Llegas en
la madrugada cargado de besos,
sol infinito
de amor.
Cual
mariposa de azúcar rosas mis labios
y me vuelvo
adicta a tus caricias, embriagada
suplico a
los dioses, no te aparte de mi lado.
Eres como
te he deseado, ardiente, sensual,
despiertas
en mí la pasión dormida,
huracán
desenfrenado nos envuelve implacable.
Tus brazos
son lazos que cobijan mis desvelos,
cuna de
mis quebrantos, asilo de mis dolores.
Soy adicta a tu presencia, a tu palabra
a la miel de tus susurros, gratos momentos melancólicos
y convierten tristezas en alegres mariposas.
Adepta a tus locuras, a la seriedad de tus convicciones,
voy siguiendo la huella de tus pasos
hasta alcanzar tu mano, tu cuerpo, tus labios,
así me fortalezco de la dulzura que emanan tus besos,
como el árbol se sacia del manantial.
Vamos por el mismo camino lleno de zozobras
mas, tú eres luz en los momentos difíciles,
salvador de detalles, reparador de sueños,
zurcidor de profundas
heridas.
Soy adicta a tu persona, a la fragancia de tu cuerpo,
al abrazo que nos confunde y convierte en
criatura de dos espaldas, nadando en las aguas
del amor.
Llegas siempre cubierto de esperanzas
seguido por cálidos amaneceres,
calman mis ansiedades
e iluminan mis días.
Mis noches se vuelven encendidos crepúsculos
y luciérnagas embebidas, circundan mi alma.
Adicta a tu ser, al almíbar de tus besos
recién recogidos
del alba,
a la dulzura que circunnavega tu presencia
enarbolada junto
al nacimiento del astro.
Y eres más que eso,
tierno amanecer,
rayo que circunda mi vida,
espejo en donde
el reflejo de concupiscencias
no tienen barreras entre caricias.
Incondicional al
llamado de tu piel,
al desorden de mis pensamientos,
me entrego una y otra vez al embrujo de tus labios.
Siempre en mí, como una adicción,
llegas de noche o de día
a iluminar la huella del último beso.
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