jueves, 1 de diciembre de 2016

ALGUIEN GOLPEÓ



Alguien golpeó los cristales del alba,
dejó sus huellas húmedas sobre los nomeolvides
y sus lágrimas resbalaron en el rostro de una triste margarita.
Alguien continúo su marcha liviana
despertando madrugadas,
esculpió la noche en mis ojos, desató
un insólito invierno en primavera.

No se detuvo, zigzagueó las murallas en busca de una puerta,
un escape que no  hubo.
Se arrinconó sumiso en el umbral  del silencio
y espero la eternidad sin límites.
Ilusionado en encontrar una brecha, una minúscula grieta
y esfumarse, hacerse suspiro,
volando en un pensamiento se  hizo lluvia.

Alguien ya no está, dejó una estela de desdicha
un llanto deslizándose de un sauce,
un manantial brotado de la piedra.
Su ausencia duele y  avasalla el aroma de los naranjos,
acongoja el canto de las  chicharras
y luciérnagas apagan sus pequeños faroles.

Alguien escapó cuando la noche bostezaba
y una metáfora abría su corola perfumada.
Sigiloso, con pisadas desnudas rozando el universo,
envuelto en un silencio cómplice.
Quedó todo alborotado, sin respuestas,
enfiló, quién sabe, tras un llamado, un susurro
ininteligible se escuchó sin dejar rastros.

Alguien no quiso dar su nombre bajo el arcoíris
y huyó más allá de las estrellas, 
una ráfaga de lamentos húmedos
cayeron sobre las desamparadas amapolas
y no hubo a quién preguntar
cuando el velo de su noche recordó que era de día.

Alguien ya no está, no estará para escuchar su risa,
no habrá atardeceres ni madrugadas
llenas de violines y  grillos afanados con sus melodías.
Todo ahora parece irreal, un sueño, mejor dicho una pesadilla,
me recostaré en el regazo de la ausencia,

tal vez despierte, de este lapso incoherente  de la memoria.

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