No me deja
escuchar mi música, es un ogro. ¡Déjame en paz! le dije. Pero él como si nada,
se llevó la radio y quedé en el silencio abismal de un grito de enojo, que no salió, perdido en el laberinto del miedo. ¡Ogro¡,
¡ogro!, pensé, algún día seré grande y te mataré. Las palabras se enraizaron en
mi boca, sus largas raíces llegaron muy lejos alcanzando vendavales y
tormentas. Ogro, le decía cuando en medio de mi entusiasmo cortaba mis alas y
me hundía en la desidia. Entonces crecía en rencor como mala yerba e invadió
mis sentidos y se hizo más imperioso mi crecimiento. “Cuando sea grande ya
verás lo que te espera”. Obviamente él ogro incrementaba la flama, atizaba mi
odio al extremo que salían chispas de mis ojos.
Así fue que crecí retorcido y rebelde, rodeado de mala voluntad y desatino,
vestido de palabrotas y golpes desmerecidos.
Y un día nos enfrentamos el ogro y yo, nos miramos de arriba abajo, me
pareció más pequeño, el armatoste que tuvo, había disminuido, sus ojos parecían
apagados y sin brillo, era un jirón arruinado por el cigarrillo y el vino,
igual me desafió, tenía que ser, palabras de ogros no se pueden cambiar. Me dio
lástima, y le di ventaja que me matara primero, después lo haría yo.
Esta historia la escribió un muerto,
yo sólo la guardé para los vivos…
Hermoso tu minicuento...No pude dejar de pensar en "La Metamorfosis" de Frannz Kafka. Mis felicitaciones. Osvaldo
ResponderEliminarMuchas gracias estimado Osvaldo.
ResponderEliminarAmanda Espejo
ResponderEliminar29 oct. 2015
Amiga, tu relato me dejó pensando en esos sentimientos negativos q se "enraízan", como mencionas, y pueden condicionar toda tu vida. En el caso q cuentas, hasta la muerte. Buen final. Desconcertante
gracias amiga, sí, a veces se guardan esos sentimientos, sobre todo en los niños maltratados. besitos Amandita lindo fin de semana.
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