Mirada que no ve, solo un reflejo inicuo
recorre la vereda con rostro
cansado.
Fina lluvia moja suave las pestañas
del tiempo
que pasa inexorablemente:
indiferencia.
Los pasos avanzan chapoteando
desamparo.
Ojos que no ven se alejan,
no escuchan suplica.
Tormentas caen
y se estrellan en un pavimento
mojado,
encandilado de tanto llorar en
desconsuelo.
Vamos,
le dice al gato que lame su última
víctima,
inoportuno el momento, no es el
indicado.
Vete tú, le responde el minino.
Vete solo, pordiosero, a tu
escondrijo de miseria,
he ganado a la tarde suculento
banquete,
en cambio tú,
no has cesado de pedir
con mudas palabras que se estrellan
en soledad.
Estás ausente como fantasma sin
camino,
andrajoso pasajero,
abandonado de la vida.
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