluta

que acaricia mi rostro con sus manos de seda,

y cuento las memorias que rozan con sus alas antiguas

el álbum misterioso del olvido.

 

El fantasma de los sueños se aleja al despuntar el alba,

va con su séquito  cruzando el laberinto de la mente,

en el absurdo círculo de una vida y sus muertes diarias.

Todo conlleva hasta ese rincón oculto y poderoso,

en donde no se sabe nada de lo que acontece más adelante.

No hay ni la menor sospecha

y se vive pendiente del futuro sin disfrutar el hoy..

 

Así, agazapada a la orilla del derrumbe,

contando los días como si fueran hojas caídas del árbol,

sigo esperando llegue el ensueño deseado

y la sombra de sus aladas manos me lleve a un mundo de dicha,

en donde no exista la tristeza, la soledad

inaudita que abarca el perímetro de mis anhelos.

 

Estoy ahora, sumida en nostalgia del pasado,

de un tiempo que no volverá, exiliado  en otras dimensiones,

imaginando siempre su fantasmal trayecto.

La existencia de un mundo paralelo

en donde algo me aguarda, se vislumbra a lo lejos,

mueve sus hilos de seda a través una cortina de lluvia

con  infinidades de nuevos augurios,

 así,  quedo sentada a la orilla del infinito, esperando

la mutación de una esperanza.